La crítica es un elemento indispensable para el ejercicio del periodismo. Incluso, estar en medio de la polémica a veces es resultado de dicha labor. Sólo la experiencia y los años permiten poder sortear estas crisis. Ese ha sido el caso del periodista estadounidense, Gay Talese, quien en febrero pasado cumplió 90 años, y su huella en la narrativa periodística ha sido tal que se le acusa de ser un pilar fundamental del “nuevo periodismo“, enfocado en la aplicación de las reglas de la novela a la escritura de los reportajes.
Lo mismo ha escrito de deportes, que de los valores de la sociedad americana de la posguerra, o de la construcción de un puente, o de la cima y decadencia de las figuras públicas, o de la inmigración italiana en Estados Unidos, o de la vida interna del New York Times, de la mafia neoyorquina o de la sexualidad. En este último tema, su más reciente publicación “El motel del voyeur” desató muchas críticas sobre los límites del periodismo, el rol del periodista ante posibles crímenes, la vulneración de la intimidad de las personas sin su consentimiento, entre otros.
La trama del texto se centra en la historia de Gerald Foos, el dueño de un motel en las afueras de Denver que construvó el recinto con una arquitectura especial para poder mirar hacia adentro de las habitaciones y satisfacer sus curiosidades voyeuristas y quien posteriormente invitaría a Talese para contar sus anécdotas, entre ellas, un asesinato. Ante el debate generado por la situación, se reflexionó sobre temas como la revisión de la información, pues al final del día, no hubo una rigurosidad periodística en la elaboración del texto. Incluso, el mismo autor cuestionó a su fuente. Muchas de las cosas reportadas, no fueron verídicas, pero aun así, se planteó el aval del autor a las actividades de Foos y su propia participación como observador anónimo.
Otro de los momentos polémicos del autor fue cuando declaró que el trabajo periodístico de ninguna mujer lo había inspirado al principio de su carrera durante una conferencia en la Universidad de Boston dada hace un par de años. La recuperación de la declaración completa permitía ver que el periodista decía que no conocía obras escritas de no ficción realizadas por mujeres durante la década de los 30 y los 40 sino más bien ubicaba obras de ficción, donde las mujeres sí contaban con ciertos espacios en las editoriales, a diferencia de los medios de comunicación.
En su antología llamada “La literatura de la realidad”, publicada en 1997, recomienda los trabajos de tres periodistas Joan Didion, Melissa Fay Greene y Annie Dillard, las cuales, al paso de los años se fueron consolidando en publicaciones de gran renombre.
Tal vez, el texto debería ser más un homenaje sobre las aportaciones del prolífico autor al ejercicio del periodismo que a sus enredos, pero a través de sus vericuetos salen reflexiones interesantes para mejorar el trabajo periodístico de todos los días. Por un lado, revisar sus libros es conocer cómo un reportaje se traslada al terreno de la literatura y de simples anécdotas se pueden analizar los grandes problemas de una nación. Por otro, su último trabajo detona un debate de ética periodística, muy necesario en los tiempos de infodemia
Nueve décadas de vida, más de 60 años relatando el devenir del mundo en libros y artículos de gran alcance, miles de páginas escritas, y múltiples defensas del periodismo como un ente necesario para el ejercicio de la verdad, o la necesidad de estar en las calles para poder captar las historias son parte de las aportaciones de Gay Talese, quien a pesar de sus polémicas, transformó al periodismo y su papel en la sociedad durante el siglo XX, y cuyo espíritu deberíamos retomar para replantearnos el rol del oficio periodístico en la tercera década del siglo XXI.
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