La politóloga Victoria Finn investiga el comportamiento electoral y la migración, con especial atención al caso de Chile. En este contexto, realza la importancia de las relaciones con el país de origen.
Este contenido fue publicado el 20 octubre 2022 – 09:00
La doctora Victoria Finn es politóloga y se dedica a la investigación en el Instituto Universitario Europeo en Italia. Este año recibió el premio a la “mejor disertación” sobre el tema “migración y ciudadanía” de la Asociación Estadounidense de Ciencias Políticas.
Al margen de la “Semana de la Democracia de Ginebra”, a principios del mes de octubre, swissinfo.ch pudo entrevistarse con Finn para hablar sobre la inmigración y emigración en Chile, objeto de estudio de su trabajo. Su enfoque es erudito y novedoso a la vez. Muchas de las observaciones de Finn podrían ser útiles también para los suizos en el extranjero.
swissinfo.ch: Usted investiga el derecho de voto de los migrantes, con especial atención al caso de Chile. ¿Cómo es la situación en ese país?
Victoria Finn: En diversos países sudamericanos, los ciudadanos no nacionalizados tienen que cumplir relativamente pocos requisitos para poder participar en elecciones y votaciones, como en Ecuador, por ejemplo. Es una de las razones por las que elegí América del Sur como enfoque. En Chile, por ejemplo, se puede votar también sin tener la nacionalidad. Tras un período de cinco años, todos los extranjeros y extranjeras pueden participar en todas las elecciones municipales y nacionales, en todas las votaciones populares y referéndums, es decir, en todo tipo de comicios.
También Uruguay tiene un derecho electoral liberal, aunque con requisitos más estrictos, lo cual lo hace algo más difícil en la práctica. En Chile hay que haber cumplido los 18 años de edad, no se pueden tener antecedentes penales y, además, hay que ser residente legal del país. Si se cumplen estos requisitos, se puede solicitar la inscripción en el censo electoral.
Parece ser que Chile es el país perfecto para emigrantes que desean ejercer sus derechos políticos.
No obstante, persiste un problema: no hay nadie que informe a los ciudadanos que figuran registrados en el censo electoral. La inscripción es automática. No todas las personas saben que pueden votar, aunque hay cada vez más gente que lo sabe.
¿Nadie facilita información sobre los derechos políticos?
Efectivamente. Una sola campaña publicitaria sería suficiente para que todos lo supiesen. Pero aún no se ha llevado a cabo ninguna. Hasta hoy, la mayoría de las campañas políticas no se dirige a los inmigrantes, y eso a pesar de que Chile es uno de los primeros países en haber concedido el derecho de sufragio a los residentes extranjeros (para elecciones locales este derecho ya existía en la constitución de 1925).
¿Contribuye el derecho de voto de los extranjeros a una mejor inclusión social de este colectivo?
Es una pregunta difícil de contestar. Algunos han estudiado la cuestión para el caso de Suiza, porque aquí la base de datos es buena. Se han hecho comparaciones entre regiones que conceden este derecho a los residentes extranjeros con otras que no lo otorgan. Para que la integración funcione es necesario que existan derechos sociales, económicos y políticos. Si falta uno de estos derechos, se produce un desequilibrio. Nadie quiere participar en la sociedad si no tiene voto propio en asuntos políticos. Las prioridades de la integración son individuales. Pero tras un determinado período de tiempo las personas no se contentan con solo ser trabajadores o empleados, quieren ser más. A esta conclusión llegaron Alemania con su programa de trabajadores inmigrantes y Suiza con su estatuto de temporeros. Las personan también necesitan participar social y políticamente.
¿Qué significa esto a nivel personal?
Una persona siempre es inmigrante y emigrante a la vez, como lo ha demostrado Luicy Pedroza en su estudio. Pero a nivel individual es importante analizar los vínculos y la pertenencia en ambas direcciones: cada inmigrante es también emigrante. Los venezolanos que abandonaron su país siguen pendientes de la actualidad en Venezuela. Esta circunstancia influye en su condición de emigrantes, pero también en su vida cotidiana en Chile, en su situación personal y su entorno. Las sociedades deberían tratar de entender mucho mejor ambas partes.
Por lo general, los países de llegada tienen más interés en que los inmigrantes participen de una u otra forma en lugar de aislarse. Creo que su participación crea una situación en la que todos salen ganando.
Ser ciudadana o ciudadano significa poder tomar parte en las decisiones. Es algo que se pudo escuchar en repetidas ocasiones a lo largo de la Semana de la Democracia en Ginebra 2022. ¿Qué significa la participación para los migrantes? Algunos dirán que si pudiesen tomar parte en las decisiones, ya se sentirían como los nacionales.
