Sacrílego, profano, provocador, lector empedernido, obsesivo con las ideas religiosas –sobre todo con la imagen de Jesús– y explorador constante del universo femenino y sus recovecos. A Paul Verhoeven se le atropellan las palabras. Luce acelerado al hablar, su expresión corporal es la de alguien a quien le brotan ideas como un caldero en ebullición y a quien de repente se le rebosan. Cruza unas palabras con otras, se emociona, sonríe recordando historias y de repente, frena. Intenta poner en orden su siguiente frase.
No es un tema de la edad –tiene 83 años– porque es la tercera vez que tengo el privilegio de conversar con este director, guionista y productor holandés y siempre ha sido así: eléctrico, apasionado. Es su personalidad: un incesante productor de ideas, las mismas que se mezclaron con libros o aportes externos, y se cocinaron en historias fantásticas, retorcidas y dramáticas en el cine.
Verhoeven es el papá de RoboCop, su salto al vacío en Hollywood en 1987 después de casi dos décadas de filmar en su país natal. La ‘resurrección’ de un policía en el cuerpo metalizado de un robot para seguir combatiendo el crimen en Detroit le abrió las puertas de la gloria y se confirmó como un amo de Hollywood con Bajos instintos.
Tiene una memoria prodigiosa. Mientras responde la entrevista se acomoda nerviosamente el pelo, completamente blanco. Habla de su más reciente película, Benedetta, el relato de una monja lesbiana que escandalizó a Cannes el año pasado.
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En ese festival es un viejo conocido por su cine provocador: en el 2016 ya había competido con su película Elle, un espeluznante relato de venganza y violación en el que Isabelle Huppert brilló como nunca antes.
“Decidí hacer Benedetta porque pensé que sería interesante cómo la gente miraba las relaciones lésbicas en el siglo XVII y donde estamos ahora. Podíamos comparar qué ha pasado en estos 400 años, y en realidad hemos progresado algo en los tiempos recientes”, dice.
Su carrera ha sido de altibajos: si bien arrancó con lucidez en la indomable meca del cine con RoboCop, El vengador del futuro y Bajos instintos, títulos como Starship Troopers, Hollow man o Showgirls –a la postre, convertidos en filmes de culto– le valieron una lluvia de piedras. Si alguien sabe de caer y levantarse, ese es Verhoeven, que regresó campante con Black Book, Elle y la polémica Benedetta, que está inspirada en el libro Actos impúdicos: la vida de una monja lesbiana en la Italia renacentista, de la historiadora Judith C. Brown.
El relato sigue la vida de Benedetta Carlini, una piadosa joven de una familia adinerada que se convierte en monja y que durante su estancia en el convento hace milagros y recibe los estigmas, y en el camino descubre sus éxtasis, visiones, y su sexualidad: es lesbiana, un pecado mayúsculo por el que será llevada a juicio.
¿Cómo llegó a la historia de Benedetta?
Yo le envíe el libro a mi guionista, simplemente pensé que era una gran historia. Y sucedió realmente: mucho de lo que se ve en la película, al menos el 60 o 70 por ciento, se reveló en el juicio contra Benedetta Carlini. Judith Brown, profesora en Stanford, encontró estos documentos que eran notas del escribano del juicio de 1623 o 1624. Ella misma las encontró por casualidad en los archivos de Florencia (Italia). Las notas describían los interrogatorios de Benedetta y Bartolomea y de otras monjas hablando de las acusaciones en contra Benedetta por sostener una relación lésbica.
La historia aclara lo que ocurría en el siglo XVI: era un pecado tener una relación lésbica. Pero si usabas un juguete, un dildo por ejemplo, ibas a juicio porque tenías alguna herramienta sexual en la relación.
Todo está documentado en el libro de Judith Brown, en el que hay muchas voces, pero en el que son muy importantes las de Bartolomea y Benedetta. Lo que hicimos fue que recopilamos materiales de las relaciones entre mujeres y de sus consecuencias. Benedetta fue encarcelada en un monasterio –no era un cárcel pública como las conocemos–. Fue confinada a un cuarto mientras transcurren los cuatro años del juicio, en el que es condenada a pasar 40 años allí, donde morirá en sus 70.
