La situación demográfica de España está lejos de ser buena. Con 1.19 hijos por mujer, no conseguimos ni siquiera la regeneración necesaria, por lo que España –y el resto de la Unión Europea– se enfrentará a graves dificultades en un futuro próximo (ya lo estamos viendo con el debate de las pensiones). El director de la Fundación Renacimiento Demográfico y coordinador del Observatorio Demográfico del CEU, Alejandro Macarrón, analiza la situación actual y nos cuenta, sin paños calientes, las consecuencias que se pueden derivar de todo esto más pronto que tarde. Detrás del analista, aparece el antropólogo que no oculta que la raíz de este invierno demográfico que asola occidente es profundamente ética y la solución, por tanto, educativa. Por eso, su fundación quiere impartir sesiones en los colegios sobre los beneficios personales y sociales de asumir una cultura natalista.
¿Cuáles son los datos?
–Pues que en los últimos 45 años en España hemos perdido la mitad de los nacimientos. Si no tenemos en cuenta a los hijos de inmigrantes, la caída sería de más del 60%. Esta caída a plomo se ha acelerado en los últimos años ya que desde el año 2008 los nacimientos se han reducido en un 35%.
¿Hemos tocado fondo?
–Esto no tiene pinta que vaya a parar, ya que cada año hay menos mujeres en la edad fértil. La demografía juega sobre todo con magnitudes acumuladas. España está en torno a 1.19 hijos por mujer, prácticamente en mínimos. Esto lo que significa es que cada 30 años aproximadamente nace un 45% menos de niños.Que un año nazcan un poco más o menos de niños no tiene mucha relevancia, lo preocupante es el dato acumulado.
Cada 30 años aproximadamente, nacen un 45% menos de niños
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¿Hasta dónde podríamos caer?
–Por ejemplo, en Corea del Sur están en 0.8 hijos por mujer y es necesario algo más de dos hijos por pareja para que haya reemplazo generacional. En Corea están a 0.4 hijos por persona (incluyendo a los varones), por tanto, de cada cinco personas solamente «salen» dos, lo que significa que el país está mermando su población un 60% cada generación. En España, estamos en más de un 40% de reducción de cada generación con respecto a la anterior. Sí, hay margen para empeorar.
Y gracias a los inmigrantes…
–Si tienes un pequeño déficit lo puedes compensar con inmigración, pero uno tan grande no se puede compensar y eso que aportan muchos hijos, en España más del 25%. En todo caso, más allá del plano social o económico, me preocupa el plano individual: que haya mucha gente que no tenga hijos o muchos niños sin ningún hermano. El problema personal viene cuando te haces mayor y ves que no has dejado nada por debajo, que no has aumentado esa red familiar y de afecto que si tienen quienes han creado una familia. Me preocupa más eso que el sentimiento colectivo. Volviendo al tema educativo, si cada vez hay menos niños este sector se ve perjudicado.
Volviendo a los datos, ¿cuál es la situación de España en el contexto mundial?
–Estamos en la parte mala pero ahora no somos lo peor, aunque sí llegamos a estar en el mínimo mundial. Ahora estos mínimos se encuentran en el extremo oriente. El cambio de valores en esos países ha sido incluso más fuerte que en el nuestro, copian nuestros valores y los amplifican un grado más.
¿Tenemos algún buen ejemplo en occidente?
–Realmente el único país occidental con una natalidad superior a dos hijos por mujer es un país único e irrepetible llamado Israel. Es un país muy especial que tiene unas minorías muy religiosas que tienen más hijos. Peor en occidente no hay ninguno que esté bien. Tal vez Francia es el que mejor se encuentra, al ser un país muy natalista.
¿Ninguno ha reaccionado?
–Hay alguno como Hungría que han incentivado la natalidad
Los ricos no tienen más hijos que los pobres, esa es una de las llamadas verdades incómodas
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¿Qué causas nos encontramos detrás de todo esto?
–Las causas son diversas y complejas. Antes las sociedades tenían unos valores orientados a tener muchos hijos. Ha habido un cambio de valores, antes tener hijos y formar una familia era algo esencial y ahora es algo secundario, terciario o incluso inexistente entre los objetivos de buena parte de la juventud.
Entre las causas también encontramos las políticas antinatalistas. El aborto ha pasado de ser castigado con cárcel a ser un derecho practicado de forma masiva con casi 100.000 abortos al año. Los anticonceptivos han tenido una incidencia también importante sobre todo en el retraso de la edad en la que tenemos el primer niño. Esto tiene un efecto muy fuerte en la baja natalidad: la gente no es consciente de que la fertilidad, sobre todo la femenina, decae con la edad.
También tenemos que hablar del famoso problema del acceso de los jóvenes a la vivienda. ¿Por qué los jóvenes españoles se emancipan tan tarde? ¿es cultural o también hay obstáculos objetivos? Pues seguramente haya de las dos cosas.
