El vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, el colombiano Carlos Felipe Jaramillo, estuvo en Uruguay por primera vez ocupando ese rol. Mantuvo reuniones con la ministra de Economía y Finanzas, Azucena Arbeleche y el equipo económico, legisladores, empresarios -particularmente del software- y visitó la estación experimental del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) Las Brujas y la ciudad de Colonia del Sacramento.
Lo que sigue es la entrevista que Jaramillo mantuvo en exclusiva con El País el pasado viernes 4 de marzo.
-¿Cómo evalúa el impacto que tiene para América Latina la invasión rusa a Ucrania?
-Estoy viendo con mucha preocupación ese conflicto, que realmente nos ha tomado a muchos por sorpresa, era inesperado. Y más allá de los temas políticos, me preocupa en el corto plazo que ha tenido un impacto enorme sobre por ejemplo el precio del crudo y los combustibles en general. Semanas antes de que esto empezara el precio del petróleo andaba por los US$ 90, que ya era un precio alto, y ayer (por el jueves pasado) estaba en US$ 114 (N. de R.: ayer cerró en US$ 123), estamos hablando de un aumento de más de 25% en cuestión de dos semanas. Esto en general es una noticia muy mixta y más negativa que positiva para la región. Tenemos algunos exportadores de petróleo, pero creo que para todos tiene un impacto negativo en cuanto a que va a repercutir también sobre precios de alimentos. Ya hemos visto algunos precios de alimentos como granos que han subido y también algunos de ellos venían subiendo desde hace un año con esta problemática que había con los problemas de logística en general y venía subiendo la inflación en América Latina y en todo el mundo, a niveles, en algunos casos, sorprendentes. Es preocupante porque es el componente que más le pega a la población vulnerable. La población de bajos ingresos gasta una proporción mucho más alta de sus ingresos en alimentos y nos vuelve a poner en situación de alerta, como sucedió hace dos años con las economías que prácticamente cerraron sus actividades, todo el sector informal se quedó sin ingresos y hubo que reaccionar rápido para que la gente no entrara en problemas.
-Respecto a eso, ¿cree que en términos económicos lo peor del covid-19 ya pasó para América Latina?
-Ojalá, ojalá. Lamentablemente ni los economistas, ni los expertos en temas sanitarios nos han podido pronosticar las vicisitudes de esto. Ojalá la variante ómicron sea la última, pero creo que no tenemos ninguna garantía. Prefiero seguir alerta y mantener preparativos en caso de que vuelvan a aparecer variantes en algún momento que sean dañinas. Creo que esta experiencia para América Latina ha sido aleccionadora. La mayoría de los países no estaba preparado, tanto a nivel de sus sistemas de salud donde se han desnudado unas falencias muy profundas que ahora se están reparando y algunos tampoco estaban preparados fiscalmente, había países sobreendeudados antes de la pandemia y en el momento de la reacción, de los programas de contención social, para algunos ha sido muy difícil.
-Estamos en otro boom de precios de commodities, que para algunos países de la región es positivo ya que son exportadores de este tipo de productos, ¿qué debería hacer América Latina para que sea distinto del boom anterior entre 2004-2013 cuando la región no lo aprovechó?
-Es prematuro pensar que viene un ciclo de precios de commodities altos. Creo que lo que estamos viendo por el momento es coyuntural, atizado ahora por el tema de la guerra y la incertidumbre que trae, pero si el tema de la guerra se logra manejar pronto, pensaría que en un período muy razonable, tal vez entre este año y principios del año entrante, deberíamos regresar a precios de commodities mucho menores a los actuales. Eso es lo que nos dicen nuestros expertos en análisis de commodities y temas estructurales, de que la oferta de commodities está en general bien, pero hay unos problemas de logística y de que llegue el producto a los mercados. Al contrario (del boom), me preocuparía que la caída sea un poco acentuada por el apretamiento de la política monetaria de los países ricos. Ya anunció la Reserva Federal (Fed, el banco central) de Estados Unidos que va a empezar un ciclo de aumentos de las tasas de interés este mes preocupados con el tema de la inflación y el recalentamiento de la economía. He visto que en la región muchos de los bancos centrales ya empezaron ciclos similares de aumentos de tasas de interés. Entonces, vamos a entrar en un período de política monetaria más contractiva y me preocupa que esta fase de cierto auge que tenemos sea muy breve y pasemos a una frase contraria. Ahora, ¿qué hacer para evitar que América Latina regrese un poco al marasmo de crecimiento que vivimos…?
-O que haya un riesgo de estanflación, estancamiento de la actividad con inflación elevada.
