Edward “Ned” Price, ex alto funcionario de la CIA y actual vocero del Departamento de Estado, extendió las condolencias de su gobierno hacia la población civil de “Kíev, Bucha, Járkov, Kramatorsk, Mariúpol o Moscú”, aunque no incluyó en su lista solidaria a Libia, Irak, Siria, los Balcanes, Panamá, Guyana, Afganistán, el Cuerno de África, las bloqueadas Venezuela y Cuba…
Tampoco merecieron su compasión, pese a ser también ucranianas, ciudades como Donetsk, Energodar o Lugansk. Bueno, es comprensible esa selección ya que todas ellas: las ucranianas y las “periféricas”, fueron bombardeadas por tropas norteamericanas o por proyectiles norteamericanos. En abundante cantidad.
“Global Times”, publicación en inglés que refleja la opinión del gobierno chino, afirmó que Washington utiliza a Ucrania como un polígono para probar sus armas. Pero además alerta sobre la ampliación de esta táctica a otros escenarios, tras crear en ellos situaciones de crisis regionales. Una clara alusión a las provocaciones norteamericanas tomando como sujeto de ellas a Taiwán y al mar de China. Ahora, además de las desfachatadas visitas de la speaker Nanci Pelosi y de varios parlamentarios estadounidenses, se agrega ahora la ominosa presencia de dos imponentes navíos de guerra norteamericanos en el estrecho de Taiwán.
Debe atribuirse, sin dudas, al mismo espíritu de compasión que evidenció “Ned” y que obedece a las imparables ansiedades del Pentágono que busca instaurar su democracia cueste lo que cueste y caiga quien caiga (menos norteamericanos, claro).
Algo tiene que ver el trasfondo comercial de estas condolencias bélicas. En lo que va del año, los Estados Unidos confirmaron su supremacía en la exportación mundial de armamentos, con el 39% del total de las ventas (hasta ahora unos 10.000 millones de dólares) contra el 19% de Rusia y el 11% de Francia. Una exportación que Washington la alimenta con un increíble presupuesto militar que para este año ronda los 850.000 millones de dólares.
Como en cualquier negocio, ese presupuesto debe justificarse con buenas operaciones, que dejen buenas ganancias. Ocurre que, en el tema armamenticio, si no hay conflictos bélicos no hay consumo de armas y, por lo tanto, no hay negocio. Es por eso por lo que los principales consorcios de la industria armamentística estadounidense presionan a Washington para prolongar el conflicto en Ucrania y desplegar otro foco en el mar de la China.
Hay que emplear armas para poder reemplazarlas por otras nuevas. Que el Pentágono les pague a los consorcios armamentísticos y que la Casa Blanca les reclame la compensación a los estados a los que van las armas. Nada es gratis, mis estimados. Nada. Por eso y previendo los impagos productos de una crisis terminal, Fitch y otras calificadoras sin piedad han puesto al gobierno del comediante Volodimir Zelenski al borde del default.
Y así es que, como no están seguros de que Zelenski y su equipo de productores televisivos pague por esas armas, ya han comenzado a planear su sustitución. En principio, según los rumores desde Washington DC, podría idearse un gobierno en el exilio, por ejemplo en Polonia, país que pretende al menos las tierras occidentales de Ucrania, aunque cada vez es más notorio el rechazo de Varsovia a la afluencia de migrantes ucranianos.
También piensan en la suplantación lisa y llana del comediante por el general Valeri Zaluzhni, actual comandante en jefe de las fuerzas armadas ucranianas, que es presentado por los grandes medios occidentales como el auténtico “héroe” de la resistencia a la invasión rusa, aunque todavía no se le conoce victoria alguna. Algo similar a aquel “general victorioso” proclamado por West Point, que nos llevó a la criminal guerra de Malvinas.
A propósito de “invasión” y migrantes, Rusia se ha convertido, con 3,5 millones de ucranianos refugiados en su territorio, en el principal receptor de migrantes de ese país. El gobierno ruso dictó recientes disposiciones por las cuales los migrantes ucranianos gozan del mismo derecho que los ciudadanos rusos. No es el mismo cuadro que presentan, además de Polonia, países como Rumania, Italia o la propia Inglaterra, donde es cada vez más evidente la hostilidad hacia los ucranianos que pretenden asentarse con trabajo y estabilidad social.
En regiones como Zaporozhie, Járkov o Jersón, regiones orientales ucranianas, es cada vez mayor el número de habitantes del Donbass que solicitan la ciudadanía rusa a la espera de que las administraciones regionales provisorias convoquen a plebiscitos sobre su incorporación a Rusia.
