Como cada 22 de diciembre la mayoría nos despertamos imaginando qué haríamos si nos tocara El Gordo de la Navidad. ¿Qué haríamos? Fantaseamos con poder dejar de trabajar, viajar a Las Bahamas, pagar toda la hipoteca, abrir el negocio que siempre hemos soñado, hacer un regalazo a nuestros padres, llevar a las niñas a Disney o disfrutar de unas fiestas sin preocuparnos por el presupuesto familiar. ¡Y champán para todo el pueblo!
Yo soy de las que solo compra la Lotería del trabajo, así que tengo pocas posibilidades. Me ilusiono poco con el tema, no solo por lo difícil que es que nos toque, sino porque además siento que lo que quiero ya lo tengo: salud, trabajo y una familia unida. Puede sonar ñoño o falso, pero es lo que pienso, de verdad. Además, siguen en mi cabeza, los números que sí tocan de la brutal campaña, lanzada hace unas semanas, por Save the Children. Números que sí tocan a demasiadas familias para las que estas fiestas no son las soñadas, que luchan a diario por tener una vida digna y dar lo mejor a sus hijos e hijas. A mí estos datos me duelen:
400.000 niños se alimentan mal en España.
700.000 niños no pueden permitirse gafas.
Hay 1.000.000 niños con el abrigo puesto en casa.
“Números que avergüenzan y congelan el futuro de España”, cantan como cierre los niños y las niñas de San Ildefonso, que participan en el vídeo del spot. Porque España es, tras Rumanía, el país de la UE donde a más niños y niñas les toca malvivir.
Escuchas estos números y te sobrecogen, te paralizan y te emocionan. Puesto en cifras piensas que la realidad supera cualquier idea que pudieras hacerte de cómo viven los niños y las niñas en nuestro país. Pensamos que no puede ser tanto, pero solo tenemos que abrir los ojos a nuestro alrededor.
El otro día me escribía una Malamadre, con dos hijos a cargo, que había tenido que volver a casa de su madre porque su sueldo de 800 euros no le daba para sobrevivir. Con esa nómina no podía acceder a ninguna ayuda y la situación se había vuelto insostenible en casa. No es que pasaran frío en casa, por no poder poner la calefacción. No es que tuvieran que comer todos los días pasta y a lo que llegara el presupuesto, por supuesto pescado y carne poca, no es solo que no pudiera pagar el oculista a su hijo, no es solo eso, es que no les daba ni para pagar el alquiler.
Por eso cuando me veo en mesas de debate donde hombres y mujeres, desde su lugar de privilegio y su espacio de poder, me dicen: “es que no se puede dar ayudas a todo el mundo”, me rebelo. Hace un par de semanas di una charla a mujeres sobre inclusión laboral, en una de las barriadas más humildes de Málaga: La Palma/Palmilla. Ellas, con situaciones muy muy difíciles, decían, “no queremos ayudas, queremos trabajar”. Pero sin cualificación, sin redes formales del cuidado y sin apoyo alguno, estas mujeres no pueden acceder a un trabajo y así no pueden salir de su realidad, una realidad invisible para muchos políticos de este país. Un suelo pegajoso, que el sistema parece sostener porque no vaya a ser que todas podamos tener los mismos derechos. Y con eso soñar las mismas cosas en un día como hoy, ¡qué locura! Hoy, 22 de diciembre, día de la Lotería, muchas familias solo sueñan con poder pagar la luz y llegar a fin de mes.
¡Que la suerte os acompañe a las familias que más lo necesitáis!