-Que sería aún peor de lo que teníamos antes de la pandemia. Pero, las tasas de crecimiento de la región de los años posteriores al 2012 y hasta la pandemia, estaban per cápita muy cercanas a 0%. Fue un período de unos seis o siete años lamentable, lamentable para la región. Ahí lo que diría que es fundamental, en cada economía, en cada país, repensar sus puntos flacos. Todos tienen sus puntos flacos en materia de productividad, en materia de competitividad y para salir de esos temas usualmente tienes que hacer reformas. Nuestra región en los últimos años no ha sido muy generosa en llegar a consensos y pensar en reformas profundas para resolver estos cuellos de botella.
-En cuanto a la dificultad de la región para impulsar reformas, hay varios países que enfrentan problemas educativos, ¿cómo debería encararse este desafío para que las reformas puedan llevarse a cabo?
-Es un tema que hay que pensar país por país, pero sí me preocupa que estamos pasando por una fase en que se ha acentuado la polarización en la mayoría de los países de la región, en donde se han agrietado un poco los canales de comunicación y de diálogo, que creo que explica el que no haya habido mucho avance en reformas en años recientes. Para nosotros como BM, queremos promover ese diálogo de todos los estamentos y puntos de vista. Porque así en el pasado ha habido momentos en que se ha llegado a construir consensos. En este momento es difícil pensar en muchos países de América Latina que estén llegando a esos consensos. Veo un poquito de luz por ejemplo en Ecuador donde recientemente se aprobaron un par de reformas, una de ellas tributaria muy progresiva con tasas de impuestos mucho más altas para los de ingresos altos, con una labor de consenso de todas las facciones que no es fácil de ver en el resto de los países. Para nosotros es crítico promover este diálogo para llegar allí.
Veinte años en el Banco Mundial
NombreCarlos Felipe Jaramillo
Nacionalidadcolombiano
Cargovicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe
Carlos Felipe Jaramillo es el vicepresidente del Banco Mundial (BM) para la región de América Latina y el Caribe, a cargo de supervisar las relaciones con 31 países y una cartera de proyectos, asistencia técnica y subvenciones en curso cercana a US$ 32.000 millones. Bajo su dirección, las operaciones del BM en la región se centran en impulsar el crecimiento, reducir la pobreza, apoyar la equidad y proteger el medio ambiente.
Anteriormente, Jaramillo se desempeñó como director del Banco Mundial para Kenia, Ruanda, Somalia y Uganda, con sede en Nairobi. Allí administraba una cartera de operaciones con más de 80 proyectos, representando una inversión total superior a los US$ 12.000 millones, para ayudar a los países a compartir y poner en marcha conocimientos y soluciones innovadoras a los desafíos que enfrentan.
Previo a su posición en África, Jaramillo ejerció como director sénior de la Práctica Global de Macroeconomía, Comercio e Inversión del Grupo del Banco Mundial, donde estuvo a cargo de un equipo global de más de 450 economistas. Desde su ingreso al Banco Mundial en 2002 también sirvió dos períodos como director de país en la región de América Latina y el Caribe.
Antes de incorporarse al BM, Jaramillo fue funcionario público en el gobierno colombiano, desempeñando cargos en el Ministerio de Finanzas, el Banco Central y el Ministerio de Comercio.
Jaramillo tiene una maestría y un doctorado en economía del desarrollo de la Universidad de Stanford. Ha impartido clases en el Departamento de Economía de la Universidad de los Andes, en Bogotá, y en la Universidad de Maryland, College Park.
-También en muchos países se está viendo un envejecimiento de la población y eso pone presión en los sistemas de jubilaciones. ¿Qué se debe tener en cuenta a la hora de hacer una reforma previsional?
-Es un tema complicado en toda la región. Me preocupa que los países han armado en muchos casos sistemas previsionales importantes y significativos, muy circunscriptos a los empleados formales, que en muchos países son una minoría de la población. Entonces, le resuelves el problema pensional a grupos relativamente pequeños y favorecidos, porque son aquellos que cuentan con trabajos de cierto nivel para arriba y mejor remunerados, y le prestas poca atención a los grupos grandes más vulnerables y de menores ingresos que no tienen acceso al sistema previsional porque no tienen trabajos formales. Hay países que en los últimos años han tenido iniciativas importantes para llegar con alguna cobertura previsional a estos grupos, pero es costoso porque son proporciones grandes de la población. Creo que es el gran reto a futuro: cómo armar sistemas previsionales que sean por un lado fiscalmente sostenibles y por otro que le lleguen a las mayorías y que no sean exclusivos de una proporción relativamente baja de la gente que está trabajando. Estamos pensando mucho en este tema porque es una necesidad de todos los países de la región, algunos más, otros menos. A pesar que la pandemia ha sido muy negativa, un elemento muy positivo fue la respuesta en la mayoría de los países para aminorar y amortiguar el impacto de los ceses de actividad. En buena parte de los países se prohibió la circulación de la gente por meses y eso le dio muy fuerte, sobre todo a los empleados informales que viven de vender en las esquinas. La mayoría de los países tenían unos programas de transferencias monetarias a grupos vulnerables, relativamente pequeños, pero ya los tenían montados y tenían el sistema, entonces en el momento en que viene la restricción los países que han contado con los ingresos para responder, han puesto munición en estos cañones y han podido cubrir buena parte de la población más afectada. La pobreza en América Latina efectivamente aumentó en 2020 y 2021, pero muchísimo menos de lo que hubiera sucedido si no fuera por estos programas muy especiales.
