Alberto Fernández no habló con Claudio Tapia. No sólo no hubo una llamada en los días previos y posteriores a la obtención de la tan ansiada Copa del Mundo, sino que ni siquiera cruzaron un mensaje. Había en esa no comunicación una decisión presidencial de no querer forzar los tantos, aunque también algo tenía que ver la tensión que existe entre ellos desde que el mandatario había apoyado a otros candidatos para tomar el timón de la AFA que comanda “el Chiqui”, ex cuñado de Hugo Moyano.
El que hizo de intermediario entre ambos fue Aníbal Fernández, el ministro de Seguridad que cada vez se afianza más como uno de los pocos que aún militan al Presidente y a su reelección. El martes a las 7.10 de la mañana el funcionario entró al predio que tiene la AFA en Ezeiza, acompañado por el jefe de la Policía Federal, Juan Carlos Hernández. Le llevaban a Tapia dos cosas: la primera eran fotos aéreas, prácticamente en tiempo real, que mostraban que tanto en el Conurbano como en varios puntos neurálgicos de la Ciudad -como el Obelisco- ya estaban ocurriendo grandes movilizaciones de hinchas, y la certeza de que la cantidad de personas en las calles sería ampliamente mayor que la que habían estado en el día de la final. La segunda era casi el correlato necesario de esas imágenes: que el plan que tenían los jugadores y Tapia de salir en un micro descapotable desde el predio hasta el Obelisco era imposible de llevar a cabo, y que la Casa Rosada estaba a disposición. Acá Aníbal trasladó las palabras que le había encomendado Alberto: que Presidencia haría lo que ellos quisieran pero que el Gobierno con gusto recibiría a los campeones del mundo. La Plaza de Mayo, y la Casa de Gobierno, habían sido acondicionadas previamente para la ocasión, con pantallas gigantes, banderas -una en el histórico balcón-, y la prohibición de Fernández a todo el personal no esencial, y también a funcionarios, de entrar al edificio. Fue una muestra de optimismo desmedida: jamás los jugadores, y en especial la AFA, mostraron la menor intención de ir hasta allá.
Pero la fiesta terminó con sabor agridulce. Cuando la caravana se empezó a descontrolar, luego de que dos hinchas se tiraran sobre el micro desde arriba de un puente -y cuando la posibilidad de salir al balcón de la Rosada quedó totalmente descartada-, el ministro tomó la decisión unilateral de cortar el recorrido y cambiarlo por uno desde tres helicópteros. Eso despertó la bronca de Tapia, que todavía insistía en seguir el recorrido, y mediante tuits contra Fernández coronó un largo mes de tensiones, frialdad y desplantes entre la AFA y el Gobierno nacional. La política, como siempre, se mezcló con el fútbol. Y con la Copa.
Coronados de gloria. Fernández es un fanático hincha de Argentinos Juniors. Por eso a nadie le sorprendió que, igual que varios de sus predecesores, intentara incidir en el mundo del fútbol desde que llegó a su cargo. De hecho, hasta tenía algunas ideas propias: le parecía que tanto Marcelo Tinelli, su amigo Luis Segura -otrora presidente de Argentinos- o Marcelo Achile, presidente de Defensores de Belgrano, eran más propicios para el cargo de la AFA que Tapia.
A esa pelea de poder con “el Chiqui” se le sumó una monetaria, a comienzos del 2020: el Gobierno aprobó un decreto, vía AFIP, que obligaba a todos los clubes de fútbol a pagar alrededor de un 8 por ciento más de impuestos. Tapia hizo intensas gestiones para evitar ese impuestazo, y hasta consiguió una reunión con Alberto por el tema, pero no tuvo éxito. Desde entonces a ambos los separa un abismo.
Algunos en la Rosada ponían esta histórica tirria como una de las respuestas a la ausencia del Presidente en la final. Los más amigos de Alberto, sin embargo, tienen justificaciones más del orden terrenal: “Le parecía que no daba la situación social como para que se vaya a Qatar, y aparte no quería romper la cábala de verlo con Fabiola, mirá si iba y perdíamos, quedaba como mufa”. El factor Mauricio Macri también pesaba: el presidente de la Fundación FIFA estuvo todo el mes en el país sede del Mundial -presenció todos los partidos de la Selección-, cosechó fotos con mandatarios y personalidades de todo el mundo, y había cierto temor a que Alberto tuviera que compartir protagonismo con el ex mandatario durante la entrega de medallas. Desde el círculo macrista se ríen de esta versión, y dicen que jamás esa fue una posibilidad, porque el protocolo FIFA es “muy estricto” y Macri no tiene el cargo suficiente para estar en la premiación.
Pero, con el diario del lunes, la mala relación con Tapia vuelve sobre la mesa. El Gobierno evidenció que no tiene un interlocutor válido con el mandamás de la AFA, hombre que no sólo volvió con la Copa bajo el brazo sino que también se trajo el apoyo total de todo el plantel y de Lionel Messi. El único funcionario del Gobierno que tiene línea directa con “el Chiqui” es Santiago Carreras, director de YPF y que reporta al universo kirchnerista. Esa buena relación -empujada por los millones que pone YPF, en concepto de publicidad, al mundo AFA y también, por separado, a Messi- esperanzaba a varios camporistas de que la Selección tuviera un guiño hacia el cristinismo luego de ganar la Copa. La primera foto que subió a sus redes Andrés Larroque, apenas Argentina logró el triunfo, fue de Tapia. Cristina Kirchner, en cambio, compartió un saludo más protocolar a Messi y elogió su insulto “maradoneano”. “La Cámpora operó con Tapia este desaire al Gobierno. Santiago Carreras fue el hombre de Máximo que cagó a Alberto”, sentenció Luis D’Elía. Algunos en el Gobierno sospechaban de una mano negra del camporismo que había convencido a Tapia de no ir hasta la Rosada, tesis que se reforzó cuando el mandamás de la AFA tuiteó destacando el trabajo de Berni y criticando el de Aníbal.
Gambetas. Sin embargo, quedó en claro que la distancia entre la Selección y el oficialismo alcanzó también al ecosistema K. “Wado” de Pedro, el ministro del Interior, y otros funcionarios camporistas, se pararon al lado del avión que trajo a los jugadores de Qatar en la madrugada del martes. Pero Messi y los suyos los gambetearon, como si todavía estuvieran en la cancha, cuando tocaron suelo argentino y los vieron. Tapia fue el que hizo de escudo humano para separar a De Pedro, cada vez más lanzado como precandidato presidencial, de los jugadores. Hubo, en todo el universo político, una sola excepción a la regla que se autoimpusieron los jugadores de no posar con ningún funcionario. Fue la del gobernador santafesino Omar Perotti, que esperó en la pista del aeropuerto de Rosario a Messi y a Di María y que con ese abrazo -y la foto del momento que estratégicamente hizo girar por medios y redes- se convirtió en el único en su gremio en tener una foto con los campeones del Mundo.
Pero la pelota, como cualquier show, tiene que seguir rodando. Luego del fervor por el Mundial y por la Copa, el fútbol argentino volverá a arrancar a comienzos del 2023 y Gobierno y AFA deberán volver a verse las caras. La tensa relación entre Tapia, empoderado por el logro, y el Gobierno promete tener más capítulos.