En su libro ‘Medios y Política’ (2016), el profesor Shanto Iyengar argumentaba que antes de que irrumpieran los medios digitales, la comunicación presidencial se realizaba de dos formas principales: por medio de la elaboración de discursos y mediante conferencias de prensa. A primera vista, las ‘matutinas’ del presidente mexicano son una buena idea, ya que fungen como espacio en el que se puede preguntar al líder gubernamental sobre su ejercicio del poder. Para México, esto ha supuesto un cambio drástico en la comunicación presidencial, ya que el predecesor de Amlo ofreció solamente dos conferencias de prensa en todo su sexenio. Ahora bien, ahora que existe un sistema híbrido mediático (es decir, una operación mediática de 24 horas al día, siete días a la semana, 365 días al año), este ejercicio ha quedado lejos de ser un acto de rendición de cuentas y cada día que pasa se acerca más a un manual de propaganda. Hasta hoy, 16 de marzo, Amlo ha ofrecido 808 conferencias matutinas en las que trata todos los temas de gobierno y hace uso de una retórica populista.
En 2013, el profesor Andrew Chadwick, de la Universidad de Loughborough (Reino Unido) propuso el ‘modelo híbrido’ de medios, que obliga a pensar la comunicación política actual teniendo presente un concepto integrador de medios ‘viejos’ (o ‘tradicionales’) y ‘nuevos’ que se combinan en varios niveles: 1) la estructura en red; 2) los actores, y 3) la lógica de los emisores en cuanto a producción de noticias y consumo de contenidos. Las implicaciones de estos cambios respecto a la tecnología y la producción/consumo de formatos son, entre otras, un reemplazo del ciclo de noticias por otro modelo llamado ciclo de información política: la política va y viene entre las redes sociales, la televisión, la radio y los diarios.
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Por consiguiente, se han transformado las relaciones de poder entre actores, especialmente entre élites y no élites y entre en el periodismo viejo y nuevo, así como se ha impuesto una atención multiforme de las audiencias respecto a la comunicación política. Esta hibridación se basa en la interdependencia de todos los actores mencionados. Por un lado, las nuevas tecnologías mediáticas integran prácticas innovadoras con actores institucionales establecidos, como lo es el presidente; y, por otro lado, las organizaciones de medios tradicionales adoptan nuevas tecnologías en sus operaciones y compiten en un nuevo entorno. Ambos sistemas funcionan simultáneamente, y es en este entorno en el que se desarrolla el modelo de comunicación política de Amlo.
Sus conferencias de prensa matutinas operan en un sistema en el que la agenda no es algo que dure ocho horas o tenga un principio y un final. La agenda política es un continuo que no se detiene, el presidente mexicano es consciente de ello y emplea sus comparecencias como un distractor y un constructor de imágenes que lo beneficien. Como buen operador mediático, sabe que cuanto más incendiario sea su discurso, mejor, más se hablará de sus temas, más se reproducirá su mensaje, mayor atención de los medios recibirá. Amlo opera con mensajes populistas, simples y anti-democráticos: o están conmigo o contra mí. El populismo se puede entender como una ideología delgada o poco elaborada, donde se fomenta el nosotros contra ellos y el líder representa el interés del pueblo. Ernesto Laclau (2007) sostuvo que el populismo debe entenderse como una lógica que funciona “creando cadenas de equivalencia entre identidades e intereses heterogéneos”; se construye la retórica de el pueblo que emerge en oposición a las élites, separando antagónicamente al primero del poder. Por tanto, el pueblo se define como un significante vacío al que se pueden incorporar símbolos e ideas como la libertad, la justicia o la lucha anti-corrupción, lo que permite a este colectivo identificarse como unidad.
En esta lógica sencilla,, el pueblo bueno son los pobres, representados por el presidente, y las élites malas son las empresas que se benefician del pueblo de México, también identificados por ser conservadores o neoliberales.
En este contexto, Amlo sugirió, en su matutina del pasado 9 de febrero, “pausar” la relación con España, el segundo socio comercial de México y país donde empresas mexicanas tienen inversiones por más de 25.000 millones de euros. ¿Qué había pasado? En México se discute una reforma del sector eléctrico y, en días pasados, el embajador de Estados Unidos en el país norteamericano, Ken Salazar, había sugerido que tal reforma promueve las energías sucias. En la conferencia de prensa, un periodista preguntó al presidente cuál era su opinión respecto a este comentario, a lo cual el presidente respondió: “Ellos saben bien cuál es nuestra postura, y se les ha informado de que un grupo de personas utilizaron la bandera de las energías limpias para hacer negocios sucios, y los gobiernos anteriores se lo permitieron. Pero ahora ya no se puede hacer eso”.
Continuó diciendo que su voluntad es que la industria eléctrica repare el daño causado al pueblo de México gracias a la complicidad entre empresas extranjeras y autoridades anteriores (las élites, algo que Amlo también llama la mafia en el poder). Y dejó caer: “Es el caso de las empresas españolas. Ahora la relación no es buena… Y a mí me gustaría que nos tardáramos en que se normalizara para hacer una pausa, que yo creo que nos va a convenir a los mexicanos y a los españoles; desde luego, al pueblo de México”.
El presidente sugirió que existe un neocolonialismo protagonizado por las empresas españolas en sectores como los de energía y turismo, y propuso darle al pause para construir una relación más simétrica. Argumentó que no quiere que España vea a México como “tierra de conquista”, y arremetió contra los contratos millonarios de sexenios anteriores a empresas como Repsol, Iberdrola y OHL. La lógica populista incide en el discurso de nosotros los buenos (que ya no permitimos la corrupción) versus ellos los malos de gobiernos anteriores y empresas (que nos perjudicaron).
Sin embargo, ésta no es una declaración menor y, como en todo juego político, a toda acción le sigue una reacción. El ministro español de Exteriores, José Manuel Albares, señaló que revisará las declaraciones del presidente mexicano para ver “qué ha querido decir” al plantear una “pausa” y poder así entender el alcance de unas palabras pronunciadas en un tono informal y si representan la posición oficial.
En México las reacciones políticas se centraron en llamar al canciller para que rindiera cuentas. Senadores y diputados se preguntaron por qué significa una pausa en las relaciones diplomáticas. Hasta el momento, la Cancillería de México no se ha pronunciado oficialmente, una vez conseguido que la pausa con España, su segundo socio comercial, copara las agendas política y mediática. Al día siguiente de la declaración, hubo más de 10 notas en primeras planas mexicanas y debates y más debates en redes sociales y en múltiples estaciones de radio y televisión. Amlo había conseguido colocar su mensaje populista en el sistema híbrido de medios de comunicación… aunque, transcurrida una semana desde lasdeclaraciones, no se ha vuelto a tocar tema.
Entonces, querido lector, ¿usted qué opina: las matutinas de Amlo son un ejercicio de rendición de cuentas o un ejercicio populista de propaganda?