Entre los diversos y fascinantes muestrarios de los TOC, esas siglas que definen al Trastorno Obsesivo Compulsivo, existe una forma de la obsesión muy extendida entre la población en general, que exhibe sus síntomas sin mayor precaución, como si al andar ejerciendo el síntoma el obsesivo no se diera de que lo posee, y tampoco el resto de las personas que lo rodean. Pero es seguro que el lector conoce, si no es él mismo un miembro de la cofradía, al TOC llamado glazomanía.
Fíjese el lector si es parte él mismo de ese privilegiado y obsesivo grupo de personas o si al menos se encuentra cerca de alguna de ellas. Es muy fácil reconocerlas porque estas personas aman hacer listas. Listas de esto, listas de aquello, listas de más acá. Y con las aplicaciones de los celulares para hacer listas, es posible afirmar que los glazómanos ya no se ocultan en la oscuridad de la noche para hacer listas, sino que lo hacen a la luz del día, en cualquier lugar, en un bar, oficina o jardín. Para sumarnos a la glazomanía este mes, recomendaremos cinco películas que es imposible de dejar de ver. En principio, claro, la lista realizada con esplendor digno de un premio al TOC se detiene en las novedades que nutren las plataformas de streaming. Pero también trataremos de empujar al lector a adentrarse en alguna otra película no realizada en estos últimos meses, pero que sí merecen ser vistas en agosto por un motivo u otro. Aquí van.
La dama y el guía turístico
Se podría afirmar que Georgetown es otra víctima del COVID. La película dirigida, escrita y protagonizada por el actor germano-austríaco Christopher Waltz (¡pero sí, claro que lo reconoce! Era el nazi más malvado de la película Bastardos sin gloria o el cazador de recompensas en Django, las dos dirigidas por Quentin Tarantino y que lograron presentar al público a un actor llegado de otras dimensiones para solaz de la especie humana) fue realizada en 2019. Waltz la venía planificando desde 2015, cuando se enteró por las noticias de la existencia de un estafador de proporciones que bien habrían sorprendido al Dante. “Merece una película”, dijo Waltz. La filmó en 2019 con los roles protagónicos cubiertos por él mismo y las grandes, grandísimas, actrices Vanessa Redgrave y Annette Benning. Terminó la filmación. Comenzó el COVID. Son tristes y embarullados los caminos del señor.
En 2021 se estrenó en algunas plataformas de streaming, pero ya nada iba a ser lo mismo. En Italia se estrenó. Recaudó 2032 dólares.
¿Pero es que es tan mala la película? ¡Por el contrario! Está muy bien. Solamente hubo un error de cálculos de pestes que asolarían a la humanidad. A cualquiera le puede pasar.
¿De qué va Georgetown? Antes que nada, se debe conocer que es el nombre de un barrio esplendoroso en el que viven tanto diplomáticos, como millonarios y periodistas en Washington D.C. Un lugar de elite, de the happy few, como gustaba señalarlos Stendhal. La primera escena muestra una coqueta casa en la que el anfitrión, Ulrrich Mott (Christopher Waltz) atiende a los invitados mientras llega Amanda Breht (Annette Benning), hija de la dueña de casa, Elsa Breht (la gloriosa Vanesa Redgrave), una mujer en sus noventa que llegó a ser una influyente periodista en temas internacionales en su juventud, es decir, décadas atrás. ¿Y Ullrich, a cargo de la cena, qué es, el mayordomo? Claro que no: es el esposo de Elsa Breht.
Ullrich era un interno, que hacía pasantías guiando a los turistas en la Casa Blanca, pero tenía grandes planes para sí. Un día robó una tarjeta de invitación a su jefe y se dirigió corriendo a una cena de beneficencia, allí estaba Elsa. La halagó y divirtió. La enamoró. Porque el amor no conoce diferencia social, etaria, étnica ni nada. Elsa lo ayudó para escalar en espacios donde se codeaba con George Soros, Robert MacNamara y hasta ex primeros ministros franceses. El problema es que Elsa un día se murió. Alguien podrá decir que la gente suele morirse a los 91 años de edad. Su hija respondería que no: que la asesinó el bueno de Ullrich Mott. Si vieran la indignación ante la acusación. ¡Ah, sí! ¡Vean! Y se enteran bien de todo esto que sucedió en la vida real. Es uno de los lanzamientos recientes en Prime Video. Es una muy buena película, entretenida, que muestra ese trasfondo de gente rica en Washington y un posible crimen a la vista. Pero mejor no especular sobre crímenes con alguien que daba unos sublimes paseos guiados por la Casa Blanca, no. Pobre, si no le fue mejor, fue por el Covid 19.
La forma del sonido
La última película de Apichatpong Weerasethakul ya se encuentra en la plataforma MUBI. Antes de seguir, hay que aclarar que Weerasethakul es un inclasificable cineasta tailandés que lleva al límite el uso de las herramientas cinematográficas, además de las usuales de una narración, una fotografía, un montaje o edición. La concepción del tailandés expande los límites de lo cinematográfico y lo hace desde hace veinte años. En Argentina el Bafici lo contó pronto entre sus amigos y por eso su obra se hizo conocida entre la cinefilia local, sobre todo a partir de Tropical Malady. Tanto que se hizo costumbre practicar el nombre del director de corrido una y otra vez para no tener que andar diciéndole: “El tailandés”. Pruébelo, lector, es un ejercicio edificante.
Dicho esto, la última película de Weerasethakul fue filmada en Colombia y con Tilda Swinton en el rol protagónico.
