De líder antivacunas a promotor de la vacunación contra la covid, el médico italiano Pasquale Bacco revela la trama de lucro y aprovechamiento psicológico que existe en los movimientos conspiracionistas. “Todos los antivacunas fuimos grandes cobardes”, asegura.
Hasta hace unos meses, Pasquale Bacco era reconocido como uno de los principales líderes antivacunas del mundo. Este médico que se autodescribe como experto en medicina legal, dietoterapia nutricional y ciencias de la nutrición, es coautor junto al senador italiano Angelo Giorgianni del libro “Masacre de Estado: las verdades ocultas del covid-19“, una verdadera biblia de quienes aseguran que la pandemia de coronavirus es parte de una conspiración global.
Precisamente, Bacco aprovechó la autoridad que le confería su profesión para llegar incluso hasta la Cámara de Diputados de su país en julio de 2020, desde donde aseguró que no se habría permitido hacer autopsias a los muertos por covid, que no existían los enfermos asintomáticos, que los confinamientos no tenían ninguna efectividad, o que medicamentos como la heparina y la hidroxicloroquina eran tratamientos contra la pandemia desestimados por las autoridades. Todas afirmaciones probadamente falsas, por cierto.
Y esta vez, Bacco está tan consciente de ello, que no sólo acudió a vacunarse sino que ahora también está pidiendo a sus seguidores hacerlo.
Fue en una entrevista con el periódico Corriere della Sera donde el médico confesó la falsedad de sus afirmaciones, que estas surgieron por motivaciones económicas, y que acabaron por escapársele totalmente de las manos.
¿Qué le hizo cambiar de opinión? Tal como recoge la revista Newsweek, fue un triste incidente donde presenció la muerte por covid de uno de sus seguidores, de apenas 29 años.
“Tenía en su teléfono móvil los videos de mis discursos en las protestas antivacunas. La familia me dijo que era fanático mío, pero no me lo dijeron con enojo, sino al contrario, y eso me dolió aún más. Sentí su muerte como mi culpa y me persigue hasta hoy. Para mí esto nunca fue una cuestión de fanatismo o de creencias. Sólo cuando vi las consecuencias con mis propios ojos, me di cuenta de que estaba equivocado”, admite.
¿Se siente culpable de lo que ha ocurrido?
“Creo que los que subimos a esos escenarios tenemos varios muertos en la conciencia. Todos los antivacunas fuimos grandes cobardes. Íbamos a las plazas y cuando hablábamos sabíamos que la gente quería oírnos decir cosas fuertes, así que los indignábamos más y más. Decíamos cualquier cosa: que en las vacunas hay agua de alcantarillado, que los ataúdes de Bérgamo están todos vacíos, que de covid no ha muerto nadie. En realidad fuimos tremendos bastardos. No lo escondo, es la verdad. Y puede que, desafortunadamente, un día nos hagan responsables de estas cosas. Por eso pido perdón a todos, pero sé que pedir perdón ya no sirve de nada”.
¿Hasta qué punto se llega a perder la racionalidad?
“No te das cuenta. Pierdes la cabeza aún siendo una persona racional. En ese momento tiene lugar un proceso peligroso: el movimiento antivacuna se vuelve una religión y te conviertes en un dios. Te llaman para que vayas porque nació su hijo o para heredarte sus propiedades. Entras en una locura desenfrenada. Los antivacuna son personas que tienen mucho miedo y encuentran seguridad en ti”, afirma Bacco.
“Yo lo tenía todo. Mis pacientes particulares se multiplicaron por mil. Por una consulta podía pedir cualquier cantidad. Y como yo hay muchos profesionales. Hay abogados que piden decenas de miles de euros por recursos que ya saben que van a perder. Uno de ellos, por ejemplo, entabló 8 acciones colectivas y gracias al respaldo del temor antivacuna se hizo millonario”.
¿Podríamos decir que se creó un lucro con el miedo antivacuna?
“Absolutamente. Hubo demandas colectivas, sitios web, fundaciones, clientes para todos, desde médicos hasta restaurantes. Es por eso que tanta gente que no quiere que esto termine. Y por eso la muerte de Mimmo Biscardi (un falso médico del que se intentó hacer creer que había muerto a consecuencia de sus investigaciones) sólo sigue fomentando este sistema, que se alimenta del temor y el odio de un movimiento que en realidad es una religión”.
“Muchos creen que hago esto por amenaza de los ‘grandes poderes””
Consultado sobre las ganancias de quienes lucran con el discurso negacionista o de conspiración, Pasquale Bacco asegura que para todos parece haber un profesional, rubro o marca dispuesto a recibir dinero del público antivacunas: médicos, abogados, ingenieros, profesores e incluso restaurantes, pero sobre todos ellos, las agrupaciones.
“Las agrupaciones de antivacunas tienen cuentas bancarias con 400 mil euros (mas de 360 millones de pesos chilenos). Reciben muchas donaciones. Basta con mirar quiénes son y quién los preside para entenderlo todo. La mayoría son personas de la tercera edad, acomodadas: el viejo juez, el viejo médico jefe, el viejo asesor legal. Todos profesionales que al final de sus carreras pusieron en marcha un juguete para su vejez, con el cual satisfacer sus perversiones”.
¿Y la política?
“Claro que está presente la infiltración política de los antivacuna. Si son un electorado enorme. Yo estaba allí cuando los políticos nos montaban en las tarimas y nos pedían que en cada plaza dijéramos algo sobre sus temas locales”.
¿Los ayudaban en temas comunicacionales?
“Claro. Nos entrenaban sobre qué decir y no por cualquiera, sino por personas que habían dirigido noticieros nacionales. Eso mismo fue generando un proceso de cambio espontáneo. Para cuando me subí al escenario la última vez, en el Circo Máximo de Roma, ya había comenzado mi crisis interna”, confidencia el médico.
“Allí, frente a 15.000 personas congregadas, dije que las vacunas sí inmunizan, que no podíamos seguir negándolo. Pero la gente estaba efervorizada. ¡Igual me aplaudían! Había gente que me tocaba las piernas y lloraba. Aunque dije exactamente lo contrario de lo que pensaban, no me escucharon. Habló un dios. No pudo ser Bacco, el hereje que traicionó a su audiencia. De hecho hay muchos que todavía creen que estoy haciendo todo esto por amenaza de los ‘grandes poderes’ que promueven las vacunas”.
¿Y ahora qué harás?
“Estoy tratando de remediar mis errores. Cuento lo que ocurría, revelo el trasfondo. Intento que la gente abra los ojos”, señala Bacco.
“Para empezar, me vacuné. Me suspendieron de la Orden Médica (Colegio Médico en Italia) por 6 meses y no he apelado, porque sé que me equivoqué y lo acepto. Sin embargo tengo muchos colegas que siguen yendo a las reuniones antivacunas y no les han suspendido. Incluso muchos sí se han vacunado. El debate sobre las vacunas no debería ser tema de negocios, pero la ocasión convierte al hombre en ladrón”, sentencia.