Quizás ya han pasado muchos días. Quizás esto no es periodismo. Pero no quisiera dejar inconclusa esta crónica de viaje. Hay detalles que sólo encuentran sitio en el texto reposado del después. Perdón por la demora. El jetlag existe.
Debo empezar por recordar que eran duros los días (y las noches) cuando salimos de Cuba. Entre apagones por plantas que entran pero salen enseguida del sistema, nada importa más que la luz, aunque tanto como ella, preocupa y ocupa también al gobierno el tema de los abastecimientos, por aquello de que sólo una oferta por encima de la demanda, presionará los precios abusivos a la baja. Y porque nuestros mercados están seriamente desabastecidos. Negarlo sería mentirnos.
No fue difícil advertir desde los preparativos, que todos los destinos (Argelia, Rusia, China y Turquía) tenían en común el tema energético. Unos por disponer de hidrocarburos y otros por contar también con tecnologías propias o más o menos de ambos.
La otra conclusión era más obvia aún: bajo las críticas condiciones que enfrenta el país, una gira presidencial cubana debía tener una fuerte motivación económica, aunque tuviera a la vez una altísima razón política.
Fue así que el grupo de WhatsApp de los comunicadores involucrados en el viaje se identificó antes de partir, con un nombre muy cercano al de Viaje a la luz. Porque íbamos hacia el este, por donde el Sol aparece pero, también (pensamos) hacia el principio del fin de muchas dificultades y carencias, la luz entre las primeras.
Argelia dio los primeros destellos, al decidir su gobierno el reinicio de los envíos de combustible que en algún momento se detuvieron por acumulado de deuda o de sus intereses. Por eso fue tan importante que, al terminar las conversaciones oficiales, el Presidente Abdelmajid Tebboune anunciara la cancelación de los intereses y la reestructuración de la deuda de Cuba con plazos más flexibles.
A esas buenas noticias se sumaron la decisión de donar una planta fotovoltaica para La Habana, que tributará a todo el sistema (SEN); nuevos convenios para servicios de Salud, producción y comercialización de medicamentos y de cooperación en otros diversos campos.
Todavía recuerdo el impacto que provocó en los reporteros, descifrar esos primeros anuncios que apenas entendíamos en el canal de la traducción. Minutos antes nos parecían demasiado largas las conversaciones oficiales y, al menos yo, pensé que no se ponían de acuerdo.
Cuando ambos mandatarios tomaron los respectivos podios, respiré: Díaz-Canel sonreía.
La aspiración tempranamente expresada por él de que Cuba se proponía elevar las relaciones económicas al nivel de las relaciones políticas en los cuatro países incluidos en la gira, se estaba verificando.
Una suerte de renacimiento de las históricas alianzas que se forjaron casi en paralelo con la legendaria batalla de Argel, parecieron emerger en el encuentro personal de los dos presidentes actuales de ambas naciones.
Los afectos hacia la Isla, conquistados por Fidel, Raúl y Che, durante la década de la rebeldía y la emancipación del entonces llamado Tercer Mundo, se respiran todavía en el ambiente cuando se habla de Cuba. Nuestro pequeño país sigue siendo referente de solidaridad, entrega a una causa y honradez política.
Muchos días después de haber experimentado esa sensación por primera vez, conocí en Estambul a alguien que trabaja con el propietario de las patanas turcas que están ayudando a enfrentar la escasez de generación eléctrica en Cuba.
Por él supe que cuando el empresario líder del grupo Karadeniz Holding apostó por Cuba antes que a otros clientes, no lo hizo sólo por negocios, aunque está claro que también por negocios. Sus cercanos comentan que tiene una especial simpatía por el liderazgo histórico cubano. Que Che Guevara es uno de sus ídolos y que esa admiración se extiende al Comandante de la Revolución, Ramiro Valdés, porque sabe que combatió a las órdenes del argentino y aún trabaja, precisamente en la atención a esta área económica.
“Pero de todas las razones por las que él ha apostado por Cuba, la fundamental es que ha verificado que no hay corrupción en la dirección del país”. Eso es muy raro encontrarlo hoy en el mundo.
