Accenture es uno de los jugadores clave de la llamada Economía del conocimiento, un sector con récord de empleo que sin embargo sufre “el efecto Argentina” y no sólo por el dólar y los vaivenes locales. Su presidente local, Sergio Kaufman, asegura que uno de los temas que más los afecta hoy es lo que define como “empleo blue”, jóvenes empleados que eligen trabajar para el exterior de manera independiente y cobrar en divisas. “Ese circuito paralelo precariza el trabajo y hace que el Banco Central no pueda acceder a dólares que debería tener”, aseguró en diálogo con Infobae.
Accenture es una multinacional de servicios profesionales con foco en desarrollo digital, nube y seguridad. Tiene presencia en 120 países y casi 700.000 empleados, de los cuales 12.000 están en el país. La mitad de los servicios que genera a nivel local, se exportan.
“Lo importante de hacer el acuerdo es seguir estando en el mundo. Ya vemos en el contexto de guerra lo que pasa cuando te alejás del mundo: se van las empresas, se va el empleo y la innovación desaparece”
En los últimos meses la compañía mostró parte de su incesante actividad en el país con dos compras: Wolox, una startup en ascenso vinculada con desarrollos en la nube, y Glamit, una plataforma de e-commerce relacionada con la moda. Esta semana lanzó su estudio Technology Visión 2022, donde identifica el metaverso, los gemelos digitales, la computación cuántica y la inteligencia artificial como las principales tendencias que marcarán a los negocios en los próximos años.
— ¿Qué le preocupa más del contexto macroeconómico local?
— Cuando hablamos de preocupación hay que bajar a lo social, no es sólo la economía. Pobreza de 50% o más entre chicos y chicas menores de 15 años es una espada de Damocles que nos pende a todos encima. Para cambiar eso se necesita un país previsible; que las empresas quieran emplear, generar empleo formal, invertir. La base es el empleo, pero el requisito es la estabilidad macro. El acuerdo con el Fondo Monetario, que a algunos les gustará más y a otros menos, no resuelven los problemas de Argentina, pero da una base para poder construir estabilidad.
— ¿En Accenture están más atentos al tipo de cambio, a los salarios o a cuestiones de reclutamiento de personal?
— Todo lo vinculado con la Economía del Conocimiento sigue en niveles de empleo récord. Hay una enorme falta de gente para contratar y el “empleo blue” es un gran problema hoy en la Argentina.
— ¿Qué es el empleo blue?
— Gente de tecnología, servicios de finanzas, recursos humanos, economistas que encuentran ofertas de trabajo en el exterior que son remuneradas en dólares y no entran por el circuito formal. Son empleos totalmente precarios, pero muy tentadores por la brecha cambiaria que tenemos. Buena parte del empleo que se va por ese canal podría ser empleo formal que haga entrar divisas al país. Me preocupa ese circuito informal de empleo blue.
— ¿Qué impacto tiene?
— Pesa, y mucho. En la pandemia sumamos unos 2.000 puestos de trabajo, pero también se va gente. De cada 100 personas que se van de Accenture, y supongo que debe ser algo que ocurre en todos lados, dos tercios lo hacen con algún tipo de oferta de moneda dura en un circuito paralelo. Ya no competimos sólo con el mercado formal y el circuito paralelo es el que obstaculiza tener más crecimiento. Esto genera gente precarizada, con empleos que no tienen seguridad social, que no pagan cargas sociales…
— Con sueldos altos.
— Si, pero sin ninguna relación formal. Tiene un montón de desventajas. Son proyectos por horas sin cobertura. A largo plazo, es algo que conspira con el ecosistema de la Economía del conocimiento.
“De cada 100 personas que se van de Accenture, y supongo que debe ser algo que ocurre en todos lados, dos tercios lo hacen con algún tipo de oferta de moneda dura en un circuito paralelo”
— ¿Qué hacen para convencer a la gente de que se quede en la compañía?
— Ofrecemos carrera y futuro. El año pasado, un 25% de los casi 12.000 empleados que tenemos fueron promovimos a un puesto superior. Es gente que hace carrera muy rápido: muchos llegan a niveles gerenciales antes de los 30 años y de ahí siguen creciendo, incluso con carreras globales. Ese nivel de crecimiento en Argentina es superior al de Europa y Estados Unidos. En ese aspecto, Argentina tiene una dinámica y una aceleración que no existe en otra parte del mundo.
— ¿Pesa más el proyecto que puede ofrecer una multinacional o cobrar en dólares trabajando para el exterior?
