Dos orejas para el mexicano Miguel Aguilar, una para su compatriota Octavio García El Payo y ninguna para el español Julián López El Juli fue el resultado del cuarto festejo de la Feria del Aniversario 75-76 de la Plaza México que se llevó a cabo este sábado.
Los toros de Begoña y San Miguel Mimiahuapa bien presentados y mansos. Unos 40.000 aficionados acudieron a La México.
Toros de nombres grandilocuentes cómo Amor Eterno, de buena estampa pero de una endeblez y mansedumbre difícil de no percibir sin necesidad alguna de ser exigidos, marcaron la tónica general del encierro.
Los toreros por su parte interpretaron sus labores con un exceso de auto indulgencia y satisfacción aparente.
Así fue el caso de la actitud tremendista del joven Miguel Aguilar, quien tomaba la alternativa, lo cual le exime en parte de responsabilidad por su excesiva representación.
Antes del sexto toro, con el que Aguilar logró abrir la puerta grande, la tarde había transcurrido en los límites de la bronca.
Los aficionados que llenaron el numerado, demostración de la capacidad de convocatoria de El Juli en México, hasta ese toro postrero, habían fijado su atención en la mansedumbre de los toros.
Los pitos acompañaron los arrastres. No solo la falta de casta de los Begoña y San Miguel Mimiahuapan enfadó a los presentes. No gustaron las faenas de los de luces.
Julián López El Juli en sus dos toros reglamentarios naufragó con la muleta ante la falta de casta de sus rivales. Al primero tras unos quites por chicuelinas ajustados realizó una faena tirando del toro con la muleta puesta y pases cortos cuando no incompletos que aun así recibían el olé del público. La notoria inutilidad del animal enfrió el ambiente.
Con su segundo la cosa acabó peor pues el madrileño con un toro exhausto, tras una labor de tanteo, ofreció un recital de pinchazos con gran bronca en los tendidos que reclamaban sonasen los avisos mientras el matador mostraba incapacidad para matar correctamente al animal. El suplicio acabó con un descabello y pitos para torero y astado.
Julián intentó enmendar la tarde solicitando un toro de regalo. El error con el acero le privó de un triunfo asegurado gracias a un quehacer tremendista y muy ventajista.
Siempre con la pierna contraria oculta, muy amplio el arco de sus piernas, encima de la cabeza del San Miguel Mimiahuapan, robó pases que emocionaron a los presentes pues la mansedumbre del toro le dio un pellizco de peligro aparente a lo que realizaba El Juli.
Circulares delanteros de fea estampa y ninguna quietud gustaron mucho. Luego vino otro pinchazo. El saludo desde los medios generó división de opiniones.
El tremendismo final de López tuvo un antecedente en las dos orejas de Aguilar.
Tras no lograr el triunfo con el que abrió plaza el joven que se doctoró hizo una faena despatarrada citando en paralelo. Logró dos tandas ligadas sin cruzarse en demasía, con innecesarias poses y bailes entre tandas, más gestos de valor finales, muy encima del toro, sin acompañarlos de riesgo ni fijeza.
Una estocada trasera y desprendida fue suficiente para pasaportar al toro y obtener dos orejas. Hubo algunas protestas.
Muchas más suscitó sin razón la oreja de Octavio García El Payo. Si bien su faena no fue redonda la lidia que realizaron el mexicano y su cuadrilla al manso quinto fue canónica, empezando por la firme vara que Daniel Morales aplicó a un toro que tomó la puya rebrincando. Con destreza el joven picador logró encelar y fijar al buriel.
Continuó la brega un tercio de banderillas sobrio sin desplazar al manso. Finalmente El Payo mantuvo con cierta pureza al animal en la muleta. Algún pase fue de calidad. El colofón: una meritoria estocada recibiendo. A pesar de la suma de razones la oreja la paseó entre muchas protestas.
Las orejas dadas por el palco servirán para tapar los dos injustificables arrastres lentos que recibieron un par de mansos.
Este domingo continúa la actividad en el Coso de Insurgentes.
Con información de EFE