Nos interesaba ver qué sucedía en ese tiempo, cómo la gente veía a las mujeres, sobre todo, a las que tenían sexo con otras mujeres. Fue algo que me pareció fascinante.
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¿O sea, lo que se ve sucedió realmente?
Obviamente agregamos detalles. El libro de Judith Brown, Actos impúdicos… (lo muestra en la cámara) no lo tomamos fielmente: la revolución del final, por ejemplo, no es algo histórico ni las protestas de la gente en contra del juicio: eso fue algo que adicionamos.
Tomamos una enorme cantidad de detalles de las notas al pie de página del libro de Judith y están en la película, como la visiones que tiene Benedetta, que son muy específicas en libro. Las simplificamos o las hicimos más cinematográficas. Esa visión de las serpientes que tiene Benedetta no es otra cosa que lo que ella siente por Bartolomea; en lo que se narra en el libro, lo que se contó el juicio, fue que Benedetta vio muchos animales: escorpiones y leones, en el guion nos parecía aburrido poner tantos animales, pensamos que se vería como un zoológico, así que solamente pusimos serpientes que son perfectas pues simbolizan la seducción de Eva.
Hablando de las visiones de Benedetta, hay una en la que está en frente de Jesús crucificado y este Jesús no tiene genitales…
Sí, es cierto. Puedo mostrarte algo, pero tengo que salir. Espérame.
(Se levanta de la silla, abandona el cuarto donde concede la entrevista, repleto de estanterías llenas de libros y un precioso piano de cola al fondo. Al instante regresa con un libro en la mano).
¡Volví! (Y muestra la portada de un libro: Illuminations of Hildegard of Bingen). Hildegard of Bingen vivió 100 años por la misma época de Benedetta. Era escritora, hizo pinturas, escribió música –de hecho, las canciones que interpretan las monjas en la película fueron escritas por ella–. De este libro sale la ilustración del Cristo sin genitales. Lo tomé como una de las visiones de Benedetta pensando un poco en la idea de que ella no ha tenido sexo con un hombre, así que no tiene una idea muy clara de cómo funciona ni cómo luce esa parte. Me pareció interesante ponerlo en la película.
Presentía que iba a generar un efecto. En la realidad, en lo histórico, la crucifixión que hacían los romanos era completamente desnudos, pero me pareció mucho más interesante usar la imagen que había plasmado una mujer que no conocía los genitales masculinos.
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El dildo que condena a Benedetta es una imagen de la virgen María… ¿esa fue idea suya?
Sí, fue una adición mía; bueno, no solo mía, también del guionista. Necesitábamos una imagen histórica que diera la sensación del gran pecado para la película –no estoy hablando de lo histórico en este caso–. Ya sabes, para la película necesitamos drama, emociones generar atención, todas esas cosas, así que usamos cosas históricas para ambientar la ficción: por ejemplo, la imagen de María Antonieta yendo al estrado para ser decapitada fue la que inspiró el camino que recorre Benedetta… Usamos muchas escenas que básicamente fueron cosas que se me vinieron a la mente o que encontramos en los libros históricos de la época.
La historia dice que en 1620 no ibas a juicio por una relación lésbica, pero si usas un instrumento (como el dildo) serías condenada.
Hay varios detalles de eso en el libro de Judith, pero lo de Benedetta y Bartolomea va más lejos. Bendedetta es acusada de lesbianismo, de mentir, de inventar cosas, manipular cosas, luego pasó toda su vida en una celda, pero Bartolomea se salió con la suya, no fue encarcelada porque en el segundo juicio acusó a Benedetta.
A mí me suena como un caso de #MeToo, sabes: en este caso, estoy seguro de que ella usó esto y la delató para no ir a la cárcel: dijo que Benedetta la forzó por no sé qué tanto tiempo, que la engañó, todo por escaparse y lo logró. Se vendió como la víctima y Benedetta fue la villana.
Si tu lees el primer juicio completo, el pensamiento de Bartolomea es completamente diferente. Dice: ‘Yo toqué su corazón y estaba muy caliente’; claro, si tocas el pecho, tocas el corazón (se ríe). Y así Benedetta acabó en prisión por el resto de su vida y Bartolomea quedó libre.
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Con todo lo que hace: ¿usted se considera un maestro de la provocación?
