Una soleada mañana unas 200 personas treparon una colina de la Patagonia para cumplir una misión muy especial: liberar a dos cóndores andinos que habían nacido en cautiverio.
Mientras miembros de la tribu mapuche, uno de los grupos indígenas más grandes de la zona, tocaban instrumentos tradicionales y unos niños tiraban al aire plumas de cóndores, deseándoles lo mejor a las aves liberadas, se produjo un escalofriante silencio en la Sierra Paileman de la provincia de Río Negro cuando los científicos abrieron la jaula donde iban los cóndores, el ave más grande del mundo.
Huasi (que quiere decir “casa” en la lengua indígena quechua) pareció haber nacido para este momento. Apenas es abrió la jaula, desplegó sus alas y partió, sin dudar un momento, sorprendiendo a los científicos, acostumbrados a una partida más dubitativa. Yastay (dios protector de las aves) se mostró más cauteloso cuando tuvo delante suyo un cielo abierto después de pasar dos años en cautiverio. Permaneció allí y solo después de una hora emprendió vuelo.
La emoción era palpable. La gente se abrazaba mientras los científicos empezaban a rastrear el vuelo de los cóndores. Habían trabajado meses para este momento, que resultó agridulce.
Planes preliminares para la construcción de una enorme granja eólica, que podría instalarse en la Meseta de Somuncurá para abastecer un proyecto de hidrógeno verde, hacen peligrar un esfuerzo de tres décadas para repoblar la costa atlántica de la Patagonia con un ave que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza considera corre peligro de extinción.
Muchos ecologistas temen que las aves mueran al toparse con las hélices de las turbinas. En la vecina Chile, un estudio de impacto ambiental para una granja eólica con 65 molinos concluyó que probablemente cuatro cóndores podrían chocar todos los años con esas grandes estructuras.
Las autoridades ambientales descartaron el proyecto el año pasado.
“¿Por qué liberamos a estos dos? Generalmente liberamos más de dos”, dijo Vanesa Astore, directora ejecutiva del Programa de Conservación del Cóndor Andino. “Ahora estamos en un nivel de mantenimiento”.
Los científicos decidieron liberar a Huasi y Yastay ahora porque de lo contrario correrían peligro de tener que permanecer en cautiverio toda su vida, que puede durar de 70 a 80 años, explicó Astore. Agregó que el cóndor solo puede adaptarse al mundo exterior si es liberado antes de cumplir tres años.
La incertidumbre sobre la granja eólica, a ser construida por la firma australiana Fortescue Future Industries, no solo alarma a los ecologistas, sino que los empujó a reducir al ritmo de la reproducción y liberación de las aves.
Es sabido que los cóndores no se reproducen rápidamente. Alcanzan su madurez sexual a los nueve años y tienen crías cada tres años. Los científicos, no obstante, encontraron formas de acelerar el proceso retirando los huevos de parejas en cautiverio e incubándolos artificialmente. Cuando se retira un huevo, la pareja produce otro en un mes aproximadamente. Esa cría la criarán ellos, mientras que de la otra se encargan humanos, con la ayuda de figuras de látex que simulan ser sus padres y los ayudan a reconocer los miembros de su especie.
Esta estrategia permite a los científicos “multiplicar la capacidad reproductiva seis veces”, expresó Luis Jacome, director del Programa de Conservación del Cóndor Andino.
Ese esfuerzo está ahora en suspenso.
“No estamos aprovechando al máximo nuestras posibilidades porque no sabemos qué va a pasar”, dijo Astore.
Desde que comenzó el programa de conservación hace 30 años, 81 crías nacieron en cautiverio, 370 cóndores fueron rehabilitados y 230 fueron liberados en América del Sur, incluso en Venezuela, Colombia, Ecuador, Chile y Bolivia.
Sesenta y seis fueron liberados a lo largo de la costa atlántica de la Patagonia, donde el cóndor había desaparecido a principios del siglo a pesar de que Charles Darwin había escrito acerca de su presencia en la región a comienzos del 1800.
El cóndor andino ha reaparecido y esto tiene un valor espiritual para muchos lugareños.
“El cóndor vuela muy alto. Nuestros ancianos solían decir que el cóndor podía llevar mensajes a quienes ya no están aquí”, afirmó Doris Canumil, una mapuche de 59 años que participó en la ceremonia de liberación de los dos cóndores.
Si bien festejan el éxito del programa, los ecologistas temen que todo haya sido en vano.
“Las aves que liberamos, que nuevamente unen la cordillera con el mar con su vuelo, que maduraron y tuvieron sus crías, que viven y sobrevuelan este espacio, morirán atrapadas por las hélices de los molinos de viento”, dijo Jacome. “El cóndor nuevamente se habrá extinguido en la costa atlántica”.
Los ecologistas se enteraron del proyecto a través de la prensa y de inmediato hicieron sonar campanas de alarma.
El año pasado Fortescue anunció que planeaba invertir 8.400 millones de dólares a lo largo de una década en un proyecto para producir hidrógeno verde para exportación, en lo que el gobierno presentó como la inversión extranjera más grande que tiene lugar en Argentina en las dos últimas décadas. Para ser considerado “verde”, el hidrógeno tiene que ser producido usando energía renovable. Es por ello que se planeó la construcción de una granja eólica que aprovecha los fuertes y confiables vientos de la Patagonia.
El gobierno de Alberto Fernández dijo que el proyecto generaría 15.000 empleos directos y unos 40.000 a 50.000 indirectos.
Ni la empresa ni el gobierno de Río Negro hicieron estudios del impacto ambiental del proyecto antes de lanzarlo.
Jacome sostuvo que, por ahora, “lo único verde que hay son los dólares” que generará el proyecto. “Necesitamos estudios del impacto ambiental”, manifestó, “que indiquen lo que se va a hacer, cuántos molinos de viento (se instalarán) y dónde”.
Fortescue está de acuerdo y dijo que planea “evaluar las consideraciones sociales, ambientales, de ingeniería y económicas antes de poner en marcha” cualquier proyecto. Agregó que consultará a expertos locales “para garantizar la protección de especies locales como el cóndor andino”.
Indicó que no medirá por ahora los vientos de la Meseta de Somuncurá, sino que esperará a que el gobierno provincial termine sus proyectos ambientales y que mientras tanto analizará “otras áreas de interés”.
El 11 de octubre el gobierno provincial de Río Negro dijo que Frontescue había puesto en marcha un estudio de 12 meses del impacto social y ambiental del proyecto.
Para quienes dedican su vida a la empresa de traer de vuelta el cóndor a la parte oriental de la Patagonia, el tema del proyecto es un asunto muy personal.
“Nos sentimos un poco como los padres” de los cóndores, dijo Catalina Rostagno, quien se trasladó al campamento base de Río Negro hace dos meses y medio para iniciar el proceso de la liberación de Huasi y Yastay. “El cóndor es un reflejo mío”.
A los indígenas de la región, la forma en que se produciría algo para exportar les recuerda otra época.
“La Patagonia vuelve a ser una tierra de sacrificios”, dijo Canumil. “La energía verde no será usada en Argentina, irá a Europa. Pero seremos el depósito de lo que deja atrás”.
Politi informó desde Buenos Aires (Argentina).