Para unos, directamente, cometió un delito de destrucción de obra artística patrimonial e histórica. El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), de hecho, ya está investigándolo, a pedido de los herederos de la artista afectada, que quieren demandarlo. ¿Quién es el señalado? Un sujeto que se arriesgó a hacer una jugada que puede terminar muy mal… O puede cambiar el mundo del arte.
Se llama Martín Mobarak, tiene 57 años, es empresario, y el pasado 30 de julio quemó, en su residencia en Miami, Florida, Fantasmones siniestros, un dibujo original tomado de los diarios de Frida Kahlo, la artista mexicana más reconocida en el mundo. Antes del incendio, que se efectuó en mitad de una fiesta amenizada por mariachis y ante una selecta concurrencia de socialités y filántropos, el original fue cuidadosamente digitalizado con el fin de poner a la venta 10.000 tokens (partes) de NFT (pieza única digital con un blockchain autentificador) de la obra que se iba a destruir para siempre.
¿Quién le prende fuego a un trabajo que, además de un valor artístico incalculable, tuvo un precio de mercado, cuando Mobarak lo adquirió, en 2015, de 10 millones de dólares? La respuesta es simple: un hombre que ha puesto a la venta 10.000 token que espera vender a razón de tres Ethereum cada uno. El Ethereum es una criptomoneda con un precio actual de 1.361 dólares por unidad, esto es, que se pagarán, tentativamente, alrededor de 4.000 dólares por cada uno de los tokens que componen la versión digital de Fantasmones siniestros. La suma que podría recolectarse, si esto se consigue según el plan trazado, sería de casi 41 millones de dólares, es decir, que se cuadruplicaría el valor monetario que tuvo el dibujo cuando existía (también se ofrecen certificados de autenticidad, tanto de los tokens como de que la obra de Frida no existe ya).
¿Pero es Mobarak un mero especulador posmoderno del mundillo artístico o hay algo más? El CEO de Frida.NFT asegura que detrás de esta iniciativa se encuentra la idea de promover la obra de Kahlo en el naciente “metaverso” y desliza que, además, el 30% de las ganancias serán donadas a causas sociales y se convertirán en un ingreso continuo para quienes resulten apoyados, lo que podría dar pie a una nueva era tanto en la filantropía como en el mercado artístico.
Lo que se sabe de este autonombrado visionario no es demasiado. En sus redes aparece como un hombre fornido, sonriente, con la cabeza rapada y un permanente discurso de “emprendedor”. Predeciblemente, sus más inmediatas publicaciones están tachonadas de insultos de los fans de Frida hacia él y sus acciones.
Lo seguro es que Martín Mobarak Prado nació en la Ciudad de México en 1965, en una familia de origen libanés. Estudió Administración en la UNAM y más tarde se especializó en ciberseguridad en la Universidad de Miami, ciudad en la que terminó por residir luego de años radicando y trabajando en la fría Alaska. Sostiene que se sensibilizó y se convirtió en filántropo a causa de que sus hijas han sufrido raras enfermedades genéticas y él recibió, en su momento, ayuda de “gente amorosa”. Dice que, a su vez, ha tratado de ayudar a muchos más en su situación, en especial desde que es millonario.
Eso, sumado a la pasión que dice haber sentido por la obra de Frida desde su infancia, y a su preparación en temas del ciberespacio (hizo su fortuna gracias al desarrollo de internet y es cocreador de AGCoin, una criptomoneda con respaldo en plata), es el cóctel detrás de la quema, en apariencia descabellada, de la obra de arte. Y, por lo pronto, se anuncia una nueva emisión de NFT de Frida para noviembre… Si las autoridades no consiguen impedirlo primero.
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