Por diversas cuestiones ha entrado en discusión en todo el arco político si conviene suspender o eliminar las PASO, cada espacio y cada potencial precandidato tiene su subjetiva opinión acerca de que, si le conviene o no, eso está claro. Hasta ahora en este contexto nadie propuso ir un poco más allá y analizar verdaderamente que sucedió desde su implementación hasta la fecha y cómo afectó a la democracia de nuestro país.
Como todo debate signado por el contexto, la posibilidad que hace aproximadamente un mes comenzó cuando importantes dirigentes comenzaron a susurrar cada vez más alto por la suspensión de las PASO en el país, se ha sumado a las recientes estrategias políticas, judiciales y legales que han llevado gobernadores en sus respectivas provincias para deshacerse de ellas, como el caso de San Juan, Catamarca y Salta. Y a los movimientos que han hecho gobernadores, a través de su liga, para presionar en principio sobre su suspensión.
El debate, discusión, análisis, o como el lector quiera llamarlo, está teniendo prácticamente el mismo destino que tiene casi todo en Argentina, un trato superficial, por un lado bañado por el pánico electoral que genera esta remota posibilidad en Juntos por el Cambio, quienes entienden que la suspensión pondría en riesgo su coalición; y claro está si perjudica a alguien su eliminación o suspensión, beneficia al otro u a otros de manera tácita, por lo que en consecuencia del otro lado pasa si objetivamente el beneficio es así, cómo se logra reunir las voluntades necesarias para convertir esta posibilidad en realidad.
Es muy claro que de eliminarse o suspenderse hasta nuevo aviso las PASO, el principal problema lo tiene Juntos por el Cambio. Coalición que ha ido pese a sus fuertes internas sobreviviendo gracias a algunas mesas de conducción creadas a tiempo y a las mismas primarias. Al suprimirse el método actual de selección de candidatos, quizás algunos en el radicalismo no lo han notado, pero son internamente favorecidos y se pone en aprieto a los personalismos que más miden del PRO, como Bulrich, Macri y Larreta, lo que en consecuencia si bien podría llevar a una desintegración de la coalición por falta de acuerdos que resuelven hasta ahora las PASO, lo que también puede suceder es que se les de vuelta a los personajes taquilleros el tablero y el aparato radical pase a pesar más, poniendo a los candidatos radicales como primeras opciones y dejando al PRO como un partido pequeño que acompaña, con personalismos fuertes.
Hoy el diputado nacional Leandro Santoro, dice que no es momento de discutir este tema por el contexto político, económico y social. Lo cierto es que falta un año para octubre del 2023, fecha en la que se desarrollarían las próximas elecciones, y a decir verdad ¿alguien sabe cuándo es el momento oportuno de discutir las cosas en este país? O alguien tiene la bola de cristal para saber cuál sería la coyuntura adecuada para este tipo de discusiones. Algo similar pasa con la discusión por la ampliación de la Corte Suprema, muchos reconocen que así no puede funcionar, ¡pero ah! si existe la más mínima posibilidad de que beneficie a Cristina no se tiene que hacer ahora, sería interesante conocer la opinión del diputado al respecto en este caso.
Según parece cuando surgen estos reconocimientos de falencias actuales y se especifica que se deben hacer los cambios en otros momentos futuros, suena más a excusas en que los actores de la película que relatan no resultan beneficiados. ¿Verdaderamente alguien cree que se puede plantear un debate o impulsar un cambio esperando que los planetas se alineen en este país? La respuesta es ¡no! Es sólo patear la pelota afuera para sostener intereses particulares. Discutir este tema para aplicarlo en 2025 es prácticamente una fantasía. La realidad es que el mayor beneficiado dentro del oficialismo si hay PASO es Alberto Fernández quien al parecer sueña con la posibilidad de al menos volver a ser candidato (beneficio que pondría en duda dado que es lo que él cree, no quizás lo suceda en los hechos), también aquellas agrupaciones que no tienen partidos políticos y funcionan como satélites del PJ y de Alberto.
Pero fuera de las especulaciones, es interesante ir un poco más allá, las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) fueron establecidas en 2009 para la selección de candidatos a los cargos electivos del nivel nacional (Ley 26571) y se utilizaron por primera vez en las elecciones de 2011. Desde entonces, ya rigieron para 5 elecciones nacionales y alrededor de 12 provincias adoptaron mecanismos similares para la selección de candidatos a cargos provinciales y municipales. En nuestra larga historia sólo tienen 11 años de vida.
Puntos a favor y en contra
Las PASO, son un invento argentino, al menos hasta el 2016 según CIPPEC, ningún otro país obligaba a partidos y electores a concurrir simultáneamente a la selección de candidatos. Desde su implementación, poco se ha discutido acerca de realizar mejoras sobre el sistema de selección de los mismos, ni siquiera hablar de su suspensión o su eliminación.
Yendo a nuestra vieja y querida Constitución, en su artículo 38 se deja bien en claro que: “los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático”. Quién no sabía esto, ahora lo sabe, y aquellos que lo sabían y lo ignoraron e ignoran en la práctica, van en contra de nuestro sistema democrático y de lo que establece la Constitución Argentina.
Es una realidad que los partidos políticos en la argentina desde la implementación de las PASO, se han deteriorado en todo sentido, números de afiliados, representatividad, como instituciones han quedado a la sombra de coaliciones que son conducidas por personalismos, y los cuales se sostienen muchas veces como fruto de las conducciones territoriales a través de cargos ejecutivos donde el poder se concentra en la administración de los recursos que brindan estas posiciones de poder. Hay excepciones claro, pero hoy en gran medida, y principalmente los partidos que gobiernan han quedado como sellos electorales, que sirven a la luz de juntar avales para presentar tal o cuáles candidatos elegidos mayoritariamente a dedo por quienes conducen las coaliciones o por acuerdos políticos.
