La semana pasada escribí un artículo sobre “entender al vecino” y narré algunos episodios curiosos sobre cómo percibimos el comportamiento del otro y el valor que le asignamos a sus acciones. La idea central de esta colaboración era explicar que en muchas ocasiones, México y Estados Unidos no se entienden porque ambos se atribuyen valores, significados y mensajes que no necesariamente resultan ciertos o que sencillamente son incorrectos porque no han sido codificados de forma precisa. Esta semana hemos sido testigos de profundos e importantes acontecimientos mundiales con lo que sucede entre Rusia y Ucrania, y en medio de ello, México ha tenido un importante lugar en los mensajes emitidos por el Departamento de Estado sobre la situación que guarda nuestro país. Pero para ir más allá, creo que sería más constructivo tratar de entender una cosa fundamental que ya hemos reiterado en ocasiones anteriores, en dos partes: la primera, intentar ser objetivos y comprender lo que está diciendo el otro y las razones reales de por qué lo dice o hace; y en segundo lugar, al interactuar, estar seguros que estamos defendiendo nuestro interés más que nuestra posición.
En otras palabras, México y Estados Unidos, ambos, se beneficiarían mutuamente y en enorme medida si cada mensaje se le codifica en su justa dimensión. Creo que en muchas ocasiones lo que ocurre tiene que ver en gran medida con el ámbito interno y las audiencias domésticas de cada país. Y para que este ejercicio funcione, cada cual tiene que preguntarse si las razones que, de forma intuitiva le atribuye a su contraparte son ciertas, o bien, corresponden al ámbito subjetivo y cuál es el verdadero alcance de estas. En cualquier caso se hace necesario pensar y estar convencidos de lo que cada uno trae a la mesa y con qué elementos cuenta para negociar e interactuar con el otro.
Luego entonces, hay algunas rutas que México puede explorar para cambiar la conversación bilateral que en este momento no está siendo productiva. Y cuando digo lo anterior, me refiero a que no dejará de haber tensión, problemas y reclamos (es parte natural de ser vecinos), sino a que a pesar de ello, se pueda evolucionar y avanzar. ¿Cuál es el interés de nuestro país? Si bien es cierto que la seguridad y la economía es donde tenemos mayor cantidad de convergencias y divergencias, también es cierto que hay una serie de tópicos y colaboraciones que pueden ir más allá en este dilema. Por ejemplo, temas culturales, de profesionalización e integración, de inmigración, de creación de cadenas productivas y combate a la pobreza, etc. No será fácil porque hay desconfianza sobre la actitud, razones y comportamientos del otro (con justa e injusta razón, dependiendo el caso) pero también tenemos que saber que de todos modos esas tensiones no van a desaparecer y por ende, tenemos que enfocar nuestra energía en otro lado. Al final del día, la idea es que este sea un arreglo de beneficio mutuo, y en ese sentido, dada la relación multifactorial y multifacética, tenemos de donde para escoger. No podemos mudarnos, pero podemos cambiar la forma de relacionarnos con nuestros amigos y vecinos, sin duda.