Un cardumen es un grupo de peces, no necesariamente de la misma especie, que se juntan formando una gran bola para protegerse de los depredadores. Con ese espíritu de diversidad y unidad de acción, Igor de la Sota y Gonzalo Martínez de Azagra fundaron en 2018 Cardumen. Esta gestora de venture capital, especializada en invertir en compañías tecnológicas de Israel, ya ha lanzado dos fondos y administra un patrimonio de 140 millones de euros.
“Analizamos unas 600 compañías al año y estamos especializados en aquellos sectores que vertebran la transformación digital: inteligencia artificial, ciberseguridad y big data”, explica De la Sota. “Dentro de esta estrategia, el ecosistema israelí ofrece una oportunidad única en tecnologías aplicadas”, añade. Este país es toda una máquina de generar emprendedores ligados a las nuevas tecnologías, con más de 7.000 empresas activas en este campo. De hecho, a pesar de su tamaño, es el cuarto mayor país del mundo con más empresas en el Nasdaq y tiene un ratio de nueve unicornios —empresas valoradas en más de 1.000 millones de dólares— por cada millón de habitantes.
“En los años ochenta, Israel se dio cuenta de que tenía que invertir en tecnología porque no contaba con recursos naturales. Se puso en marcha un plan de largo plazo y hoy el país es toda una potencia en este campo”, recuerda Gil Gidron, presidente de Cardumen. “El éxito de su modelo se basa en varios favores. En primer lugar, una legislación que favorece la innovación con una ley de I+D pionera. A eso hay que añadir una gran capacidad de financiación, ya que destinan el 5,4% de su PIB a este sector, récord mundial. Además, sus universidades están muy enfocadas a las carreras STEM [ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas] y su ejército es un gran banco de pruebas [la gestora tiene miembros en su equipo con pasado militar]. Por último, tienen una arraigada cultura del emprendimiento y la aceptación del fracaso como parte del proceso de aprendizaje”, añade Gidron.
Cardumen adquiere paquetes accionariales en torno al 15% del capital. Además, suele promover la coinversión con otras empresas industriales y fondos de venture capital. Al entrar en las empresas pide un puesto en el consejo de administración y ofrece a los directivos fundadores un equipo de apoyo para maximizar el valor de la compañía. “En la fase en la que invertimos, la tecnología de la empresa ya ha sido desarrollada. Es decir, el riesgo que asumimos no es tecnológico, sino de comercialización e industrialización de la tecnología”, indica De la Sota.
La duración de los fondos es de siete años y la gestora ofrece a sus clientes una rentabilidad que supone multiplicar por tres la aportación inicial. Entre sus partícipes se encuentran compañías como Banco Sabadell, Repsol o Redeia (antigua Red Eléctrica). Sus fondos también están dirigidos a family offices —las plataformas de inversión de los grandes patrimonios—, otros inversores institucionales —aseguradoras o fondos de pensiones— y algunos inversores individuales. “A los clientes no solo les ofrecemos un retorno financiero, sino acceso a desarrollos tecnológicos que luego pueden usar en sus propias empresas. Es decir, los apoyamos con nuestro conocimiento del sector israelí en temas de innovación abierta”, destaca Gidron.
Entre las últimas inversiones de Cardumen destaca la ronda de financiación de DoControl, empresa de ciberseguridad que ayuda a las compañías a gestionar los accesos de empleados; Second Nature, un programa de entrenamiento de ventas automatizadas impulsadas por inteligencia artificial, y CoreTigo, proveedor de soluciones de automatización industrial inalámbrica.