Cuando las personas participan, actúan como si fueran nacionales. Como he podido comprobar en entrevistas y encuestas, su motivación para participar en política es similar a la de los ciudadanos con carta de naturaleza. A nivel individual, las personas suelen interesarse por la política para garantizar el bienestar de todos y porque quieren un gobierno que funcione bien. Las personas votan para elegir a los mejores. La situación inicial es simplemente más compleja en el caso de los inmigrantes porque viven en y entre dos países distintos.
Han dejado un país para vivir en otro.
Así es. Ser inmigrante y emigrante a la vez te marca como persona, no solo porque las leyes son distintas en los respectivos países. Personas que dejan su país son en cierta manera diferentes. Sus biografías son diferentes. El aspecto transnacional cambia su perspectiva sobre las dos sociedades y los dos países y su manera de interactuar entre ambas realidades.
Cuando uno vive en un país extranjero, cambian el sentimiento de pertenencia y la identidad. Con la migración se establecen dos vínculos completamente nuevos: un vínculo entre el inmigrante y su país de acogida y otro entre el emigrante y su país de procedencia. De este modo se transforma completamente el papel de este individuo en la sociedad y su relación con el Estado. También puede tener repercusiones en sus decisiones a la hora de votar.
¿Tienen todos los Estados un interés en que los inmigrantes participen?
En las democracias, sin ninguna duda. La mayoría quiere que los inmigrantes voten. Pero la política de la diáspora va más allá de la cuestión de si un régimen es democrático o dictatorial: muy pocos países descuidan al grupo de los emigrantes, porque quieren que vuelvan para que el dinero ganado fuera se reinvierta en sus economías. Las transferencias de dinero son un aspecto crucial en muchas relaciones que las diásporas mantienen con sus países de origen.
Puede que muchos suizos y suizas en el extranjero tengan el sentimiento de que Suiza no aprecia lo suficientemente sus votos. Durante la pandemia, por ejemplo, muchos suizos en el exterior recibieron demasiado tarde sus papeletas de votación.
La identidad, la nacionalidad y una ciudadanía activa son temas complejos y a la vez muy individuales. Algunos se sienten abandonados por sus países de origen. A lo mejor emigraron por motivos políticos y ya no quieren mantener esos lazos. Esto puede pasar.
Supongo que en el caso de Chile los colectivos de emigrantes siguen muy marcados por el largo período en el que gobernaba el dictador Augusto Pinochet.
Hoy, los chilenos y chilenas que viven en el extranjero son un grupo muy heterogéneo. Ya no se trata de una comunidad de exiliados, para nada. El colectivo es muy variopinto y representativo de todas las opiniones políticas. Sin embargo, los emigrantes chilenos recibieron su derecho de voto todavía en 2014 y pudieron votar por primera vez en 2017. Es un derecho muy reciente.
Entonces, ¿los que inmigraron pudieron votar, pero los que emigraron, no?
Sobre este tema voy a publicar un artículo en breve: Chile es un caso muy ilustrativo porque es un país pionero respecto del sufragio de los inmigrantes, pero al mismo tiempo un país rezagado en relación con el derecho electoral de sus propios emigrantes. En Chile pudieron votar los inmigrantes cuando su número aún era reducido; ahora, los emigrantes también pueden votar, a pesar de que ya no conforman un colectivo muy numeroso. Chile registra desde el año 2015 más inmigración que emigración. El país ha tardado su tiempo en reconocer este hecho.
Los derechos políticos de los emigrantes están muy extendidos. En más de 130 Estados pueden participar en algunas elecciones de sus respectivos países de origen. En cambio, en Chile, hasta hace poco, no tenían ningún derecho político. Esto ya no es el caso. Por otro lado, vemos que está ocurriendo lo mismo ahora con los venezolanos y venezolanas.
¿En qué sentido?
Ahora, los venezolanos y venezolanas que llegaron a Chile en 2016 pueden votar por primera vez. Hay ciertos temores porque no se sabe quiénes de ellos lo van a hacer y a quiénes votarán. Sin embargo, las personas se adaptan rápidamente a partidos políticos y sistemas nuevos. Los migrantes pueden permitirse cierta flexibilidad ideológica. No tienen por qué identificarse con un partido radical solo por pertenecer a un país con una ideología estatal afín a esta concreta formación política.
Adaptado del alemán por Antonio Suárez
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