Editar una entrevista como esta deja una extraña sensación de mala educación, donde cortar es como interrumpir cuando habla. La capacidad seductora de las palabras de Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) han hecho de él el mejor conversador posible, una mezcla de anécdotas, pasajes y memoria que te hacen adorar la Ciudad de México. El consejo rector del Premio Gabo, compuesto por destacados periodistas, escritores y académicos, decidió otorgarle el premio a la excelencia “por el brillante e inspirador conjunto de su obra y trayectoria” y la “mirada propia, profunda y crítica que proyecta en su ejercicio periodístico con rigurosidad, ética y talento ejemplares”.
Villoro ha escrito crónicas, reportajes —uno de ellos ganador del Rey de España— pero el jurado reconoce al escritor como el heredero de las jirafas, las columnas de Gabriel García Márquez, donde lo mismo hablaba de letras, hombres de ciencia, estadistas; sobre G.B. Shaw, Einstein y Churchill; sobre los cómicos, sobre radionovelas y películas; sobre la princesa Margarita, Lamparilla, el bandolero de la violencia, y el cantante Rafael Escalona, la bomba de hidrógeno, los platillos voladores.
De igual forma Villoro puede dedicar su columna a los hoteles, por los que tiene admiración frente a su casa, donde cada foco fundido acusa de abandono. La última columna dedicada a los terremotos del 19 de septiembre es la conexión perfecta con el mundo garciamarquiano. “No hay explicación científica para los terremotos del 19 de septiembre. Los dos primeros fueron una coincidencia trágica. Faltaba uno para cerrar la cuenta y para citar a López Velarde: “una sola cosa sabemos: que el mundo es mágico”.
Pregunta. Premio a la excelencia, eso le obliga a ser buena persona.
Respuesta. Yo creo que todos los premios son un acto de buena voluntad de personas que conspiran para beneficiarte, pero son premios que te comprometen. No considero en modo alguno que merezca este premio, pero lo que dices es totalmente cierto, es en una condena de responsabilidad que no puedo eludir.
P. El jurado dice que es usted “un servicio público”, algo así como un hospital o un metro puntual para sus lectores.
R. Yo creo que el periodismo es un trabajo de atención pública. Es una forma de llevar los datos, la información y las interpretaciones a los lectores. Y en ese sentido tiene un cometido útil. Cuando tú escribes una novela puedes posponer a tus lectores durante mucho tiempo y esa novela puede fracasar en secreto, durante muchos años, en espera de que alguien la descubra. Pero el periodismo tiene un cometido inmediato y tiene que causar sentido a la comunidad a la que pertenece. Entonces, creo que sí somos servidores públicos, en la medida en que tratamos de dar los signos de orientación que requiere la gente. Si tú quieres circular por una ciudad tienes que seguir flechas para saber hacia dónde te diriges. Para tratar de circular en el mundo también necesitas flechas y es el trabajo social que hace el periodismo.
P. El fallo dice que es capaz de salir a la calle y convertir cualquier tema en una crónica maravillosa. “Salir a la calle”, casi parece un género en sí mismo.
R. Una de las cosas maravillosas de este premio es que está asociado con la figura de García Márquez y él nos enseñó que se puede escribir sobre los temas más variados de la realidad. Si lo sabes ver en cercanía y si sabes distinguir en ellos un sentido del misterio. Hay una crónica suya que se llama No era una vaca cualquiera, que se trata de una vaca que llega a la ciudad de Cartagena, se planta en una esquina y no se mueve de ahí y modifica la vida entera de la ciudad. Ese acontecimiento mínimo que tiene que ver con salir a la calle, con observar un suceso fuera de serie en el orden de lo cotidiano es una pieza maestra del periodismo y creo que García Márquez nos alertó a ver las calles de ese modo. Si tú puedes descubrir en el barrio de siempre algo que te sorprenda, reinventas de alguna manera la realidad. Las grandes lecciones que él recibió como escritor provienen del periodismo precisamente.