Pese a las bravatas de la inminente primer ministro británica Liz Truss, que compensa sus escasas luces intelectuales con un fervor bélico que la hace convocar a aventuras nucleares contra Rusia y China, y a las declaraciones del temblequeante Otto Scholtz, jaqueado por propios y opositores, Europa ya no está en condiciones de seguir alimentando los desvaríos de Kíev. En julio, los seis países más fuertes del continente, por primera vez desde febrero, no ofrecieron a Ucrania suministros bélicos. Por el contrario, los ruegos privados a Zelenski se orientan a lograr un armisticio aun a costa de reconocer la pérdida definitiva del Donbass y olvidarse de reclamar Crimea. Es que la crisis europea es cada vez más ominosa y omnipresente. No sólo económica. También política…
Iaroslav Zhelezniak, diputado de la Rada ucraniana, informó que Ucrania en agosto sólo recibió 589 millones de dólares en lugar de los prometidos 6.000 millones. Hace unos días, en medio de una verdadera tormenta de oposición, el presidente Joe Biden dispuso que el tesoro norteamericano asignara otros 3.000 millones de dólares en suministros bélicos a Kíev, a despecho del aumento inflacionario y los índices de recesión que muestra la economía de los EE.UU. Un importante grupo de congresistas ha reclamado que se conforme una comisión investigadora que determine dónde fueron asignados esos armamentos y dónde están los miles de millones de dólares de crédito. Existe el convencimiento de que en su gran mayoría, todo el “paquete” fue derivado al mercado negro o a exitosos funcionarios ucranianos.
Clara evidencia de las “angustias existenciales” europeas es el derrumbe del euro que, por primera vez en los veinte años largos de su historia, fue superado en su paridad por el dólar. Pero también una dura muestra de la errónea conducta de la Casa Blanca es el desplome de la imagen presidencial que obliga a “fuentes” cercanas al anciano presidente norteamericano a filtrar la información de que no se presentará a la reelección.
Las dudas hamletianas de los auspiciantes occidentales de Zelenski se refuerzan con el débil respaldo que obtienen en la ONU cuando proponen nuevas y nuevas resoluciones condenando a Rusia y alentando a Kíev a la resistencia.
Según datos de la propia Unión Europea, en el primer semestre la importación europea de Rusia se incrementó en un 78%, un aumento favorecido por la incesante suba de precios en los suministros energéticos. Por otra parte, nuevos compradores del sudeste asiático, además de las ya “tradicionales” China e India, se vuelcan cada vez más a los acuerdos comerciales con Rusia, en el marco de importantes descuentos en los precios de los suministros que ofrece Moscú.
En la reciente reunión realizada en Lvov, ciudad que podría calificarse como la capital occidental de Ucrania y a la que con muchas ganas pretende Polonia, tanto el ajetreado secretario general de la ONU António Manuel Guterres de Oliveira como el astuto presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, le plantearon a Zelenski la “variante europea” de paz. No es para despreciar por Kíev: uno es el representante de casi 200 países de los cuales apenas algo más de 50 respaldaron las resoluciones occidentales, y el otro es el jefe de un estado miembro de la OTAN que no adscribió a las sanciones contra Rusia, a la que le sigue comprando hidrocarburos y armamentos y con la que acaba de acordar traspasar todo el giro comercial a rublos y a liras.
Pese a las amenazas de Washington, Estambul no muestra ningún retroceso en su política, aunque Washington ha exigido a sus empresas retirarse de Turquía si continúa su acercamiento a Rusia. Una postura tan falsa y endeble como la que exhibió el anciano habitante de la Casa Blanca en su reciente gira de mendigante por Arabia Saudita y la Liga Árabe.
Asfixiadas por su propia campaña de fakenews, las grandes cadenas mediáticas prácticamente han desconocido un reciente anuncio desde el Vaticano, hecho por Leonid Sevastiánov, allegado muy cercano al Papa y presidente de la Unión Mundial de Antiguos Creyentes. Además de reafirmar la intención del pontífice de intermediar en el conflicto para lo cual en una fecha no prevista aún viajará primero a Rusia y recién después a Kíev, el gentil Sevastiánov citó a Francisco para comunicar que “está listo para visitar Donetsk y recorrer todos los lugares que rememoran las trágicas muertes infantiles y oficiar en la Avenida de los Ángeles un servicio conmemorativo”.
Este parque memorial fue erigido en Donetsk en mayo de 2015, cuando comenzaron los bombardeos indiscriminados de Kíev contra las ciudades del Donbass. Es en memoria de los niños que perecieron en el curso de todos estos años de agresión a la población civil de las repúblicas independientes de Donets y Lugansk.
Sevastiánov señaló que Francisco “quiere orar allí por todos los niños que murieron en este conflicto. También está dispuesto a reunirse con huérfanos, con civiles, para ver todo por sí mismo. Esto ayudará a establecer un diálogo entre Rusia y Ucrania, y Occidente en su conjunto”.