— Pesan el dólar, la macro y algún dejo de desilusión con la Argentina. Muchos siguen acá, pero dolarizados. Es una porción relativamente chica, 15 o 20% de la gente, pero en un sector sobre demandado todo suma. Otros deciden irse del país; no los cuestiono, cada uno tiene derecho a plantear su vida. Insisto: Argentina tiene una dinámica de crecimiento profesional y posibilidades de ascenso muy buenas. A pesar de estar en un contexto sumamente desafiante en muchos aspectos, la Economía del conocimiento es una política de Estado. Nos dificultan los temas generales del país, como la brecha cambiaria, pero el sector es una locomotora y el mundo sigue dando oportunidades en la medida que aceleremos la educación, le demos más confianza a la gente joven para quedarse y la macro se estabilice.
— El sector exporta entre USD 6.000 millones y 7.000 millones en los últimos años. ¿Por qué no termina de despegar en términos?
— Crecemos poco porque la parte informal no está registrada. Si eso representa un 20% la cuenta daría unos USD 8.500 millones anuales.
— ¿Qué opina del acuerdo con el FMI?
— Lo importante de hacer el acuerdo es seguir estando en el mundo. Ya vemos en el contexto de guerra lo que pasa cuando te alejás del mundo: se van las empresas, se va el empleo y la innovación desaparece. No soy economista, pero el Fondo ha flexibilizado una serie de cosas interesantes. Ahora, tenemos que hacer los deberes. El problema no es el Fondo, el problema son las cosas que tenemos que hacer como argentinos. Es como cuando uno en su casa no administra bien y el banco te dice: “Te doy un préstamo, pero con condiciones”. El problema no es el banco, el problema es que uno tiene que ordenar su casa. La política, el empresariado, el establishment y los sindicatos nos tenemos que poner de acuerdo sobre las cosas que a largo plazo tenemos que hacer para ordenar la casa. Es el mejor favor que podemos hacerle a las generaciones que vienen. Muchas de las cosas que hay que hacer no se van a ver mañana, pero es el ejercicio que uno ve en los países con más historia: empezar a sembrar árboles en cuya sombra uno no va a descansar, pero sí nuestros nietos. Nos debemos ese ejercicio.
— Una parte de la oposición y algunos sectores económicos dicen que otra vez el mayor sacrificio recaerá en el sector privado. ¿Coincide?
— El sector privado va a ser parte del sacrificio, pero creo que habrá un enorme sacrificio de aquellos que están en condiciones más vulnerables. Al sector privado hay que seguir dándole las condiciones para generar empleo, no hay que matar a la gallina de los huevos de oro. El balance entre proteger a una parte de la sociedad, dar incentivos y hacer correcciones sin que haya impacto en las empresas que tienen que generar trabajo –para, justamente, generar movilidad social–, es un ejercicio de política complejo que requiere acuerdos. Un partido solo no lo puede hacer.
— ¿Cree que el actual Gobierno impulsará esa senda de acuerdos?
— Depende de los dos. Un tango se baila de a dos. Por lo que hablo informalmente con ambos sectores, entienden que hay sendas de acuerdo en las cuales ciertas reformas positivas para el país no se van a poder hacer.
“Para cambiar eso se necesita un país previsible; que las empresas quieran emplear, generar empleo formal, invertir. La base es el empleo, pero el requisito es la estabilidad macro”
— Es un habitual asistente a reuniones con el Presidente y el ministro de Economía. ¿Cómo son esos encuentros y cómo ve al Gobierno en esa cercanía?
— Hay muchos mitos sobre esos eventos. En general son actos muy transparentes, donde tanto el Presidente, el ministro y como otros buscan estar cerca de empresarios y gremios para poder juntar posiciones. Ocurría también con el gobierno anterior. Son charlas transparentes donde uno plantea necesidades para seguir creciendo. Escuchan, pero después, obviamente, no pueden hacer todo. Es fácil desde la tribuna decir “hay que hacer esto o lo otro” o “te equivocaste”. Cuando se está dentro de la cancha todo es mucho más dinámico. No quiero disculpar a nadie, pero hay cosas que parecen errores de afuera y cuando se lo ve del otro lado uno entiende que no hay otra alternativa. O aparece la invasión de Rusia y el aumento de precios de los commodities.
— ¿Tiene solución el cepo en Argentina?
— Hoy en día todo el mundo habla de las restricciones estructurales para crecer, y una es la moneda dura. Argentina necesita insumos. Nosotros exportamos valor agregado de personas, pero también necesitamos tecnología, equipos de comunicación sofisticados, notebooks, servidores de alta performance, plaquetas que permiten hacer inteligencia artificial. Si no hay dólares para importar se bloquea la capacidad de generar empleo. “Vivamos con lo nuestro” es una fantasía que es imposible en este punto de la historia. Los dólares permiten crecer y generar empleo; generar confianza implica más disponibilidad de dólares porque hay gente que los va a traer para invertir y al mismo tiempo hace que esa brecha se achique. Esa brecha es un indicador de confianza, quiero decir que el Gobierno no tiene dólares para venderlos libremente porque la gente los sobre demandaría. Algún tipo de brecha probablemente en los próximos años va a existir, el tema es tener un sendero decreciente que implica confianza, inversiones y empleos crecientes.