El rol del Banco Mundial
-Últimamente, el Banco Interamericano de Desarrollo y la CAF-banco de desarrollo de América Latina están con una presencia muy fuerte en la región, entonces, ¿cuál es el rol que tiene el Banco Mundial para jugar allí?
-En América Latina el Banco Mundial siempre ha tenido una presencia importante, así tengamos otros bancos multilaterales importantes, que por cierto son socios con el Banco Mundial en muchos de los países, en mucho de los proyectos, porque tenemos metas y temas muy parecidos. En el año fiscal de la pandemia (1° de abril de) 2020 – (30 de junio de) 2021 otorgamos en créditos a los gobiernos de países de América Latina US$ 14.500 millones, que es una de las cifras más altas del BM para la región, tal vez sobrepasada solo por la crisis financiera global. Este año vamos para alrededor de US$ 10.000 millones. A eso sumamos el apoyo que se le da al sector privado a través de créditos y garantías que otorgan la Corporación Financiera Internacional (IFC por sus siglas en inglés) y el MIGA (siglas en inglés del Organismo Multilateral de Garantías de Inversiones), ambos del Grupo Banco Mundial, desde el principio de la pandemia hasta finales de junio pasado fueron US$ 14.600 millones. La gente a veces piensa que el BM es irrelevante en América Latina, pero sigue siendo una entidad grande, importante en toda América Latina, incluyendo Uruguay.
-¿La automatización del empleo es un riesgo para la región o es algo que se da de manera muy gradual y eso permite una reconversión natural?
-Todavía no tenemos una respuesta clara. Personalmente tengo la preocupación de que algunos de estos cambios que traen la automatización, la inteligencia artificial y todos estos avances tecnológicos, podrían tener impactos rápidos sobre sectores de la economía y pueden desplazar a grupos importantes. Tengo ese temor y es mejor preocuparse y empezar a pensar en formas de ayudarle a la gente a prepararse para posibles transiciones. También lo veo como algo no necesariamente negativo, si no como una posible oportunidad.
-¿En qué sentido?
-Por ejemplo, Uruguay es uno de los países líderes en montarse en el software de alto valor, todavía relativamente pequeño en cuanto a empleo, pero muy bien remunerado y muy dinámico. Creo que esa es una línea en la cual todos los países de América Latina deberían trabajar, pero requiere dos grandes componentes. Uno es la capacitación en temas de programación, software, etc., por lo menos las bases mínimas porque vas a entrar a competir con el mundo entero y segundo una muy buena conexión a Internet y la tecnología, que lamentablemente en América Latina todavía cerca de la mitad de la población no tiene acceso a Internet. Nos alegramos por el éxito de unos grupos que son todavía pequeños, pero el potencial es mucho mayor y deberíamos arrastrar una masa mayor. Me preocupa que al final los grandes ganadores sean grupos demasiado pequeños y creo que el reto de la política pública es tratar de generar multiplicadores rápidos de esos grandes éxitos para que haya mucha gente lista y capacitada, y que no sea una sola empresa sino varias, para que no se limite el crecimiento de esas empresas porque no hay la fuerza de trabajo capacitada. Por lo menos en estos dos días que he estado en Uruguay, he escuchado cosas positivas y veo que Uruguay tiene ya potencial demostrado y ojalá nos muestre el camino a otros países en la región.
-Se reunió con el equipo económico en esta visita a Uruguay, ¿qué sensación se llevó y que temas hablaron?
