Esta conversación la tuve hace poco, no con una persona, sino con varias de diferentes perfiles. Un chico recién graduado, una ejecutiva sénior en el área de procesos y una excelente vendedora. Ninguno de los tres ha podido conseguir trabajo en el último año.
Y es que tenemos una tasa de desempleo del 13,7 % que se hace no solo alta, sino peligrosa, cuando pasan los meses y no consigues dónde y cómo emplearte. Y entonces viene la siguiente conversación, que me duele profundamente, pero hay que entender como la realidad de lo que ocurre:
“Tuve que empezar a trabajar en esta empresa en un cargo en el que hago el doble y gano la mitad, hicieron una restructuración por la pandemia, pero la carga sigue siendo la misma. De hecho, me exigieron ser bilingüe y tener un MBA pero me pagan menos de 2,7 millones de pesos”.
Me dolió mucho escuchar eso y obviamente sentí tremendo malestar por el abuso que evidentemente se estaba cometiendo con María Paula, pero no había mucho que decirle.
Le pregunté cómo se sentía y me dijo que al menos tenía trabajo. En dos años pasó de ser una ejecutiva de gran proyección en una multinacional a trabajar para sobrevivir. Justo antes de que empezara la pandemia acababa de tener un bebé. Los planes iban muy bien, pero su empresa se vio muy golpeada en el confinamiento y perdió su trabajo, no hubo mucho para replicar. Durante un año y medio, vivió de sus ahorros y haciendo algo de repostería, que era su hobby, pero después de esta situación tuvo que aceptar un empleo por un pago algo menos de la mitad de su anterior salario.
Muchos no entienden esta situación porque no la han vivido o porque desde los privilegios de las empresas más sólidas la preocupación ahora es qué tan virtuales pueden ser aún. Ahora ya se vuelve un tema no solo de practicidad y eficiencia sino legal, pero ese no es el punto ahora.
Curiosamente, en un grupo que tengo con algunos compañeros de la universidad compartieron una posición que una empresa X buscaba con todo tipo de experiencia, títulos, idiomas y habilidades para pagar tres millones de pesos. La lógica me invita a pensar que si piden un perfil así se consigue, pero el deber ser y la justicia me hacen llegar a que no hay derecho a que se subestime la capacidad de una persona con tantos requerimientos y que se abuse de la necesidad de muchos profesionales que, como María Paula, tienen que aceptar lo que sea para alimentar sus familias.
Puedo entender que no estemos viviendo los mejores momentos de la economía, ni en Colombia ni en el mundo, y que eso implica que hay algunos costos que deben optimizarse dentro de la gestión financiera, teniendo además en cuenta una moneda con problemas en los últimos meses con una devaluación compleja (a excepción de la semana pasada). Pero es inaceptable que haya organizaciones que quieran abusar de la situación ofreciendo salarios muy bajos y comprando talentos por física necesidad ante la falta de oferta.
En este país no es fácil estudiar. De hecho, no es fácil conseguir un empleo justo para la gran mayoría de la población y si los líderes de las organizaciones no tratan de generar un cambio, esto va a ser un círculo eterno y vicioso. Trabajar solo por plata y recibir gente que así lo haga es el peor negocio para todos. Eso solo lleva a falta de compromiso, alta rotación, desmotivación y por tanto baja productividad. Me pregunto, entonces, ¿dónde está el ahorro? La miopía parece ser absoluta.