P. Alguna vez le escuché decir que los periódicos cada vez son más delgados y los periodistas más gordos.
R. Yo decía que los periodistas están cada vez más gordos y los periódicos más delgados, porque los periodistas salen menos a la calle, tienen un trabajo sedentario y los periódicos siguen básicamente lo que ocurre en la red. Creo que en muchas redacciones hay más interés en no perder lo que está haciendo la redacción rival que en descubrir la propia noticia. Y entonces el periodista que antes se ganaba la exclusiva en un bar de mala muerte o estando en una hora extraña en el lugar de ciertos sucesos es cada vez más escaso porque el periodista está anclado frente a la pantalla de la televisión, tratando de escribir en su propia redacción lo mismo que ya están escribiendo otras redacciones para no perder el tono común de la noticia importante. Entonces creo que es muy refrescante regresar a los orígenes mismos del oficio, que tienen que ver con entrar en la realidad. A ver qué sorpresas te depara.
P. ¿Cuál es el estado de salud del periodismo en español?
R. Hay una larga tradición de periodismo de altísima calidad que se ha convertido posteriormente en literatura en los grandes momentos. El periodismo es literatura bajo presión y eso lo han demostrado José Martí y Ramón Gómez de la Serna y Ramón María del Valle Inclán y Martín Luis Guzmán y Gabriel García Márquez. Tantísimos otros autores y hoy en día también Alma Guillermo Prieto, Leila Guerriero. En fin, una pléyade de muy buenos autores del idioma. Tenemos una extraordinaria salud de los periodistas. Desgraciadamente los medios donde se expresan no gozan de la misma salud, porque es un momento muy complejo en donde los periódicos ya no pueden funcionar como un modelo de negocios independiente. Tienen que depender de recursos que no necesariamente tienen que ver con el propio periódico. Estamos en una situación donde las tecnologías permiten que haya informaciones que compiten con el periodismo serio. Es la era de las fake news y hay también una polarización en la mayoría de las sociedades que hace que los medios se dividan en polos opuestos y aplacen la búsqueda de la verdad para dedicarse más bien a propagandas de uno u otro signo. Entonces, en este ambiente muy complejo, no abundan los medios de calidad, ni es fácil ejercer el oficio y mucho menos vivir de él. Pero creo que el que hay notables periodistas en el caso específico de México, no podemos dejar de mencionar que tan solo en este año han sido asesinados 15 periodistas en nuestro país. Es un oficio de alto riesgo.
Por eso este el dinero que está asociado al premio lo voy a donar al laboratorio Quinto Elemento, que se dedica a apoyar investigaciones de periodistas en zonas silenciadas, de riesgo, y trata de ver el desplazamiento de los migrantes y de hacer reportajes que tienen que ver con víctimas y derechos humanos. Es lo menos que puedo hacer para retribuir el trabajo de estos extraordinarios colegas.
P. Teatro, crónica, novela, columnas, hasta series de televisión. ¿Dónde se ve más cómodo?
R. Por fortuna no me siento cómodo en ningún género. Si no, no los culparía. Creo que una de las cosas más interesantes es el nerviosismo que te provoca cada uno de los de los géneros. Sabemos que el torero sin miedo no es torero, un actor que no se pone nervioso, no es actor. Y bueno, está esta sensación de inquietud. Es un estímulo fundamental para el oficio. Lo interesante es que los distintos géneros suscitan nervios diferentes. Entonces, en el caso de el periodismo tienes que cumplir con una fecha de entrega, con un límite de espacio, con una noción de claridad suficiente para que eso sea comprensible para los lectores del medio particular en el que estás colaborando. En cambio, una novela requiere de una larga paciencia, una ansiedad siempre contenida para poder soportar durante mucho tiempo las relaciones entre los distintos personajes y sobrellevar este largo camino que es de tesón, es de paciencia y donde todo tiene que estar conectado. Soy como un sastre que tiene una serie de telas y con ellas me piden un chaleco, un pantalón, una camisa, un gabán y va haciendo prendas diferentes, pero siempre a partir de las mismas prendas, los mismos paños. No pienso esa cosa de la marca personal.