-Tuvimos buenas reuniones, especialmente con la ministra de Economía (y Finanzas) Azucena Arbeleche y su equipo, tratando de ver qué temas hay en la agenda y profundizar en una agenda muy antigua en la que tenemos en la asociación del Banco Mundial con Uruguay que empezó en 1946 con el primer préstamo para telefonía en 1950. En la foto de creación del Banco Mundial está el representante de Uruguay junto al representante del Reino Unido que es ni más ni menos, que John Maynard Keynes. En cuanto a temas, hablamos de la coyuntura, de la preocupación por el alza en el precio de los combustibles en el corto plazo, que para Uruguay no es buena noticia. Hablamos de áreas en las cuales hemos podido prestar apoyo y han sido positivas, en que Uruguay lo ha hecho muy bien. Tal vez resaltaría dos: todo el manejo de la crisis del covid, desde la parte en salud donde Uruguay ha sido ejemplo a nivel regional y global. Relacionado con la crisis del covid, lo que conversábamos antes de la red de contención social que aquí ha sido muy fuerte de vieja data y que sirvió mucho para darle a la población apoyo en los peores momentos y que mitigó y evitó que la tasa de pobreza subiera mucho. Es un logro y algo que hemos llevado como Banco Mundial a otros países para exportar esa experiencia positiva. El segundo tema que quise resaltar con la ministra, y felicitar, es el muy buen manejo de la política fiscal en términos generales. Hay países que antes de la pandemia no venían bien, venían con niveles de deuda muy alto y eso los frenó y no les permitió dar una respuesta adecuada a la crisis. Estudiando el caso de Uruguay, veo que gracias a políticas serias, conservadoras y sensatas se logró tener la capacidad de acción, la capacidad de mantener unos ahorros y la capacidad de endeudamiento, que en el momento crítico cuando llegaron los momentos más duros de la pandemia se pudo dar esa respuesta positiva contracíclica para ayudar a la gente y a la economía. Creo que Uruguay lo ha hecho muy bien. Ahora que hemos pasado, espero, lo peor de la crisis, es el momento en que toda la región de América Latina debe retomar un poco esa agenda de sostenibilidad fiscal y Uruguay creo que va a la cabeza del grupo, con una política muy firme y muy seria. En otros países estamos usando el ejemplo uruguayo para que se empiecen a anunciar los planes de contención del gasto, de las medidas que haya que tomar de impuestos o mejor manejo de deuda, porque la deuda ha quedado muy alta en todos los países. Ahora lo importante es empezar a llevar la deuda hacia abajo para prepararse para cualquier otra crisis futura y poder tener munición para responder.
-¿Cuál es el pecado económico que no debería cometer América Latina?
-Hay varios temas, pero voy a escoger uno que en estas épocas no se menciona con suficiente énfasis que es el papel del sector privado. Me preocupa que en toda América Latina, con muy pocas excepciones, el sector privado, que es el motor del crecimiento económico, el motor de la inversión y el motor de la generación de empleo, no recibe la atención que se merece. Sobre todo la construcción y el mantenimiento de un ambiente propicio para la inversión, para la creación de empleos por parte del sector privado. A veces siento que el sector privado es tomado como algo que existe, pero creo que es como las plantas que hay que mantenerlas y crear un ambiente en el jardín para que haya posibilidades de crecimiento. Pero, por el contrario hemos tenido una tradición en muchos de los países de tomar medidas, muchas veces punitivas y restrictivas y que hacen más difícil la vida de un empresario joven, nuevo, pequeño. Por eso la vida promedio y el tamaño promedio de las empresas en América Latina sigue siendo bajo, bajo. Muchas empresas nacen, no crecen, porque no tienen el ambiente y el apoyo positivo. Entonces un pecado -como dijiste-, sería no prestarle la atención que se merece al desarrollo del sector privado en general.
¿Qué piensa de las criptomonedas?
-En cuanto a las criptomonedas, El Salvador dio un paso con el bitcoin como moneda de curso legal, otros países de la región se han enfocado más en atraer empresas de criptodivisas, minería de critpomonedas. ¿Ve riesgos u oportunidades para la región en esto?
-Hay oportunidades y hay riesgos y por eso hay que ir paso a paso en este tema que es también novedoso. La parte positiva es que hay un adelanto tecnológico enorme, que tiene que ver con la conexión de más y más personas con Internet y en este caso a las transacciones financieras, que se han facilitado y es una enorme ventaja para las poblaciones de menores recursos que tradicionalmente no han tenido cuentas en bancos ni la posibilidad de acceder a préstamos. Personalmente he visto en América Latina gente que en los últimos tres o cuatro años, tuvo por primera vez la posibilidad de tener pequeños créditos, hacer giros fáciles a costos mínimos, gracias a este enorme adelanto que representan las fintechs.
Por la parte de riesgos, me preocupa bitcoin. Me gustan las monedas digitales como concepto, pero esa en particular me preocupa el hecho de que está totalmente por fuera de cualquier supervisión financiera de cualquier país del mundo. No sabes de dónde provienen los fondos, para dónde van. Como entidad que supervisamos las actividades de los gobiernos, escuchamos y vemos la preocupación sobre todo de los supervisores de las entidades financieras, de que bictoin por ser un poco opaco en la manera cómo funciona, puede ser un elemento desestabilizador. Además me preocupa personalmente que la minería de bitcoin consume energía y estamos en una época de cambio climático y en muchos países se suspendió o prohibió la minería de bitcoin por problemas de cambio climático, ya que había servidores minando bitcoins con energía de plantas de carbón. Evaluaría alternativas antes de llegar a bitcoin como la gran solución.