La imagen llegó a ser publicada por la CNN, The Guardian y El País de Uruguay, entre otros medios mundiales. Es elocuente. Muestra a Melania Geymonat -entonces una joven uruguaya de 25 años aspirante a médica- con el rostro rajado y cubierto de sangre. Al lado suyo, su cita estadounidense, Christine Hannigan, también lastimada de gravedad. El episodio ocurrió el 30 de mayo de 2019, y fue confuso: había comenzado con una pelea en el segundo piso de un double-decker londinense y terminó con ellas dos tiradas en la planta baja. Las habían atacado cuatro adolescentes de entre 15 y 18 años tras ver cómo ellas se daban un beso. Comenzaron insultándolas verbalmente y pidiéndoles que los “entretuvieran”. “¿Cómo hacen para tener sexo?” les preguntaban. Segundos después, todo escaló hacia un raid de cólera descontrolado durante el cual volaron piñas y patadas.
Joven, con la vida por delante, se encontraba en Europa porque había decidido tomarse un año sabático de sus estudios de medicina en Uruguay. Y ‘Chris’ se encontraba cursando una maestría. Primero había viajado a Barcelona. Después, a Málaga. Pero, luego, un trabajo en Ryan Air la motivó a mudarse a Londres. El incidente fue uno de los tantos que ocurren mes a mes en diversos lugares del mundo. Pero las circunstancias, más la proactiva reacción de Geymonat, hicieron que cobrara una trascendencia inesperada y que la imagen acumulara miles de views en las redes sociales. Tanto se viralizó, que Theresa May (Primer Ministro del Reino Unido por ese entonces) las convocó a una reunión en el Palacio de Westminster. De paradoja, la agenda política de la mandamás le impidió recibirlas personalmente en el día pactado, pero ellas sí se vieron con algunos miembros de su gabinete.
Hasta el año 2018, Melania Geymonat estudiaba medicina en la Universidad de la República, en Montevideo. Cursaba los últimos meses de su carrera hasta que le nació la necesidad de frenar, distenderse y retomar. Se fue de año sabático a Europa. “Estudiaba medicina en Montevideo en paralelo con teatro. Pero sentía que con la medicina podía entrar en una rosca de responsabilidades que no me iba a encontrar preparada; me sentía un poco agobiada. En Uruguay, hay una práctica obligatoria, entonces me fui a hacer la última rotación de ese internado a Barcelona, y decidí quedarme. No tenía mucho dinero. Al principio, me quedaba en casas de amigos. Me fui de mochilera, y luego participé como voluntaria de un proyecto foto periodístico en Grecia. Luego, volví a Barcelona y conseguí una entrevista con Ryan Air. Ellos me pagaron el curso de capacitación y me enviaron a Londres”.
Hoy en día vive en Ginebra, donde trabaja en el área de proyectos de la Cruz Roja. Ya se recibió de médica, y estudia para validar su título uruguayo en el Reino Unido. Decidió no vivir más allí, pero la exposición mediática del caso la mantiene conectada hasta hoy. Se trató de un punto de inflexión en ese país. De hecho, admite que una de las razones por las que decidió irse de Londres fue que su día a día estaba inundado por ese tema. “En ese momento decidí que no era apropiado estar ahí porque me levantaba y mis conversaciones con amigos giraban en torno a ese evento. Seguía estando en esa ciudad, donde, quieras o no, era nueva y no tenia mis círculos sociales completamente establecidos. Me llamaban para entrevistas y de organizaciones y mi vida giraba en torno al incidente”.
El caso fue a juicio. Y a los agresores, quienes además de admitir su culpabilidad dijeron que le habían robado pertenencias a la pareja, se les aplicaron condenas que oscilaron entre los seis y los ocho meses. También multas de cien libras esterlinas.
—¿Qué factores creés que provocaron que esta historia haya tenido tanta viralización?
—La primera razón está en la difusión que le dio la prensa. Cuando nos pasó eso, yo contacté a medios uruguayos. Acá en Uruguay somos 3 millones. Cuando dijimos que queríamos hacer algo, la prensa era fácil de contactar, que no es lo que pasa en otros países. En Uruguay se armó tremendo revuelo. Además, no dejamos de ser un país que mira a Europa como un ser superior… Si te pasa algo en Europa, pareciera ser más relevante. En Uruguay se vendió mucho como “la médica a la que le pasó esto”.
Hay una conexión entre la reacción “proactiva” de Geymonat y el budismo. “Soy sobreviviente, no víctima”, ella dice, y ahonda en el por qué: “Hay gente que, siendo víctima, prefiere llamarse sobreviviente, porque el lugar de víctima es muy pasivo. Me gusta más la palabra sobreviviente, porque te coloca en un lugar más activo frente a lo que sucede”. Geymonat practica el budismo desde los 19 años, cuando, en Uruguay, empezó a ir a las reuniones de la Soka Gakkai International (SGI). Cuenta que la idea de esa rama de la religión era “transformar el veneno en medicina”.
“El budismo sostiene que no sos los eventos que te suceden, sino, todo es una cuestión de perspectiva: todo evento puede ser utilizado para tu crecimiento”
A su manera, dio vuelta aquella situación desfavorable y la transformó en una oportunidad.
Geymonat hizo el curso de azafata en Málaga a fines de 2018 y para febrero de 2019 ya estaba en Inglaterra, lista para volar. No obstante, solo tuvo cuatro meses de paz: febrero, marzo, abril y (parte de) mayo.
—En un artículo publicado en julio de 2021, The Mirror tituló que “abandonabas el Reino Unido” por cansancio. ¿Te sobrepasó la situación?
—Esa nota fue interesante… Porque, en verdad, yo me fui en 2019, a las 4 o 5 semanas del evento. Lo que pasó fue que en 2021, en los ILGA Awards [una gala perteneciente a la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas], un periodista inglés me dijo de hacer una nota y le contesté que sí. Le conté que en UK yo tenía una vida de víctima. Lo gracioso de esa nota es que el título dice “Víctima de ataque de odio se va del Reino Unido porque no quiere que le llamen víctima”. ¡¡En el mismo título me tratan como víctima!!
—¿Cómo es tu relación con Chris hoy en día?
—En verdad, la última vez que la vi fue durante el juicio. Mantenemos una relación cordial, pero no más que eso.
—Fundaste tu propia ONG y ahora estás filmando un documental. Pareciera que tenés muy claro lo que querés lograr…
—Sí. SOFAI [Speak Out For All Identities], la ONG, tiene como objetivo crear una “base de datos” para personas que puedan sufrir “ataques de odio”. La idea es que, eventualmente, sea internacional y que genere un abordaje a los incidentes de odio desde la prevención, el asesoramiento legal, psicosocial e interdisciplinario.
—Una especie de base de datos de ayuda, ¿no?
—Exacto. Si sufrís un incidente de odio en…, Guatemala, por ejemplo, la gente va a poder saber cuál es la legislación de ese país, cuáles son sus derechos, cómo pueden denunciar si quisieran hacerlo… Queremos crear recursos y bases de datos y que sea una red internacional.