P. La crónica es el ornitorrinco y un ave exótica del que todo el mundo habla, pero que pocas veces se ven. ¿Tiene que ver esto un poco con esa crisis de los periódicos de la que hablaba?
R. Sí, por momentos la crónica puede ser como el pájaro dodo que todo el mundo piensa que es una especie maravillosa, que hay que protegerla, pero pocas personas la han visto y sobre todo, muy pocas la han visto en su hábitat natural. La crónica cuenta con un prestigio social muy grande, porque negar el valor de la crónica prácticamente equivale a negar la realidad. No conozco a ningún jefe de redacción, ningún dueño de periódicos que se atreva a decir ‘no me interesa la crónica’ porque equivaldría a decir ‘no me interesan las noticias profundas’. La práctica del género no es fácil si pensamos que en otros países un periodista puede recibir un sueldo durante tres meses para hacer solamente una crónica y que ese texto puede tener una extensión de 20 cuartillas. Eso es una utopía totalmente inalcanzable para nosotros. Uno de los grandes misterios de los cronistas latinoamericanos y españoles es que hacen su trabajo financiados por otro trabajo.
P. Su libro Vértigo horizontal, un homenaje a la Ciudad de México es ese ornitorrinco del que habla.
R. Tienes toda la razón. Cuando dije que la crónica era el ornitorrinco de la prosa. Me refería a que todos nosotros le atribuimos al ornitorrinco rasgos de otros animales. En efecto, parecería la combinación de cinco animales distintos, pero su naturaleza está en no ser ninguno de ellos y esa es su esencia. Lo mismo pasa con la crónica. Tiene elementos del reportaje, del relato, de la memoria, del ensayo, de la entrevista, en fin, de todo. Reúne rasgos de todos los demás géneros, pero no es ninguno de ellos y esa es su peculiar naturaleza. Entonces, si así definimos la crónica, pues los textos de Vértigo horizontal efectivamente tienen que ver con esa manera de interpretar el género. Hay un reportaje sobre los niños de la calle que se apega mucho más al reportaje puro y duro. Y hay otros pasajes de corte un tanto autobiográfico que se apegan más al libro de memorias. Pero básicamente la mayoría de los textos tienen que ver con esta combinación de géneros que, sin ser ninguno de ellos, da lugar a otro, que es el misterioso género de la crónica.
P. Una vez le reprocharon en el guion de una serie que hacia diálogos demasiado cultos. ¿Cómo se lleva con el género de las series?
R. Sí, hubo una época dorada de las series y Jorge Carrión escribió un libro sobre este momento que se llamaba Teleshakespeare, que desde el título indicaba que la gran creatividad narrativa estaba en las nuevas series de televisión, porque era un fenómeno totalmente inédito. Entonces proyectos como Los Soprano, Wilder, Breaking Bad, Six Feet Under y otros más renovaron profundamente el arte de contar historias de largo aliento. Pero con la cultura de masas sucede siempre que lo que empieza siendo una vanguardia se convierte muy pronto en una rutina. Pasó con la televisión, pasó con el cine y pasó con el rock y ha pasado con las series de televisión. Hoy en día, cuando llegas con un proyecto, te encuentras con un ejecutivo sorprendentemente joven, lo cual no es un defecto, sino una virtud, pero que no ha escrito ningún episodio en su vida. Y sin embargo, él tiene ideas de lo que quiere el público. Y justamente ponen a gente joven, porque la mayoría de las personas que pertenecen al público tienen esa edad para que valoren lo que es válido y lo que no, y entonces ahí entras en una situación catastrófica por la cual todos los escritores y esa situación te lleva a que lo que tú estás tratando de decir se someta a un criterio industrializado. Entonces es un largo camino de negociación y de pleito. Lo más admirable de quienes logran imponer buenas historias en las series es justamente ese trabajo de pleitos y de negociaciones previo. En lo personal no tengo muchas ambiciones al respecto y creo que el paso por las series fue simple y sencillamente, digamos, una hermosa oportunidad de fracasar.
