por Héctor Cárdenas Suárez
El día de hoy se realiza el Diálogo económico de alto nivel (DEAN) entre los gobiernos de los Estados Unidos y México. Participarán varios secretarios y subsecretarios de Estado, así como los encargados de las negociaciones comerciales de los dos países. Se trata de un ejercicio valioso e indispensable cuando los dos países atraviesan por un momento de fuertes tensiones en la relación económica bilateral, fruto del incumplimiento de los acuerdos establecidos en el T-Mec. No sólo es México quien ha provocado esta situación con la política energética del gobierno que se percibe como violatoria del trato nacional y otras disposiciones del tratado. También los Estados Unidos han incumplido la letra del tratado en temas del contenido nacional de autopartes. Como resultado, los países están actualmente en el proceso de solución de controversias del T-Mec que podría desembocar en la imposición de aranceles compensatorios, un resultado que tendría un fortísimo impacto en la economía mexicana, pero que no dejaría a salvo a la estadounidense. Recordemos que, contrario a lo que a menudo se asume, los aranceles afectan a las empresas y a los consumidores tanto del país al que se le imponen, como a los del país que los impone.
La relación económica entre los dos países es gigantesca – más de 614 mil millones de dólares anuales de intercambio comercial – y de gran importancia para ambos países que figuran como los principales socios comerciales el uno del otro. Pero para México, es crítica. Si la economía mexicana ha tenido serios reveses en los últimos años, con crecimiento acumulado negativo desde 2018 y ahora una fuerte inflación, su desempeño hubiese sido por mucho peor si no estuviera enganchada a la gran locomotora de crecimiento que es la economía estadounidense que creció 7.4% en ese mismo periodo. Por consiguiente, el impacto de la imposición de medidas económicas punitivas sería catastrófico para la economía del país – lloviendo sobre mojado, como reza el dicho.
El DEAN forma parte de la compleja red de mecanismos de coordinación y cooperación que los dos países han construido a lo largo de los últimos 30 años; mecanismos que institucionalizan la relación, estableciendo reglas del juego cuya existencia benefician a ambos, pero que a México – como el socio más débil – le confieren capacidad de negociación que no tendría en su ausencia. El DEAN se interrumpió durante la administración Trump y se reanudó el año pasado con la primera reunión desde 2016. Hoy se refrenda su vigencia.
Los países han establecido cuatro pilares que orientan su cooperación económica: i) reconstruir juntos (después de la pandemia), ii) promover el desarrollo económico, social y sustentable en el sur de México y Centroamérica, iii) asegurar las herramientas para la prosperidad futura, e iv) invertir en nuestro pueblo. Cada uno de estos pilares conlleva acciones específicas, algunas de gran alcance, como por ejemplo el lanzamiento de programas de USAID en Centro América orientados a generar empleo sustentable (SURGES) y, en menor grado, a apoyar la implementación del programa emblema del Gobierno de México “Sembrando oportunidades”. Otros, son más puntuales, como fortalecer las cadenas de suministro en semiconductores, o agilizar las operaciones en la frontera norte para reducir las barreras al intercambio comercial, o armonizar las reglas sanitarias entre ambos países. Se trata de una agenda que orienta la cooperación y la coordinación de políticas públicas internas, pero que también articula por lo menos parte de la política exterior de los países hacia la región de Centro América.
Pero quizás más importante que los programas específicos en los que logren avanzar los dos gobiernos, está el simple hecho de que se reúnan quienes dirigen las políticas económicas de los dos países, que se conozcan, que establezcan y profundicen sus relaciones personales, pero también que tengan una oportunidad para planear a mediano y largo plazo.
No está claro que este mecanismo sea suficiente para sobrellevar las diferencias significativas que hoy enfrentan los dos países en materia económica, ni para hacer frente cabalmente a los desafíos comunes como la inflación, los impactos económicos del cambio climático, o las causas raíz de la migración. Sin embargo, el mecanismo es una herramienta valiosa y es loable que se haya retomado. Lo mejor que puede suceder ahora es que la reunión se lleve a cabo sin contratiempos y que los países mantengan un módico de normalidad en su relación económica, manteniendo los muchos temas en los que hay coincidencias y trabajo conjunto aislados de aquellos en los que los gobiernos se confrontan. Eso le conviene a ambas economías y a ambas sociedades.
Miembro de la Junta de Gobierno de COMEXI [Salto de ajuste de texto]Presidente y Director General de The Ergo Group[Salto de ajuste de texto]Profesor de la Goldman School of Public Policy de la Universidad de California Berkeley