Precisamente en Turquía se reforzaría la percepción sobre el componente sentimental en las conversaciones y los acuerdos, el peso de la tradición heroica en las valoraciones mutuas. Pero también se advirtió una clara sintonía en la visión del desarrollo, apostando a la innovación, las energías limpias y el talento, entre otros.
Bastante se ha publicado de los acuerdos entre los dos países. Lo que no cupo en las crónicas apuradas fue el carácter del último punto del programa.
Ocurrió en Estambul, la deslumbrante ciudad turca que crece a orillas del Bósforo, donde parece que se cruzan todos los mundos de este mundo y se desarrollan casi todas las novelas turcas. Por cierto, no nos engañaron: en la realidad hombres y mujeres jóvenes suelen tener la misma impresionante belleza que en la ficción.
Allí en Estambul Díaz-Canel y varios ministros se reunieron con alrededor de 40 empresarios turcos y se produjo un diálogo tremendo. Cada uno puso sobre la mesa un proyecto o una duda sobre las posibilidades de invertir en Cuba en áreas específicas. El presidente cubano intercambió preguntas y respuestas con cada uno de los asistentes y al final les comentó, medio en broma, medio en serio, que le habían dejado una buena cantidad de tareas, pero, agregó, “se habrán dado cuenta que tomé nota de todo”. Y aclaró que él no acostumbra a engavetar papeles. Seguirá de cerca cada propuesta y qué destino tiene.
Lo que vimos allí fue a un estadista en control de las prioridades y el programa de su Gobierno, hasta el más mínimo detalle y a la misma vez a un líder que da espacio a su equipo para conducir los procesos que les competen.
Los resultados de estas conversaciones con hombres de negocio que se declararon interesados en prácticamente todas las áreas que también importan a Cuba, deben empezar a verse en 2023. Otros, ya están dando frutos; sólo necesitaban el empujón de este encuentro para destrabar gestiones, movilizar recursos y generar confianza entre las partes, algo definitivamente posible sólo cuando los implicados se miran y hablan tête à tête.
China
De China, como de Rusia, vale escribir aparte. Sólo debe advertirse antes, el modo en que fue recibido el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba en el gigante asiático, la distinción al invitarlo como único país por Latinoamérica, tras concluir un Congreso histórico del que se desprenden trascendentales cambios, que deben impactar en todo el planeta, pero con mucha más razón en un país como Cuba, cuyos nexos bilaterales con China tienen un carácter estratégico.
Menos de una semana (cargada de trabajo) duró la parada en Cuba, antes de iniciar otra gira, esta vez por el Caribe, donde habitan los amigos (¿o será mejor decir parientes?) más pequeños en extensión y población; los que a veces no tienen nada que dar y lo dan todo; los últimos en separarse de sus metrópolis; los que todavía esperan ser resarcidos por los crímenes de la trata y otros abusos seculares, los sobrevivientes de tantos ciclones; los adoradores del sol, el mar y la música.
Ya trataré de hacerles mi propia versión de los hechos.
La primera escala es en San Vicente y las Granadinas, la del Primer Ministro Ralph Gonsalves, tan carismático y locuaz que se le entiende en inglés como si hablara en español. Le gusta contar que su abuelo vivió en el oriente de Cuba y que él siente que tiene algo de nosotros en la sangre. Cuenta y cuenta y ríe fuerte. Es un anfitrión cálido, siempre dispuesto al buen recuerdo y el mejor pronóstico.
En estas tierras breves y amenazadas por el cambio climático como la nuestra, no parecen tener la prisa de los cubanos. Ríen sonora y alegremente como si a todos nos quedaran siglos de vida. Lo más importante ahora son los afectos. No hay ventajas de un lado o del otro. Pero hay un mundo de cosas por hacer que sí necesita acciones urgentes.
Fidel y Chávez son adorados aquí porque lo entendieron y por todo lo bueno y productivo que hicieron tanto en tan corto tiempo.
Con una fotografía ante sus retratos en el aeropuerto de Argyle, que debe mucho a la gestión de ambos, casi comienza la nueva gira presidencial.