Exigir el cobro de la nómina en China se está convirtiendo en un tema peliagudo, especialmente para los trabajadores inmigrantes que están reclamando los sueldos atrasados. Con la economía tocada por los años de pandemia, principalmente por la caída de la actividad, las autoridades chinas no parecen dispuestas a ponerse del lado de los empleados, y es que la situación oculta un efecto boomerang del que ni el Gobierno escapa.
El virus sumió la economía china en un profundo agujero del que está intentando salir. El sector inmobiliario y los proveedores de test de covid sufrieron el mayor impacto del estrés, el primero por la falta de liquidez continua que estancó proyectos y provocó una oleada de impagos, y el segundo los miles de millones de pruebas de detección que se realizaron a los ciudadanos y que provocaron tal desfalco en las arcas públicas que afrontar el pago de los hisopos se hizo imposible.
Empresarios con problemas, trabajadores sin nómina. La población china suele ser contenida en sus protestas públicas, el régimen marca el paso. Sin embargo, esta vez la situación ha coincidido con el Año Nuevo chino, considerada la época del año en la que mayor migración de personas se produce, esencialmente de las ciudades a las zonas rurales. Y además, esta vez era la primera después de tres años de ‘encierro’ por las estrictas medidas para contener la pandemia.
Con una vía oficial y burocrática que hace prácticamente imposible elevar la queja debido a la simultaneidad de varias leyes laborales aplicables, los trabajadores han exteriorizado las protestas para exigir sus salarios atrasados. Según publica el Financial Times, los Gobiernos locales han optado por reprimir los disturbios de los trabajadores y apoyar a los empleadores, sus principales fuentes de ingresos fiscales en su intento de reactivar el crecimiento en la segunda economía más grande del mundo. “Los gobiernos locales no podrán mantenerse a sí mismos hasta que los dueños de negocios puedan mantenerse a sí mismos”, declara para ese medio Zhou Litai, abogado laboral.
El producto interno bruto de la segunda economía más grande del mundo se expandió solo un 3% en 2022, muy lejos del objetivo del 5,5% que ya era el más bajo en décadas. Con este panorama, las autoridades se ponen del lado de las empresas que harán reflotar al país y advierten a los inmigrantes que las manifestaciones y protestas que reivindiquen el pago de las nóminas (bloqueo de carreteras, concentraciones antes oficinas gubernamentales…) serán tenidas como activismo “malicioso”.
Aún así, las protestas de los últimos días han reavivado un temor recurrente del Partido Comunista Chino: que la agitación social se descontrole y suponga un desafío real para el poder. Para ‘disimular’, la mayoría de las ciudades se han comprometido a proteger los derechos laborales pero en la práctica se han implantado estrictos límites a las acciones que los trabajadores pueden hacer para perseguir los salarios impagos.