La tarde de este jueves, 24 de febrero, tuvo lugar el Encuentro sinodal del Santo Padre con los jóvenes universitarios de las Américas. En este evento virtual el Papa dialogó por más de una hora con los universitarios sobre el fenómeno de la migración y cómo construir puentes entre Norte-Sur.
Renato Martinez / Salvatore Cernuzio – Ciudad del Vaticano
El Encuentro sinodal entre el Papa Francisco y los jóvenes universitarios de las Américas para hablar sobre el fenómeno de la migración y cómo construir puentes entre Norte-Sur inició la tarde de este jueves, 24 de febrero, con la oración a la Madre de Dios, pidiendo por la situación que se vive en Ucrania, por las víctimas y sus familias.
En el evento promovido por la Universidad Loyola de Chicago y la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), el Santo Padre dialogó con cuatro grupos de jóvenes del norte y sur de América que le expusieron el proceso sinodal que llevan adelante, con una atención especial a los migrantes y refugiados, con el fin de mejorar la situación de los migrantes y con la esperanza de que el Papa Francisco les pueda alentar en la construcción de puentes adecuados para buscar soluciones a estos problemas relacionados con los migrantes.
El diálogo con los jóvenes universitarios
Desde las 19:00 hasta las 20:45 horas, el Papa permanece conectado desde el salón de la Casa Santa Marta para la tertulia con Lorena, Leo, Paco, Alejandro, Priscilla, Jefferson y otros chicos y chicas. Vienen de diferentes lugares – brasileños, canadienses, estadounidenses, argentinos – algunos son migrantes, que emigran de un país a otro o de los suburbios al centro de sus ciudades en busca de mejores oportunidades de vida. Conectados por smartphones, tabletas y ordenadores, divididos en cuatro bloques, cuentan brevemente al Papa su historia, denuncian las emergencias de sus países o presentan proyectos desarrollados en los últimos años.
Construir puentes, parte de la identidad cristiana
Compartir ideas e iniciativas desarrolladas en diversas latitudes de América es la forma de construir esos “puentes” que sugiere el título de la reunión virtual. Y el Papa habló de puentes en las primeras líneas de su discurso, precedido por los saludos del Cardenal de Chicago, Blaise Cupich, y de la Secretaria de la CAL, Emilce Cuda. “Construir puentes es una parte integral de la identidad cristiana. Cristo viene a construir puentes entre el Padre y nosotros. Un cristiano que no sabe construir puentes ha olvidado su bautismo”, dijo el Pontífice.
No violencia activa
Durante todo el tiempo que duraron las preguntas de los jóvenes, tomó notas en hojas de papel. Dejó que los jóvenes hablaran primero, y luego intervino ofreciendo sugerencias e indicaciones para el futuro. Dice que sería bueno que este espacio sinodal se convirtiera en una constante entre los jóvenes estudiantes y los Pontífices. Y luego respondió a una brasileña que denunció la “violencia dura y salvaje” que ha vivido y vive su país. A la violencia, dice el Papa, hay que responder con la “no violencia activa”: “Este es el mayor reto que esperan de vosotros, la denuncia de la violencia”, dice a los jóvenes. “La violencia destruye, la violencia no construye, y lo vemos en las dictaduras militares y no militares a lo largo de la historia. Necesitamos la profecía de la no violencia, es mucho más fácil dar una bofetada cuando se recibe, en lugar de poner la otra mejilla”, dice, recordando el ejemplo de Gandhi. “La bondad -añade el Papa- es una de las cosas más bellas del ser humano, nace de la ternura. El Papa Francisco también advierte contra el “juego de la hipocresía”: “Envenena tu vida. La sinceridad cuesta y te hace avanzar en la conversión a la armonía con el mundo”.
La naturaleza nunca perdona
El Papa también habla de la armonía con respecto a la creación, un tema que más de un estudiante propone en su discurso. Se citan cifras dramáticas: 20 millones de personas al año huyen de su patria debido al cambio climático; una previsión de 1.400 millones de refugiados climáticos para 2060. A continuación, Francisco reiteró la invitación a cuidar la Casa Común y recordó un dicho español: “El Señor siempre perdona, nosotros perdonamos a veces, la naturaleza no perdona nunca”.
Acogida e integración de los inmigrantes
En el diálogo se dedica un amplio espacio al tema de la migración. Una chica sudamericana que había emigrado con su familia denunció el trato recibido: “No somos violadores, asesinos, drogadictos… Somos soñadores trabajadores que ofrecemos a este país lo mejor de nosotros mismos”. El Papa responde reiterando el teorema compuesto por cuatro verbos, útil para abordar lo que califica como “uno de los dramas más graves” de nuestro siglo. “Estamos viendo cómo la gente abandona su tierra por problemas políticos, guerras, problemas económicos, problemas culturales. El principio es muy claro: el inmigrante debe ser acogido, debe ser acompañado, debe ser promovido, debe ser integrado”.
Como en otras ocasiones, el Papa repite que los países deben decir “honestamente” cuántas personas pueden acoger, para que otros países puedan intervenir. De este modo, se desencadena la “fraternidad” necesaria para este mundo dividido. El Pontífice dice que es bueno insistir en el tema, porque concierne a todos, dado que muchos son “hijos de emigrantes”. “Yo mismo”, recuerda, “soy hijo de emigrantes”, miembro de una familia que dejó el Piamonte cuando “mi padre era un joven contable de 22 años”. El propio Estados Unidos es “un país de migrantes: irlandeses, italianos…” y “mi país, Argentina, es también un cóctel de migrantes”, dice el Papa. El tema, por tanto, nos interpela a cada uno de nosotros, especialmente a los universitarios que, subraya, deben afrontar, estudiar y hacerse cargo del problema a través de los tres lenguajes “de la cabeza, el corazón y las manos”, no cayendo en el riesgo de volverse “fríos, sin corazón”.
Cuidar las raíces
No faltan las referencias al diálogo entre generaciones. “Raíces” es la palabra, pronunciada por un joven, que inspiró a Jorge Mario Bergoglio: “Una de las cosas suicidas para una sociedad es cuando niega sus raíces. Cada uno tiene que cuidar sus raíces, por eso insisto en el diálogo entre los mayores y los jóvenes. Los ancianos son las raíces, todos los frutos vienen de las raíces”. Sí, los inmigrantes también deben integrarse en los países de acogida, pero no deben olvidar sus raíces, pues de lo contrario “vivirán con la culpa de ello”.
Una Iglesia “por la calle”
Por último, reflexionando sobre el tema de la sinodalidad, el Papa no deja de hacer un llamamiento a toda la Iglesia para que sea una Iglesia “en camino”, “en salida”, y no una “Iglesia museo estática”, donde todo está limpio y ordenado pero todo no funciona. Una Iglesia, por tanto, que se cuestiona a sí misma. A este respecto, Francisco cuenta una anécdota personal de cuando, hace años, en un barrio de Buenos Aires, vio a un cura transformar la parroquia en Navidad y Semana Santa en un comedor abierto a los inmigrantes y a quienes no tenían con quién pasar las fiestas: “Me impactó. Pero eso fue una bofetada en la cara que me cambió el corazón”.