Por supuesto, la intención de Francisco se enfrenta con la “indignada” oposición de Kíev, que insiste en que el Papa sólo viaje a Kíev y sólo se limite a condenar a Rusia. Algo que no ocurrirá habida cuenta de las frecuentes relaciones entre el Vaticano y la Iglesia Ortodoxa Rusa.
La realidad es que, desde el punto de vista bélico, Kíev ya no está en condiciones de contraponerse a los avances “aliados”, como ya denominan en Moscú a las fuerzas conjuntas de Rusia y las repúblicas del Donbass. La convocatoria de mercenarios y la leva forzada de reservistas ucranianos no surte ningún efecto y, por el contrario, acentúa la deserción masiva en las unidades de batalla de Kíev. La existencia de batallones de castigo, que fusilan a los desertores en el terreno, es una clara evidencia de esta descomposición.
Como siempre ocurre en estos casos, la apelación es al terror. Además de atentados individuales en el Donbass, en las regiones limítrofes rusas o en la propia Moscú, todo indica que la reclamada contraofensiva ucraniana no se producirá o será derrotada, pese al incesante envío de armamento por parte de Washington, el que es puntualmente batido por las fuerzas rusas.
Kíev, entonces, se ha decidido al terrorismo nuclear, lanzando peligrosos bombardeos contra la central atómica de Zaporozhie, la más grande de Europa. Aunque los ataques son rechazados por una eficiente defensa antimisilística y antidrones, la amenaza de una avería en la central sigue latente. Por fin los constantes pedidos de Moscú fueron atendidos y, gracias a la mediación de la ONU, una misión de la AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica) encabezada por su titular, el argentino Rafael Grossi, viajará en los primeros día de septiembre a la usina para comprobar los daños y establecer una presencia permanente que controle la situación.
En este empeño por lograr el viaje de la organización mundial de control atómico, el representante ruso ante el Consejo de Seguridad, Vasili Nebenzia, debió ironizar, felicitando a sus colegas occidentales por descubrir en sus falsas acusaciones a Moscú, que Rusia había bombardeado a una central atómica que ya ocupaba… con proyectiles norteamericanos como lo evidencian los restos de los misiles recuperados en Zaporozhie.
La amenaza de guerra nuclear ahora golpea en el centro de Europa. La cuidadosa estructura de la Unión Europea, construida para evitar precisamente una nueva catástrofe bélica, es jaqueada tras 70 años de paz y bienaventuranza, por este fantasma al que la misma Unión Europea contribuyó grandemente a crear, en perfecta dependencia con la OTAN, convertida en un agresivo bloque por el poder hegemónico anglosajón.
Sin embargo, esta tendencia agresiva de un mundo unipolar y autocrático al borde del colapso, además se extiende hacia el Asia sudoriental en un intento por dañar la consolidación del nuevo orden multipolar. Las provocaciones en Taiwán o los atentados en Siria o en Irán son un ejemplo de esta agresividad que ya no reconoce fronteras ni acepta status quo vigentes.
La respuesta del nuevo esquema multipolar es más que elocuente. Grandes maniobras militares aeronavales y terrestres se desarrollarán en todo el territorio del Lejano Oriente ruso, con la activa participación de China. Entre el 1 y 7 de septiembre, más de 50.000 efectivos de ambos países se desplegarán y cumplirán sus tareas ante la presencia de inspectores de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán, Rusia y Tadzhikistán) y de la Organización de Cooperación de Shanghái (Pakistán, la India, Uzbekistán, además de Rusia, China, Tadzhikistán y Kirguizia) y otros estados como Azerbaidzhán, Argelia, Cuba, Laos, Mongolia, Nicaragua, Siria y Venezuela.
El “Global Times” en este marco calificó las relaciones chino-rusas como “cruciales para defender la estabilidad global y contrarrestar la hegemonía de los EE.UU.” y definió como el objetivo de las maniobras “profundizar la cooperación concreta y amistosa con militares de otros países que también asisten a los ejercicios y mejorar la coordinación estratégica y la capacidad para hacer frente a diferentes amenazas a la seguridad”.
El centenario Henry Kissinger, artífice de la política de deshielo con Rusia y con China en la década del 70 que logró instalar en el mundo un sistema de seguridad colectiva, acaba de prevenir a su gobierno sobre los enormes peligros que afronta su irrefrenable ambición de detener el curso de la historia.
“Estamos al borde de la guerra con Rusia y China debido a los problemas que hemos creado en parte, y no tenemos idea de cómo terminará o hacia dónde debería conducir. (…) Ahora ya no es posible decir que los separaremos y los enfrentaremos entre sí. Todo lo que se puede hacer ahora es no escalar las tensiones y crear opciones, y para ello debe haber algún propósito subyacente”.
El viejo zorro de la política internacional coincide plenamente con el lema de esta columna, enfrentar y dominar el punto crítico de la actual coyuntura internacional: la guerra o la paz.
Es, en realidad, el excluyente punto crítico de la Humanidad.