Sabes, a veces eres consciente de que es bueno provocar, pero eso nunca me motivó porque lo encontré interesante o porque la gente lo hace, simplemente es algo que sucedió.
Por ejemplo, yo hice Bajos instintos, y filmamos a Sharon Stone abriendo las piernas y por algunos segundos ves algo que crees que es su vagina. Y eso fue algo que nunca hablamos. En ese tiempo, ha pasado mucho y casi no recuerdo con exactitud, pero recuerdo que sacamos a los actores y a la gente de producción del lugar, solamente me quedé con Sharon y mi director de fotografía (Jan de Bont) para rodar la escena. Ella estaba sola en el cuarto.
Y se filmó. Cuando estábamos visualizando el material la vimos y le pregunté si dejábamos la escena, porque debíamos usarla, y ella me dijo, claro ustedes la filmaron. No fuimos conscientes al rodarla, no había esa intención de ser sensacionalistas. De hecho, hace poco ella publicó algo de eso en su autobiografía.
Y la escena sigue ahí, es de esas cosas que no haces conscientemente para provocar, pero siempre intento hacer las cosas de distintas maneras, para que se vea de la manera más elegante posible. Muchas veces resultan distintas a como las pensé, pero lo que sí es cierto es que si algo acaba siendo provocador, de cualquier manera lo hago.
¿Ha pensando en dejar de hacer cine?
¡Jamás! Estoy haciendo una película sobre Jesús, de hecho, escribí un libro sobre Jesús, soy su gran fanático, lo he seguido por mucho tiempo, me parece una persona muy interesante, como hombre, no como dios.
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Seguro, porque usted no es una persona muy religiosa…
Para nada. Si logro hacerla, me interesa mostrar la figura histórica de Jesús, intentar decir qué fue lo que realmente le pasó, porque en mi opinión la resurrección nunca ocurrió, pero es muy interesante la influencia de Jesús en la cultura europea. La verdad es que muchas cosas del cristianismo son muy buenas, pero hay iglesias que se han empañado con la pedofilia, las Cruzadas, en quemar mujeres… la iglesia no ha sido buena, en contraste con Cristo que es fantástico. Como ser humano, puedo compararlo desde lo religioso con genios de la humanidad como Einstein en la ciencia o Mozart en la música.
Quisiera ver a Jesús por encima de cualquier animosidad o emoción. Ir más allá del enemigo. Empezando su presidencia, Barack Obama dijo en un discurso en El Cairo: ‘Da unos pasos y ponte en el lugar de tu enemigo, luego mírate. Eso ayudará a reconocernos mejor y a no mantenernos en el odio ni en contra’.
El hijo pródigo, el buen samaritano esas historias tratan de ir más allá de los límites de la animosidad.
Viendo cómo se muestran los dientes Rusia y Estados Unidos, por ejemplo, solamente porque no son capaces de ponerse en el lugar del otro, creo que Jesús es muy necesario.
SOFÍA GÓMEZ G.
CULTURA
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Paul Verhoeven en cinco clásicos‘RoboCop’ (1987)
Con ideas místicas dando vueltas en su cabeza, como la resurrección de Jesús, el director planteó un filme sobre un policía que vuelve de la vida como un robot insensible dispuesto a acabar con el crimen en Detroit.
El vengador del futuro (1990)
Un clásico de la ciencia ficción con Arnold Schwarzenegger como el agente Doug Quaid, que el 2084 quiere aliviar sus pesadillas inconexas con unas vacaciones en Marte. Pero descubrirá su pasado… o su futuro.
Bajos instintos
Protagonizada por Sharon Stone y Michael Douglas es considerado como un ícono de los thrillers eróticos. Un detective investiga un asesinato que involucra a la sensual escritora Catherine Tramell.
‘Black Book’
Una peligrosa misión de infiltración en plena Segunda Guerra Mundial. Tras la ejecución de su familia, una joven judía (Carice van Houten) se une a la resistencia para luchar contra la ocupación de Holanda.
Elle
La estupenda Isabelle Huppert fue nominada al Óscar por este papel que sigue a una ejecutiva que decide tomar venganza tras ser abusada en su casa. Es la primera película de Verhoeven en francés.
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