La intencionalidad, la oportunidad y el contexto de una compra nos revela más sobre un activo que la narrativa oficial de sus más devotos promotores. En el caso específico de Bitcoin, lo mejor es realizar un estudio de la acción del precio en su interacción con el inversor promedio. Lo más confuso es buscar “sabiduría” en las redes sociales. Porque, en este espacio, la brecha entre lo que se dice y lo que se hace es grande. La narrativa (cargada de idiosincrasia) se mueve en un sentido. Pero el mercado, curiosamente, se mueve en otro.
El bitcoiner militante representa al sector más ruidoso de la comunidad. Ciertamente, tienen el dominio de la narrativa en la prensa del nicho, en Twitter y en Youtube. Este lote se compone principalmente de libertarios, anarcocapitalistas, conservadores y nuevos conversos (hijos de la propaganda). Este lote ha sido educado (financieramente) por las redes sociales. ¿De dónde vienen las ideas? Los cypherpunks, los escarabajos del oro, Escuela de Chicago, Escuela austriaca, liberalismo clásico, Tea Party, etc.
En una sociedad polarizada y fragmentada, el individuo busca pertenencia en la pequeña tribu de iguales. En esta nueva realidad, la verdad es una elección. Yo creo en esto. Yo creo en aquello. Es mi verdad contra tu verdad. Es mi tribu contra tu tribu. En muchos sentidos, estamos retornando al oscurantismo. Se trata de verdades por decreto. La verdad de la tribu se convierte en la verdad del universo.
Cada tribu tiene sus propios expertos, sus propias creencias y sus propias evidencias. ¿Qué ocurre si un premio Nobel de economía ataca a Bitcoin? Bueno, lo mismo que cuando un astrofísico ataca a los terraplanistas. Se forma una dinámica de ellos contra nosotros. Y viene la teoría de la conspiración. Bla, bla, bla…. El debate se vuelve totalmente irracional. Y comienzan los ataques personales. “Los economistas son unos idiotas” Ah, pero el joven ignorante después de ver un par de documentales en Youtube es un genio. Si crees en Bitcoin eres un genio, de lo contrario, eres un bruto o un malvado conspirador.
Este sentimiento anti-experto, anti-científico y sobrecargado de dogmas le impone trabas a la conversación racional. La ignorancia confiada del amateur, el oportunismo del influencer, la codicia del empresario, el sesgo del periodista y el fanatismo del militante confabulan para fomentar un pensamiento sectario.
Entonces, tenemos a un sector individualista, antiestatista y conservador con una propuesta reaccionaria rebelándose de un sistema relativamente liberal, progresista y “keynesiano”. Por ende, en el fondo, estamos hablando de un movimiento contracultural/opositor. He ahí el detalle. La oposición siempre tiene la “razón” desde las gradas. Después de todo, la utopía es perfecta (en el papel). Y el que critica al sistema siempre tiene la razón, porque sus planteamientos son hipotéticos. O, dicho de otra manera, según un bitcoiner militante, Bitcoin es la salvación del mundo. Así de sencillo. El sistema actual (corrupto, ineficiente, y opresivo) debe dar paso a la utopía libertaria.
Se dice que Bitcoin subirá de precio debido a la “adopción”. Y esta adopción será, en esencia, idiosincrática. Al estilo de una epifanía, las masas, tarde o temprano, reconocerán la superioridad incuestionable de Bitcoin como dinero. Digamos que será una especie de insurrección monetaria (voluntaria) que busca la separación entre la economía y el Estado. Entonces, esta adopción es un referéndum contra el sistema establecido (banca privada, bancos centrales, fiat). La escasez, el libre mercado, la no regulación y la descentralización nos recuerdan al siglo 19. De hecho, se trata de un movimiento reaccionario y conservador. Lo que se quiere es volver al pasado. Un retrofuturo.
Ahora bien, hablemos del bitcoiner promedio. Este bitcoiner no idiosincrático pertenece a una mayoría silenciosa. No es tan ruidoso como el militante. Pero, debido a sus grandes números, su efecto en la acción del precio es clave. Aquí la intención es hacer dinero. Bitcoin representa una oportunidad para crecer financieramente. En este caso, Bitcoin es un activo especulativo. Se compra hoy para vender mañana. De pronto, este bitcoiner sí se puede llegar a contagiar un poco con el fanatismo de las redes sociales. Pero, en términos generales, estamos hablando de un comprador oportunista, pragmático y especulador.
En este caso, para poder tener éxito como inversor, hay que ser lo más objetivo posible. Lo que se busca no es reformar el sistema. Lo que se busca es comprender la situación para poder tomar las mejores decisiones. ¿Cuáles son las mejores decisiones? Las mejores decisiones son las que den las mayores ganancias posibles. Así de sencillo.
El bitcoiner promedio es un ser social y físico. Es decir, vive en un entorno social de recursos limitados y necesidades varias. Ese personaje tiene ingresos y egresos en un mundo real. Es decir, su capacidad para invertir en activos especulativos (como Bitcoin) no es igual en todos los contextos. Por ende, la demanda es inevitablemente variable debido a las distintas condiciones. ¿Inflación? ¿Recesión? ¿Estanflación? ¿Incertidumbre?
Las personas en la vida real tienen cuentas por pagar. Tienen hipotecas, hijos, deudas, vacaciones de verano, problemas de salud… Si el costo del crédito aumenta, eso implica que lo más prudente es reducir el gasto. Si la inflación se torna muy tóxica, eso implica que el salario no alcanza como antes. Todos estos factores influyen en la demanda de activos especulativos.
En este caso, “riesgo” significa “riesgo financiero”. Hace referencia a la volatilidad del precio. Entonces, para una persona con deudas, compromisos y obligaciones (en dólares), exponerse a los vaivenes de precio de Bitcoin en un momento tan delicado como el actual es una decisión que no se puede tomar a la ligera. El militante siempre nos recuerda que Bitcoin es una inversión a largo plazo. Además, también nos señala que, al parecer, el precio de Bitcoin en el corto plazo no importa. Sin embargo, no todos nos podemos dar el lujo de esperar.
Supongamos que una persona X coloca todos sus ahorros en BTC. Luego, el precio baja en un 70% y, en ese momento, surge una emergencia familiar. Las cuentas hay que pagarlas en dólares y los acreedores no dan a tener consideración. O, dicho de otra manera, para efectos prácticos, ese dinero se perdió en una posición riesgosa. La disposición al riesgo se relaciona estrechamente con la liquidez en el sistema. Por ende, la situación macroeconómica tiene una influencia fundamental en la demanda de Bitcoin. En consecuencia, el análisis macroeconómico es indispensable a la hora de formular los pronósticos del precio. Aquí la ideología estorba. ¿Así o más claro?
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