P. Tiene dos militancias, el zapatismo y el fútbol.
R. Una de las peores cosas que le pueden pasar a un periodista es que el lector sepa de antemano lo que va a decir. Sobre todo en los artículos de opinión. Esto suele ser el caso y me parece que es muy pobre que un articulista se convierta en un rutinario propagandista de una causa. Me parece que una de las cosas más ricas que hizo García Márquez en sus columnas, que él llamaba Las jirafas cuando empezaba en los periódicos de Barranquilla y de Cartagena de Indias, fue precisamente el de demostrar que la realidad es mucho más variada de lo que suponemos y nadie podía anticipar de qué tema iba a escribir ella. Entonces, esta pluralidad de opciones, que debería ser una condición natural de los periódicos, se ha convertido en algo bastante escaso. Dicho esto, sí he tenido algunos temas en los que he procurado ser no machacón ni repetitivo, pero sí consecuente. Y uno de ellos son los derechos de los pueblos originarios de México, que viven en una situación terrible. Hay un colonialismo intra histórico muy grande. Cuando terminó la conquista, el 75% de los mexicanos hablaba al menos una lengua indígena. Terminado el periodo colonial, empieza el México independiente y hoy, 200 años después, sólo el 6,6% de los mexicanos hablan una lengua indígena.
Lo extraño, como ha dicho la lingüista Yásnaya Aguilar es que estas lenguas todavía subsisten. Ha sido un trabajo de resistencia cultural admirable. Me interesa mucho esa causa y ha sido representada de manera emblemática por los zapatistas. Se han refugiado en los municipios que ellos tienen y se han dedicado a la heroica tarea de reinventar la vida diaria. Es notable cómo ha mejorado la vida sin tener grandes apoyos económicos, pero con una mucho más equitativa repartición. La riqueza es una zona de igualdad, de impartición de justicia totalmente distinta, de democracia directa y no representativa. Sin discriminación de género. En fin, creo que es notable lo que se ha logrado en los caracoles zapatistas, que así llaman a sus formas de gobierno locales, pero sigue siendo un compromiso pendiente, no solo para lo que ocurre en Chiapas, sino para todas las comunidades indígenas que su voz pueda ser oída. Estuve muy cerca de la campaña de María de Jesús Patricio Martínez Marichuy, que trató de ser candidata independiente a la presidencia como vocera del Consejo Nacional Indígena. Fue un movimiento importante para señalar que hay un México que no se escucha, un México soslayado y que ese México existe y es parte de nuestra mayor riqueza cultural.
P. Y sobre fútbol, ¿cómo ve un Mundial que se celebra en Qatar?
R. Con lo que la FIFA se ha convertido en una asociación muy cuestionable. Ha hecho pactos con jerarcas tan impresentables como Putin, que fue el gran anfitrión del Mundial anterior. O como Qatar, que es un país que viola los derechos humanos. Se va a jugar en estadios con aire acondicionado porque las temperaturas ambientales hacen inviable el juego del fútbol. Entonces, el deporte organizado ha llegado a un gran momento de delirio. La FIFA fue investigada hace algunos años por el FBI, con lo cual terminó el mandato de Blatter. Y de manera selectiva, se castigó a dirigentes de América Latina. Si Michel Platini, que era el segundo de abordo, hubiera sido paraguayo, estaría en la cárcel o por lo menos invalidado para ocupar cualquier cargo. Más allá de esta desgracia, la magia sigue ocurriendo en las canchas. El fútbol es esa corrupción, pero también son las asistencias maravillosas de Kevin de Bruyne, las jugadas impredecibles de Lionel Messi, las descolgadas en punta de Foden y todo eso lo podremos ver en el Mundial. El Mundial de Qatar será uno de los más contrastados de la historia, porque es un país que no lo merecería por el tipo de Gobierno que tiene y por la poca relación que ha tenido con el fútbol. Pero así de loco está el mundo del fútbol, claro.
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