Al verse en el espejo, el narrador se da cuenta de algo que le da un poco de pudor. “No era tanto el volumen desproporcionado que adquiría mi cabello al esponjarse por la humedad del verano que se acercaba, sino la longitud y deformidad de las patillas, que al verme en el espejo me hacían pensar en futbolistas de los años 80, estrellas de rock de los años 80, políticos populistas de los años 80, personajes de series de televisión de los años 80″. Pero a diferencia del personaje de su novela, a quien solo conocemos como el narrador, Juan Pablo Villalobos (49) aparece al otro lado de la pantalla de Meet con un vistoso afro que luce orgulloso, como un Jackson 5 literario.
Es que de alguna manera, en su última novela Peluquería y letras, publicada vía Anagrama, Villalobos juega con la idea de la autoficción, sin desarrollarla del todo. De hecho, al inicio colocó un epígrafe que juega con lo dicho y lo no dicho, como todo en la buena literatura: “Nada en este libro es cierto, salvo lo que sí”. Por eso juega con no mencionar a los miembros de su propia familia. “(En la familia) ya éramos cuatro: la brasileira, el adolescente, la niña y yo. Los llamaré de esta manera porque ninguno de los tres me autorizó a utilizar sus nombres en estas páginas”, relata el narrador. A contrapelo de lo que hacen otros autores que sin tapujos usan su vida real como insumo, como Karl Ove Knausgård.
“Esta novela es una parodia de los mecanismos de la autoficción, lo hice también en No voy a pedirle a nadie que me crea (2016), donde también utilicé mi nombre en una parte. Si bien es una novela muy diferente, también estaba la intención de jugar con un punto de partida autobiográfico, y a partir de ahí empieza a funcionar la pregunta ‘¿Qué pasaría si..?’, que al fin y al cabo es la pregunta de toda ficción”, dice Villalobos a Culto.
Premio Herralde de Novela 2016, Villalobos es parte de una generación destacada de autores mexicanos sub-50, que incluye otros nombres como Guadalupe Nettel, Emiliano Monge, Fernanda Melchor, Jazmina Barrera, Daniel Saldaña París, o Valeria Luiselli. Reside en Barcelona y ha publicado todos sus libros con la catalana editorial Anagrama, ya que fue descubierto por el mismísimo Jorge Herralde. Eso pasó porque Villalobos mandó una novela inédita para postular al Premio Herralde de 2009, Fiesta en la madriguera, que no ganó, pero en cambio sonó su teléfono. “Herralde me buscó, me llamó, me dijo que la novela le había gustado y quería publicarla. Por eso yo tengo todos mis libros en Anagrama desde el inicio”, comentó a este medio.
En su obra ha desarrollado una narrativa fluida, con toques de humor e ironía, que hace que sus libros resulten accesibles a la lectura. Además, suele abordar temáticas propias de nuestros tiempos, no es un escritor que se aferre a una nostalgia de tiempos pretéritos. En Villalobos, todo es presente. De hecho, en esta novela aborda el fenómeno de las redes sociales.
En un minuto, el protagonista se saca una foto y se vuelve viral en Instagram. ¿Qué relación tiene usted con las redes sociales?
Muy intensa con Twitter (@VillalobosJPe), menos interesada con Instagram, porque es una red que no me parece tan cercana a la literatura. Facebook no lo utilizo hace muchos años. Twitter me parece un lugar para explorar dos cosas: primero, la construcción de un personaje. De hecho, el que tuitea es el narrador de mi novela. Se equivoca quien cree que yo tuiteo, tengo clarísimo que no soy yo. Y después, es un lugar donde ese personaje ensaya tonos narrativos, pequeños relatos, pequeñas ideas que luego exploro y utilizo de una manera más profunda en mi literatura. Veo Twitter como un lugar de prueba. Es muy interesante porque además sucede muy rápido, en tiempo real, ahí uno ve cómo funciona cierto tipo de humor o cierto tipo de discurso.
Como todos los escritores, Juan Pablo Villalobos también tiene sus obsesiones. Una de ellas es el tema de la inmigración, que de alguna forma dialoga con su propia realidad de mexicano viviendo en Barcelona. Lo hizo en su novela anterior La invasión del pueblo del espíritu (2020) y en su libro de no ficción Yo tuve un sueño (2018). También lo retoma en esta novela, con personajes multinacionales, como el de la peluquera francesa y el ecuatoriano que le pide ayuda al narrador para escribir una novela.
¿Siente que las condiciones para los extranjeros han mejorado en España?
No sé si han mejorado o cambiado. Lo que sí es cierto es que la condición del inmigrante boliviano, ecuatoriano o pakistaní que llega a Europa a ganarse la vida por motivos económicos, está siempre al final de todo el ciclo de oportunidades que la sociedad pueda ofrecer a sus ciudadanos. Cualquier retroceso que tenga una sociedad, donde primero golpea es a los inmigrantes. Ahora se está hablando mucho de la crisis económica que vendrá en los próximos meses debido a la inflación, debido a la guerra en Ucrania, y los inmigrantes serán los primeros en sufrir los efectos de esa crisis, porque tienen los trabajos más precarios. Esa vulnerabilidad no ha cambiado.
¿Cómo ha visto el auge de movimientos de ultraderecha en España y Europa?
Ese es un fenómeno mundial. El resurgimiento de ciertos discursos que hay que calificarlos como lo que son: nuevos fascismos. Se nutren de populismos alimentados en redes sociales, con mecanismos de comunicación facilitados por internet, donde hay una gran manipulación de la información, un manejo consciente de la mentira, a veces bajo las fake news, que es un constructo que parece un eufemismo para no decir que se está mintiendo. Surge el miedo, surgen los temores y a partir de ahí, ciertas posiciones regresivas. Esto se vio en Brasil, en Estados Unidos, en Hungría, en Italia, en Francia. Lo específicamente español tiene que ver con el franquismo, hay un movimiento que tiene una nostalgia por el proceso franquista, hay que pensar que la democracia española es muy joven. No hay que engañarnos, hay cuadros de VOX o del PP que provienen del franquismo.