Hay, pues, dos planos marcados de influencia de tamaña crisis.
En el corto plazo, el acontecimiento militar en el norte de Europa ya se ha agregado a nuestra agenda propia (que incluía macroeconomía desequilibrada, indicadores productivos mediocres desde hace años, negociaciones con el FMI ya en la última instancia y problemas sociales). Como para recordarnos que lo que pasa más allá de nuestras fronteras no ocurre en realidad afuera y que ya no hay diferencia entre lejos y cerca en el mundo de hoy, estamos ya desde hace días midiendo la influencia de aquella guerra en nuestra coyuntura.
Podemos, así, hacer cuentas en relación al alza de precios de commodities agropecuarios que puede permitirle a Argentina cobrar más por tonelada exportada aun cuando la producción está afectada por el clima. Aunque a ello debemos tamizarlo porque también suben los precios de la energía, que Argentina debe importar y que había estado consiguiendo a precios muy ventajosos hasta hace poco. Y, a la vez, podemos preguntarnos si no se reinician las condiciones para una discusión política (poco recomendable) sobre la apropiación de la renta extraordinaria de los agroexportadores y las condiciones de inversión para la producción petrolera y gasífera pueden volver a ser tema de discusión. Todo, además del problema de los subsidios a la energía y el combustible que pueden quedar fuera de la reducción esperada si suben los costos locales por las cotizaciones externas. A lo que, adicionalmente, podemos añadir que el problema no se remite solo a la Argentina, sino a la negociación con el Fondo Monetario Internacional que no solo deberá acordar con Argentina un programa (que se espera incluya baja de subsidios) sino que periódicamente acudirá a la revisión del cumplimiento de lo que se acuerde a partir de la primera firma. Y -como si fuese poco- podemos preguntarnos también si los precios internacionales hacia arriba, además, generarán una adicional presión al alza de la inflación.
Pero hay otro punto de análisis, menos coyuntural, al que podemos acudir. Los movimientos geopolíticos están marcando nuevas condiciones sobre la economía internacional.
Ahora, ante la avanzada en Ucrania, hemos visto que EEUU, el Reino Unido y la UE han reaccionado con sanciones económicas contra Rusia. Pero la geopolítica presionando a la economía es algo que venimos viendo desde hace un tiempo ya. Empezando por las controversias entre Estados Unidos y China, pero advirtiendo que aquellas se completaban por fricciones ente China y la Unión Europea (que detuvo el avance de un acuerdo bilateral de protección de inversiones), o del gigante asiático con Australia (cuyas exportaciones a China fueron restringidas por temas políticos). A lo que debe agregarse aquella reformulación del NAFTA promovida por el entonces presidente Trump, y el Brexit que no solo supuso la salida del Reino Unido de la Unión sino la conformación de una política de “Global Britain” que está llevando al Reino Unido a ser el país que en los últimos 18 meses más tratados de libre comercio celebró en el planeta con nuevos socios (y no ya en la UE). Además puede darse cuenta del proyecto AUKUS (Australia, Reino Unido y EEUU) que alteró militarmente al Pacífico, de la puesta en marcha de la más grande zona de libre comercio en el mundo en Asia (RCEP) y del pacto de hace algunos meses entre China y Rusia para abastecimiento entre los dos países.
Algo está ocurriendo en la formación de nuevos ejes geopolíticos. Y tiene relevante impacto en al economía internacional.
Lo atractivo de ello es que, a diferencia de lo que ocurría en el planeta en el siglo XX; además hay ahora una realidad paralela adicional, en el ámbito de la economía: ocurre que muchas empresas operan ahora a través de las llamadas nuevas geografías digitales (bien distintas de las físicas, y dentro de las cuales más que geopolítica hay una nueva economía de los intangibles como principal motor de producción). Internet se ha convertido en un nuevo continente que abandonó la vieja función de (meramente) permitirnos acceder a contenido y se transformó en un espacio en el que se negocia, se decide invertir, se forma conocimiento económico, se compra y vede, cobra y paga; y se activan alianzas entre empresas (las “global innovation networks” que refiere la WIPO). Y hasta se genera el telecommuting que grafica Richard Baldwin.
¿Cómo se conjuga la vieja realidad del poder político en un territorio y la influencia regional con una nueva economía supraterritorial?
En 2021 el comercio internacional entre todos los países llegó al récord histórico de 28 billones de dólares y el stock de inversión extranjera directa operando en los países superó los 41 billones de dólares; lo que muestra que la economía global (cada be mas amparada en la tecnología supranacional) avanza mientras la política y la geopolítica hacen su juego.
¿Cómo convienen ambas?
La realidad tradicional muestra, por un lado, en Ucrania, avances en el territorio como manifestación de poder; pero por el otro la nueva economía exhibe por su lado empresas en la nube y consumidores planetarios.
Se abre un inédito espacio entre ellas (ambas realidades) de aquí en adelante.
Es posible que un punto de encuentro entre ellas sea la generación de nuevas alianzas entre países que organicen sus condiciones de desarrollo de la nueva economía en base a parámetros comunes (dentro de esas alianzas). Y que el mundo tienda a conformar agrupamientos de países según sus modelos en materia de derechos individuales, autonomía empresaria, respeto de contratos, apertura económica, democracia política, derechos humanos, estado de derecho.
Y que ello consecuentemente lleve a países como el nuestro a la necesidad de ejercer algún esfuerzo diplomático mayor que el que nos ha requerido hasta ahora.
La internacionalidad económica es difícil de revertir. Podrá haber en adelante grupos en comunidades internacionales, ejes de poder, fuerzas de integración de un lado y de otro, alianzas de países y regiones; pero las economías nacionales aisladas ya no pueden ser autosuficientes por razones tecnológicas, de demanda, de globalización del consumidor y de escala.
Nada, por ello, ocurre lejos.
Por un lado podemos hacemos cuentas sobre el impacto en Argentina el corto plazo de la invasión Rusa en Ucrania. Pero por el otro conviene empezar a pensar en la futura acción argentina ante un nuevo escenario inminente, un mapa complejo que integrará la nueva economía global, indetenible, con desafíos geopolíticos.
Lo que requerirá una nueva agudeza diplomática e internacional.
Especialista en negocios internacionales. Presidente de la ICC (Internacional Chamber of Commerce) en Argentina