Finalmente, no podemos olvidar que a los gobiernos no les ha importado absolutamente nada este tema. Ellos deberían procurar el bien común y una sociedad sin niños está condenada a pasarlo muy mal.
Antes mencionabas las minorías religiosas en Israel. ¿La religiosidad también puede ser una causa?
–La intensidad del sentimiento religioso ha decaído muchísimo en todas partes y en España también por supuesto. Eso se ve en el porcentaje de matrimonios por la Iglesia hoy en día que es extraordinariamente minoritario. Creo que en general la perdida de religiosidad tiene una incidencia clara ya que tanto la religión cristiana como la musulmana son pronatalidad. En España, es evidente que los grupos muy cristianos tienen más hijos. Y los musulmanes cuando vienen a Occidente al darse cuenta de que “están fuera de lo suyo”, buscan reafirmar su islamicidad teniendo no solo más hijos que nosotros, sino más que en su propio país.
Los musulmanes cuando vienen a Occidente al darse cuenta de que “están fuera de lo suyo”, buscan reafirmar su islamicidad teniendo no solo más hijos que nosotros, sino más que en su propio país
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Y, sin embargo, parece que la única razón para no tener más hijos es económica…
–Y , pero los ricos no tienen más hijos que los pobres, esa es una de las llamadas verdades incómodas. Como dice el economista Carlos Rodríguez Braun, el mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio. En España, el chivo expiatorio de por qué no tenemos niños siempre son las dificultades económicas y la precariedad laboral… pero la realidad es que en momentos de prosperidad no nos ha ido mejor.
Además, sin comparas las zonas ricas con las pobres, las diferencias son marginales. Incluso, ahora al contrario ya que las zonas con mayoría de inmigrantes son las más pobres en general y tienen más hijos.
Mi ejemplo favorito para explicar que no es cuestión de dinero lo tenemos en nuestra Familia Real. Alfonso XIII tuvo siete hijos dentro del matrimonio, Don Juan, cuatro; su hijo Juan Carlos, tres; y Felipe de momento ha tenido dos.
¿Insinúa que se puede advertir una relación entre progreso y baja natalidad?
–Históricamente así es. Cuanto más se ha prosperado es cuando ha caído la tasa de fecundidad. No podemos tener certezas de lo que va a pasar, pero es verdad que si a más prosperidad, menos fecundidad y, lógicamente, no queremos renunciar a la prosperidad… pues tenemos un problema. ¿Cuál es la buena noticia?
¿Cómo plantearlo entonces?
–Hay que revalorizar la percepción que se tiene los hijos, no como una carga, sino como algo que nos completa… tenemos que lograr que la gente tenga ganas de tenerlos. Por supuesto que el gobierno también debe tener en cuenta que las familias con hijos tienen más gasto pero no podemos plantearlo como una obligación, ni siquiera como una responsabilidad social: los hijos hay que tenerlos por gusto.
¿No hay que apelar a la responsabilidad social?
–La gente sí debería saber que si no tiene hijos va a tener que pagar más impuestos que si los tiene o que debería tener menos pensión porque tendrá más capacidad de ahorro que una persona que ha tenido cuatro hijos y no ha podido ahorrar. En este punto, las élites políticas y sociales tienen la responsabilidad de impulsar determinados valores o no. Tienen mucha responsabilidad.
Tener hijos no podemos plantearlo como una obligación, ni siquiera como una responsabilidad social: los hijos hay que tenerlos por gusto
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¿Cómo está afectando o va afectar todo esto a los colegios?
A nivel global es obvio que disminuye el mercado, así que ante esta situación se abren diversas opciones. Una de ellas es hacer de la necesidad virtud, es decir, gestionar mejor la escasez. Cuando los ingresos bajan se tiene que ahorrar a la fuerza. Tienes que saber muy bien cómo va a evolucionar tu zona, porque la demografía no es homogénea. Hay zonas en las que llega gente joven y por tanto habrá más niños que en otras con población envejecida…
Sin embargo, otra opción que yo creo que el sector educativo debe hacer dentro de su misión educativa es contar a su alumnado el problema demográfico del país y así estimular que en el futuro tengan más hijos.
En esto hay buenos precedentes pero en sentido contrario. Hubo un plan norteamericano que está ahora desclasificado –el famoso Informe Kissinger– que, preocupados por el incremento de la población en el Tercer Mundo, tenía como medida estrella contar a los alumnos de Primaria que de mayores no debían tener muchos niños. Los valores se configuran en la escuela.
¿Introducirías el valor del natalismo en la escuela?
–Sin duda. Por la sociedad, por nosotros mismos y por los propios niños. Podemos fomentar mucho la vocación emprendedora, pero sin gente no hay nada que emprender. Como sociedad, pero sobre todo como personas, necesitamos niños, tener una red familiar, capital afectivo. Es vital.