MEXICO.- ¿Quién diría al padre de Jorge Cortés que un día el oficio que le enseñó lo llevaría a triunfar en Georgia? Pero así fue. El tiempo pasó desde que el muchachito amasaba harina, coloreaba con azúcar y horneaba a leña. Hoy es dueño de Monterrey Bakery, su propia panadería en Atlanta cuyos activos positivos le permiten invertir… ¡en México!
En Tuzuapan, estado de Puebla, su familia aguarda por él. Sueñan con su regreso y, de algún modo, lo empujan al apoyarlo en sus inerviones. De hecho, el papá es su principal socio en el nuevo episodio de negocios: invertir en terrenos y departamentos cerca del pueblo, donde actualmente construyen una universidad.
“La universidad está como a cinco minutos, entonces me dije ‘tengo que agarrar la oferta’ y empecé a comprar así uno tras otro lote, se podría decir que lotes de 20 por 20. Así me fui comprando hasta ahora. Ya aproximadamente tengo como unos seis islotes juntos”.
Pareciera una movida atrevida pero no lo es. Para empezar gana en dólares y gasta en pesos. Eso rinde más. Además, tiene una razón mayor:
“Yo no tengo papeles, y pienso que algún día, no sé si por la por la buena o por la mala, puedes caer en México. Ya me pasó a mi hace 10 años”, reconoce.
“Entonces, mi movimiento de comprar propiedades es porque si en algún momento llego a México, llegaré con propiedades”.
Según una investigación de la Universidad de Guanajuato, la “inversión migrante” es un ingreso de capital constante al país que se emplea en proyectos de economía doméstica o MiPyMes (micro, pequeña y mediana empresas).
Sin embargo, esos ingresos no están contabilizados como inversión por el Banco de México, sino como simples “remesas familiares” que van en incremento. En junio pasado se registró la cifra récord de 5,152 millones de dólares distribuidas en 12 millones de envíos. Entre ellas, las que Jorge Cortés y Samuel Álvarez enviaron a sus familias pero para inversión.
Claroscuros
Samuel Álvarez emigró a Estados Unidos porque tenía deudas. Hoy, no obstante, voltea a ver el porvenir con más esperanza porque pagó lo que debía, sigue en su trabajo de construcción lejos de Juventino Rosas, Guanajuato, su pueblo de origen, donde apuesta por un negocio de crianza de cabras y cabritos , a pesar de los claroscuros que esto representa.
Su proyecto en México iba relativamente bien, a pesar de la distancia, hasta que llegó la pandemia: ya no hubo mercado para vender animales. Por otro lado, las políticas por las cuales el gobierno mexicano garantizaba la compra de la crianza se cancelaron en este sexenio.
Con anterioridad, el gobierno federal aportaba entre el 50% al 100% del costo para comprar ganado, según la zona estatal y su marginalidad. En Juventino Rosas, la garantía era por más de la mitad. Cuando había ganancias, eran principalmente para los productores.
Al cancelar el subsidio, el gobierno mexicano actual dejó a los ganaderos a su suerte. Esto provocó un cambio en el modelo de negocio de Samuel Alvarez. En lugar de apostar a la reproducción se dedica a la producción láctica y cárnica. En esas está: es autosuficiente.
Por otro lado, debe lidiar con las organizaciones criminales que rondan la zona prestos para ver la forma de sacar provecho de los negocios a través de las extorsiones. Por ello tienen que ser discretos y hasta mediocres porque el crimen organizado llega a imponer cuotas de hasta 10,000 dólares mensuales si se llegan a enterar de que les va bien.
“La inseguridad también nos tiene detenidos. Esto va caminando poco a poco pero no podemos crecer más por lo mismo, porque el simple hecho de que se lleguen a enterar generaría riesgos”, detalla. “A otro amigo ganadero le secuestraron a su esposa después de negarse a pagar una extorsión”.
Guanajuato es actualmente una de las zonas más golpeadas por la violencia del crimen organizado. En los últimos días, respondió a un operativo del ejército con incendios a negocios, autobuses, carreteras, etcétera.
Pero no todo es tan negativo. Samuel Alvarez destaca que el negocio lo ha acercado a los suyos. De hecho ha sido una forma de contacto con su hijo y su papá, quienes residen en Guanajuato.
Además, ha encontrado la forma de exportar sus productos a Estados Unidos y venderlos allá, lo cual ha redituado y mantenido a flote el negocio. Para lograrlo se ha apoyado en las redes sociales. La página de Facebook de su negocio responde al nombre: “Bovinos y caprinos Álvarez” y “Rancho Álvarez”.
Formas de apoyo
Para Jorge Cortés el apoyo de sus padres es vital en los negocios inmobiliarios con ayuda de un representante legal. Aún así, reconoce que la distancia impone sus retos y muchas veces tiene que confiar. “El representante legal que ha sido amigo suyo desde la infancia y ha hecho bien su trabajo”, cuenta.
“Él cobra su salario y sus honorarios. Simplemente, si no lo hace bien, pues hay papeles de donde él se encargó de hacer el procedimientos”.
La ciudad
“A los migrantes regularmente les gusta invertir en sus lugares de origen”, advierte Edgar Santín, académico y analista especializado en el tema de remesas.
Por este tipo de decisiones, agrega, se calcula que actualmente las remesas productivas van principalmente hacia 10 estados y en el siguiente orden: Guanajuato (a pesar de la inseguridad como en el caso de Samuel), Jalisco, Michoacán, Estado de México, Ciudad de México, Veracruz, Oaxaca, Puebla, Chihuahua y Guerrero.
Entre ellos, los emigrantes oriundos de la Ciudad de México viven uno mejor momentos porque la capital mexicana no solo sigue a la cabeza como el primer foco de inversión los emigrantes sino que mantiene un alza en los precios de bienes inmuebles a pesar de la pandemia.
Erick Campos, quien trabaja en la construcción en San Diego, salió hace 25 años desde Xochimilco, al sur de la CDMX, donde actualmente está interesado en comprar tres departamentos para rentarlo. “Hace tiempo que mi tía lo ofrece y me lo estoy pensando, pero ya tomé la deción: lo voy a hacer”.
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