Jessica (Tilda Swinton) se ocupa de cultivar orquídeas y va a visitar a Cali a su hermana, que tuvo una infección. Esto lo sabremos después. La primera escena, con la pantalla fundida a negro, es sonora. Como una pelota básquet que se accidenta con un metal. Jessica, lo sabemos, se despierta, pero busca qué es ese ruido, rastro de qué es. El espectador no la ve, pero los diez minutos de la primera escena son una experiencia que también corresponde al cine, la del sonido. Tilda en Cali aprovecha para ir a un estudio de sonido y lograr la reproducción exacta de ese rudo que la obsesiona. El joven sonidista juega, amplifica, sigue las direcciones de Jessica. Logra algo muy similar, o el sonido mismo. Jessica se queda junto a él, pero no dice nada, cabizbaja, en la sonoridad que la persigue en su cabeza y la recreada en el estudio. Volverá, pero ya no estará el sonidista. En realidad, todos los personajes humanos parecen ser personas molestas, sumidas en supersticiones, alejadas de la realidad. En cambio, el sonido, ¿no es lo que puede ser representado sin otro fin que su representación, sin significación, ni nada? La pureza sonora que propone Weerasethakul permite, en una película de dos horas que no son morosas ni nada por el estilo, afirmar que esto también es cine.
A 50 años de una masacre
Probablemente, Trelew quede para la historia no como el nombre de una ciudad en la Patagonia, sino como el santo y seña de una masacre política de la historia reciente, que conmovió al país.
Los hechos surgieron así:
En el penal de Rawson, Chubut, las planas dirigentes de las guerrillas más importantes de la Argentina, además de líderes obreros que no pertenecían a estas organizaciones (como Agustín Tosco o el Goyo Flores) decidieron organizar una fuga conjunta de la cárcel, que llevaría a que 110 miembros de Montoneros, ERP, FAR alcanzaran la libertad en Cuba. Los planes tuvieron inconvenientes de tal modo que sólo las direcciones guerrilleras pudieron llegar al aeropuerto y despegar el avión, que iría hacia Chile, gobernado por Allende. 19 jóvenes militantes de todas las organizaciones fueron detenidos. Se los llevó a la Base Almirante Zar. En medio de la noche se les ordenó formar. Desde la puerta de detención, a la orden de los marinos que estaban a cargo de la detención, los soldados comenzaron a disparar sin control, a diestra y siniestra, hasta que consideraron que habían liquidado a todos los guerrilleros. Tres sobrevivieron.
El documental de Marina Arruti, ya un clásico del cine documental político argentino, reconstruye mediante testimonios de familiares, guardiacárceles, pobladores de Rawson, disecciona la fuga y demuestra el plan de aniquilamiento de los detenidos.
La masacre de Trelew se produjo el 22 de agosto de 1972, hace 50 años. El documental se puede ver en la página de YouTube de la Fundación Alumbrar.
Esa rubia debilidad
Sesenta años de su muerte, qué tristeza, habría dado, seguramente, mucho más. Pero con lo que brindó al público alcanza para crear la naturaleza del mito, la fuente de toda dicha y riqueza. Así era Marilyn Monroe, y esta probablemente una de sus mejores películas. Una Eva y dos Adanes. Imaginen caer los títulos del film: director, el genio de Billy Wilder; actores, Jack Lemon y Tony Curtis, en el rol principal: ¡Marilyn Monroe! Y que comience la función.
Unos músicos medio sátrapas, Joe (Curtis) y Jerry (Lemmon) por casualidad son testigos de la Masacre de San Valentin, un divertimento que se le ocurrió a Al Capone en 1929. Como deben huir por sus vidas, sin exageración, no les queda otra que tomar un tren que va hacia Miami repleto de chicas que conforman la Society Syncopators. Allí ven a una rubia Sugar Kane (Monroe) que toca el ukelele. Bueno, Josephine y Daphne se lo pasan a lo grande como mujeres que aparentan ser, porque cada noche es una pijamada de músicas a lo grande. Mientras tanto, Joe se enamora mal de Marilyn y un millonario llamado Osgood de Jerry, bien conocido por Josephine.
Bien, se trata de una comedia de enredos que no para, que produce carcajada tras carcajada y que es realmente de las mejores comedias hechas desde la aparición del cinematógrafo. Digamos, dentro de las mejores cincuenta. Y le dio a Marilyn su merecido Globo de Oro, lo tenga en la gloria. Disponible en Google Play Películas
El futuro llegó
Ni MUBI, la plataforma de cine alternativo, de calidad, diverso y etcétera, esperaba que el estreno de Crímenes del futuro, de David Cronenberg, se convirtiera en tamaño éxito. Un éxito demoníaco, se podría decir, si se juzgara moralmente la última película del director canadiense. Un futuro no tan lejano en la que la sociedad posthumana vive en las sociedades, que deben ser modificadas de acuerdo a las nuevas reglas de la biología. En el film, hombres y mujeres están atravesados por la aparición de nuevos órganos en sus cuerpos, a la vez que hay grupos que quieren llevar las cosas aún más lejos en nombre de la verdadera liberación de la humanidad. Mientras tanto, Saul Tenser (Viggo Mortensen) produce y produce órganos todo el tiempo, que deben ser removidos, extirpados, con regularidad. Lo hace en sociedad y como en una performance: su novia Caprice (Lea Sedoux), una ex cirujana, realiza la operación, con público. A la vez, la sociedad del crimen va en aumento porque la ciencia eliminó el dolor: los posthumanos son libres de delinquir posibilidad de castigo.
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