Es una preocupación de toda la ciudadanía. Gran preocupación. No sólo de los habitantes de la capital de la República, sino de todo el país. Se llama INSEGURIDAD. Es la inseguridad producida por el alarmante frente que forma la delincuencia que ataca y contraataca sin piedad. Esa delincuencia que actúa en la oscuridad de las circunstancias y que cuenta con un aliado importante que se llama impunidad. Esa delincuencia cuyos valores son los más bajos o mínimos y que destruye hogares, viviendas, negocios. Y lo peor, destruye conciencias. Esa delincuencia que se ha dejado crecer a ciencia y paciencia, y que no se limita ya a las acciones pequeñas, sino que su ambición la lleva a ejecutar operativos superiores a las de comandos militares o de fuerzas especiales.
No somos la única ciudad del mundo con índices delictivos importantes, ni tampoco por eso vamos a consolarnos. Los Angeles, Nueva York, Chicago, Hamburgo, Sao Paulo, Shanghai, son grandes conglomerados humanos que también tienen su gran dosis de hampa, y que sufren, como nosotros, sus imposibilidades e incertidumbres.
¿Las causas? Muchísimas, muchas. Algunas, las más importantes, son la desmesurada explosión demográfica y un fuerte desempleo, ambas con un común denominador que se llama: FALTA DE EDUCACIÓN. Esta problemática no es privativa de nuestro México. Atañe a la comunidad internacional, y tiene que ver con circunstancias políticas y económicas que se están presentando a estas alturas del tercer milenio.
Los gobernantes nos dicen una y otra vez que ya se están tomando medidas al respecto, que se está abatiendo la delincuencia, y que se llevan a cabo acciones tendientes a reforzar los sistemas de seguridad y de ataque a la impunidad. Y lo repiten una y otra vez. ¿Y luego, dónde están los resultados?
En las Reuniones Nacionales de Seguridad Pública, en la Conferencia Nacional de Procuradores de Justicia, en la famosa CONAGO, y en todos aquellos foros en los que se tocan temas recurrentes a la seguridad y paz públicas, siempre se nos dice que han acordado fortalecer el Estado de Derecho y hacer más eficiente la procuración de justicia en respuesta a las legítimas y urgentes demandas de la sociedad en ese sentido. Las dependencias involucradas se comprometen permanentemente a colaborar, conforme al marco de sus respectivas competencias, para la investigación de los delitos, para el intercambio de información, y para una mejor profesionalización de los agentes del Ministerio Público, cuerpos policiales y peritos. ¿Y luego, en donde están los resultados?
Los Procuradores estatales tienen en sus manos la gran posibilidad de lograr que, con intervenciones justas y con justeza, disminuya esa lacra que se llama impunidad y que tiene maniatada a las fuerzas que integran procuración, administración e impartición de justicia. ¿Por qué los Procuradores y no los Jueces o la policía preventiva? Pues simplemente porque una eficaz investigación y un fundamentado ejercicio de la acción penal harán casi imposible que una causa penal se devuelva por artículo 36 del Código de Procedimientos Penales, y sí harán posible que se dicte una sentencia condenatoria. Es necesario y hasta forzoso terminar con la impunidad; no es posible seguir manteniendo un aparato de corruptibilidad que mucho, muchísimo le cuesta a la sociedad.
Hay titulares de estas instituciones que tienen nobles y justas aspiraciones para servir a la sociedad desde sus cargos de alta responsabilidad. Pero también los hay que sostienen la Ley en una mano, y extienden la otra para recibir el pago de su corrupción. La ciudadanía mira absorta estas acciones y se lamenta de haber permitido que las aguas llegaran a estos límites. No obstante, es imperativo acceder a la Cultura de la Denuncia, tener confianza en sus autoridades y manifestar, sin temor a represalias, los hechos delictivos de que sean objeto.
Esta ciudad merece, y tendrá, mejor suerte, mejores representantes sociales, mejores policías y más seguridad para sus habitantes. Es mi ciudad. Ciudad a la que quiero y respeto. Ciudad que tendrá mejores días y placenteras noches. Es mi ciudad. No tengo otra.
Fundador de Notimex
Premio Nacional de Periodismo
Presea Ricardo Flores Magón
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