En América Latina, la aportación de las emprendedoras es fundamental para el desarrollo económico, como se ha puesto de manifiesto durante la celebración de la XV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, el principal foro intergubernamental regional de las Naciones Unidas sobre los derechos de las mujeres y la igualdad de género.
Allí los debates se han centrado en la importancia de “la sociedad del cuidado”, ya que las mujeres asumen en gran medida esta función (cuidado de los hijos, de los mayores, del hogar), fundamental para un futuro “que ubique la sostenibilidad de la vida humana y del planeta en el centro del desarrollo”, según ha señalado la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Sin embargo, esta labor no está remunerada y en muchas ocasiones impide a las mujeres acceder a sus propias fuentes de ingresos.
Un tema que también ha abordado María-Noel Vaeza, directora regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe, que ha coincidido al señalar que “invertir en cuidados no es solamente necesario, sino que es justo, es económicamente inteligente y genera múltiples beneficios económicos, sociales y laborales”.
Mujeres emprendedoras de la FMBBVA
Los datos obtenidos por el área de Medición de Impacto Social de la Fundación Microfinanzas BBVA (FMBBVA), que atiende a más de un millón y medio de mujeres en la región, corroboran que “el número de mujeres ocupadas en trabajos que requieren más interacción personal, como el comercio minorista, la hostelería, el cuidado de personas o el turismo, es muy superior al de los hombres”. Además, el 56% de las emprendedoras a las que atiende la FMBBVA viven solas (son solteras, separadas o viudas) y con personas dependientes a su cargo.
Carmen Matus es una de ellas. Esta chilena trabajaba en una fábrica de zapatos cuando tuvo un accidente que le impidió continuar. Aunque podía haber esperado a recuperarse, decidió que tenía que valerse por sí misma, y empezó a vender ceviche que ella misma cocinaba, en su propia casa. Cuando finalmente cerraron la fábrica, su esfuerzo ya había dado sus frutos. Podía vivir de su negocio, elaborando “comida al paso, casera y con amor”, según sus palabras.