A favor muchos dirán que garantiza mayor participación en la selección de los candidatos y da previsibilidad, pero en los papeles esto viene beneficiando a las oposiciones y no funcionando tan democráticamente para los oficialismos, donde los precandidatos que juegan con el caballo del comisario terminan en su mayoría yendo en listas únicas que solo pasan por las PASO como si fueran a una gran encuesta, desalentando el espíritu de las internas por varios factores algunos ya mencionados, y disminuyendo las ofertas electorales internas de los partidos que gobiernan. Sumado que sirven para ordenar el voto útil opositor, indicando a quién conviene elegir para derrotar a tal o cual, sin importar mucho más.
Volviendo al caso PRO – radicalismo, un sistema que facilite la selección de una figura (candidato) por ser solo famosa o más conocida que otras, obviando estructuras, formación, ideas y valores. Es un sistema distorsivo, que poco contribuye al fortalecimiento de los partidos, sino todo lo contrario.
Si analizamos las condiciones que establecen las PASO, y suprimimos sólo la obligatoriedad tanto partidos gobernantes y opositores, sean miembros o no de coaliciones, deberían dirimir sus candidatos en un contexto de menor participación, extrapolando lo que sucede en Uruguay en esta etapa electoral, donde disminuye rotundamente la participación a la hora de elegir candidatos; en consecuencia da más importancia a las estructuras partidarias dado que son los afiliados y simpatizantes más politizados los que concurren a votar en su mayoría, esto no se ha probado en Argentina, pero es algo estimable. En el caso de eliminar su apertura, aún más se fortalecerían los partidos dado que a la vieja usanza sólo podrían elegir candidatos aquellos afiliados a los partidos lo que pone a éstos como instituciones necesarias y fundamentales para la selección de candidatos, y de existir coaliciones, lógicamente serían beneficiadas aquellas con mayor aparato partidario. En este caso contar con partidos organizados y movilizados es totalmente necesario, por lo que este sistema claramente fortalece más aún a los partidos. La simultaneidad es un factor que no influiría mucho por lo que no vale la pena profundizar tanto en este caso en particular.
El gasto que generan, uno de los ejes del debate actual o por plantearse; para algunos es un tema con el que consideran conquistar a la sociedad para instalar su eliminación, y nadie puede negar que llevar adelante una elección no es costoso, pero lo cierto es que el financiamiento para los partidos, o para las PASO, lo que genera es mayor transparencia. En este punto, algunos dirán que se ahorrarán miles de millones a los ciudadanos si se eliminan (estiman 20 mil millones de pesos), ahora invertir en la democracia, en las instituciones es parte importante del rol del estado, y si se gasta en tantas cosas que podrían ser criticables, como no hacerlo en construir una democracia más sólida. Estamos hablando de aproximadamente 150 millones de dólares a valor oficial, menos de lo que gasta el BCRA en una corrida en un par de días.
La sociedad muestra mayor madurez que gran parte de la clase política
Estigmatización de la política, hoy hablar de partido, ser partidario, o algo similar es casi una mala palabra, y no debería. Nadie puede obligar a todos a que se interesen por las cuestiones políticas, pero alguien tiene que hacerlo, y esos que lo hacen no deberían ser prejuzgados por el resto por una instalación discursiva de algunos lobos que se disfrazan de corderos para beneficiarse de ello. Para contrarrestarlo es necesario fortalecer los partidos, fomentar el respeto, el diálogo, los consensos, la participación; no el odio y la violencia. En las coaliciones esto es más complicado, más aún si no están institucionalizadas. Este mensaje que aprovechan algunos como Milei, es un fenómeno global, entre otras cosas consecuencia de partidos políticos que no han sabido adaptarse a esta nueva era, que son cerrados, que no conmueven, que no sirven para atender los problemas que importan a la gente (al menos para escucharlos), que no enamoran, y que casi no existen. La mística sólo se mantiene en algunos jóvenes que han heredado algo de los principios, pero que poco pueden realizar contra quienes administran los pocos recursos y dejan pasar las horas.
En conclusión, no se trata de estar a favor o en contra de las PASO, en este muy breve análisis (al cual considero que le hacen falta datos actuales y dejo para alguien que se interese en realizarlo) lo que se ha buscado evidenciar es que el sistema tal como está, está lejos de tener un saldo positivo, son evidentes sus falencias, como así sus virtudes, mayores falencias que virtudes, principalmente porque pese a la evolución que ha tenido en su instrumentación por parte de los partidos y coaliciones a lo largo de estos 11 años, viene dañando la base fundamental del sistema democrático, los partidos políticos, esto último basado en hechos a mi entender indiscutibles. Encontrar una solución sobre este tema se vuelve urgente, y permitiría evitar continuar con la muerte lenta de los partidos.
Convocar obligatoriamente a todos a decidir sobre quiénes tienen que ser los candidatos, podría hoy no ser una muy buena idea, más aún en estos momentos donde se hace evidente el desprecio que tiene gran parte de la sociedad con el sector político. Que se obligue a gran parte del electorado a votar por tal o cual precandidato siendo que esta importante porción según marcan las encuestas no cree en ninguno y es fogoneado encima por todos los factores que conocemos que marcan la agenda, no parece ser algo que beneficie de cara al futuro del país. Quizás sea una oportunidad de quitar esa obligatoriedad, o dejar descansar al electorado y/o algunas otras reformas más. Utópico sí, necesario también.
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