— ¿Hay que hacer una reforma laboral?
— En nuestro sector no tenemos ningún tema laboral, es un régimen perfectamente compatible con otros lugares del mundo en donde operamos.
— ¿Y a nivel general?
— Hay que adaptarse a ciertos sectores que han venido cambiando en el tiempo. Un ejemplo claro es Vaca Muerta, donde hubo cambios porque operar un pozo petrolero hoy no es lo mismo que hace 30 años. El sector automotriz ha hecho cambios y los trabajadores se beneficiaron. Es más sector por sector que un cambio en la legislación laboral.
— Tienen unas 1.000 búsquedas laborales abiertas en este momento. ¿Qué buscan?
— Tecnología. Luego de la pandemia alguien que trabaja en ciberseguridad tiene trabajo asegurado para cualquier lugar del mundo. También inteligencia artificial, matemáticos, físicos que saben hacer modelos matemáticos sofisticados. Y, claro, tecnología más tradicional, como programación y diseño. Todos bilingües. Un tema importante para nuestro sistema educativo es empezar a generar un segundo idioma en serio, fuerte. La inserción al mundo pasa por poder hablar inglés.
“Si no hay dólares para importar se bloquea la capacidad de generar empleo. “Vivamos con lo nuestro” es una fantasía que es imposible en este punto de la historia”
— ¿Qué carrera le recomendaría a un chico que está terminando el secundario?
— Los adultos a veces no les decimos toda la verdad a los chicos porque en mi generación, para ser políticamente correctos, decimos “estudia lo que te guste”. Es una falsedad porque muchas veces, se estudie lo que se estudie, no se trabaja de eso. Yo soy ingeniero industrial y mi trabajo tiene sólo un pedacito de eso, el resto son cosas que aprendí, estudié, leí. Hay que estudiar pensando en qué tipo de cosas te va a gustar trabajar. Estudié en Oxford y un demógrafo siempre decía que un chico que nace hoy probablemente viva cerca de 100 años con una cabeza que le va a funcionar hasta los 90, 95 años. O sea, va a poder trabajar desde los 24 hasta los 94. ¿Va a hacer lo mismo 70 años? No. Entonces, mi recomendación es hacer algo que razonablemente guste, pero que dé una base para poder evolucionar en la carrera profesional. No hay que pensar chiquitito, hay que pensar en grande, amplio. Es más, es bueno ser un poco generalista en los estudios porque después se construye mucho a lo largo de la vida. La tecnología, por ejemplo, cambia cada seis meses: si no hacés esa construcción permanente vas a quedar obsoleto tempranito.
— ¿Cuál es la foto de la compañía hoy en Argentina?
— En grandes números, la mitad de lo que hacemos exportamos y la mitad va al mercado local. Lo bueno de esa dinámica es que somos muy resilientes con Argentina. Si de golpe tenés una crisis y el dólar vuela, la parte de exportación crece un poco. La regla es no pasarnos del 60/40. Hay épocas en que la Argentina invierte, viene fuerte y entonces aprovechamos a los que se formaron en tiempos de más exportaciones.
“Algún tipo de brecha probablemente en los próximos años va a existir, el tema es tener un sendero decreciente que implica confianza, inversiones y empleos crecientes”
— ¿Ese mix exportador cómo se compone?
— Tecnología, construcción de aplicaciones, muchos servicios de datos e inteligencia artificial. Eso empezó hace dos o tres años y hoy ya tenemos 200 o 300 personas en esos rubros. La ciberseguridad también creció muchísimo: Argentina es uno de los hubs de ciberseguridad más grande del mundo para la compañía. Hay temas de tercerización de procesos, abogados, recursos humanos. El sector de servicios está creciendo fuerte.
— Hace más de seis años que está al frente de la filial local. ¿Cómo le explica la Argentina a sus jefes?
— El mundo está tan complicado que la Argentina es un caso más dentro de esa complejidad. Accenture tiene casi 700.000 empleados y confía en los liderazgos locales. A lo sumo, preguntan. Y desde acá decimos: “Está bajo control”, “Esto es normal”, “Lo estamos manejando de esta manera…”, y se sigue adelante. Compramos algunas compañías desde Argentina y vamos a seguir haciéndolo. ¿Por qué? Por la calidad de gente que encontramos, no hay otro secreto. Se trata de personas difíciles de conseguir en el mundo.
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