En el proceso de conformación de la política de Biden hacia Cuba existen dos hechos muy evidentes: 1) se decidió mantener la política de máxima presión heredada del gobierno de Trump y 2) no se adoptó ninguna flexibilización durante los primeros 16 meses coincidiendo con la etapa más compleja de la pandemia en la nación cubana. Varios académicos y especialistas que evalúan esta temática, han argumentado que una de las razones clave que explica esta situación es el factor político-electoral. Han llegado a calificarlo como: “el miedo a la Florida”.
Este enfoque conduce esencialmente a plantear que el gobierno de Biden durante más de un año estimó que realizar cualquier flexibilización en la política hacia Cuba, por mínima que fuera, implicaría asumir costos políticos de cara a los votantes cubanoamericanos. Es una visión que trata de explicar la proyección confrontacional del gobierno estadounidense partiendo del interés estratégico que representa para la Casa Blanca que el Partido Demócrata gane los cargos públicos sometidos a elección en los próximos comicios de medio término a nivel de la gobernatura de la Florida, el escaño senatorial en disputa y los puestos para representantes al Congreso Federal. En el cumplimiento de esos propósitos, se le atribuye un papel clave a los electores cubanoamericanos.
En esencia y partiendo de esta lógica, parece que la posición “más inteligente” que prevaleció en Washington fue la necesidad de preservar intacta la política de Trump hacia Cuba como elemento clave para lograr esos objetivos. Realmente “no hacer nada” constituía una decisión muy extraña y sospechosa si la meta era influir y atraer hacia el Partido Demócrata a un electorado con inclinación republicana y, en especial, seguidora del trumpismo. Cualquier estratega electoral con un nivel básico de información, podría concluir que ese enfoque no conducía a ningún resultado. El inmovilismo como estrategia de cara a un proceso eleccionario no funciona y carece de fundamento lógico. Lo usual en este escenario, es tratar de distinguirse proponiendo una política diferente que contribuya a conectar con el electorado y que sea capaz de reflejarse en las urnas.
En ese sentido, es necesario plantearse una primera interrogante: ¿Qué medidas de flexibilización en la política hacia Cuba favorecían los votantes cubanoamericanos? Según la encuesta de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) realizada en plena campaña electoral del 2020, la mayoría de estos electores estaban de acuerdo en levantar temporalmente durante la pandemia las sanciones impuestas por el bloqueo (60%); restablecer la emisión de visados en la Embajada de Estados Unidos en La Habana (62%); retomar el Programa de Reunificación Familiar (60%); promover estrategias diseñadas para mejorar el bienestar económico del pueblo cubano (78%) y restablecer los vuelos a provincia (65%).
Una evaluación integral de estos datos, indica que el gobierno de Biden contaba con el apoyo mayoritario dentro de los electores cubanoamericanos para adoptar medidas de flexibilización en la política hacia Cuba desde el inicio de su mandato presidencial a finales de enero del 2021. Aunque muchos de estos electores votaron por Trump y respaldaron su agenda de política interna, también estaban de acuerdo en que se tomaran medidas puntuales que beneficiaran a sus familiares en Cuba debido a sus sólidos lazos que se reflejaban en que más del 50% de estos votantes viajaban a la Isla y el 48% enviaban remesas.
Por lo tanto, los fuertes vínculos sanguíneos y afectivos eran una motivación suficiente para explicar la aparente contradicción que consistía en que cubanoamericanos declarados abiertamente trumpistas favorecieran estas medidas. Teniendo en cuenta estos elementos, no era lógico ni consistente que Biden y su equipo “sintiera miedo” de cómo impactarían estas flexibilizaciones en la mayoría del electorado cubanoamericano.
El gobierno estadounidense no corría ningún tipo de riesgos políticos si hubiera accedido a facilitar medicinas, oxígeno, equipamiento médico y otras medidas de carácter humanitario durante el pico pandémico en Cuba. ¿Por qué Biden no aprovechó esta oportunidad y la convertía en ganancia electoral?
El hecho de no adoptar estos pasos en ese momento no estuvo asociado a una lógica electoral, sino a una percepción de que cualquier alivio para la situación del pueblo cubano podría ser contraproducente con su política de asfixia y máxima presión en un contexto que interpretaban como muy ventajoso para sus intereses. El prolongado proceso de revisión de la política y la falta de determinación de la Casa Blanca en su proyección hacia Cuba, no respondían a cálculos de eventuales costos político electorales de cara a los comicios de 2022 y 2024, sino a una apreciación sobre lo que consideraron sería la manera más efectiva para influir en la situación interna cubana y desencadenar procesos que condujeran al pretendido “cambio de régimen” como objetivo final. Era una suerte de “oportunidad única”.
Los resultados del sondeo de la FIU, también evidencian que no era necesario prolongar el anuncio de medidas hasta el 16 de mayo de este año. Desde el mismo instante en que Biden tomó posesión de su cargo, estaban creadas todas las condiciones para que la mayoría del electorado cubanoamericano respaldara el restablecimiento del Programa de Reunificación Familiar, retomar los vuelos a las provincias, restablecer la emisión de visados en La Habana, así como viabilizar un mecanismo oficial para el envío de remesas a sus familiares y para el sector privado en Cuba. Por lo tanto, estos anuncios tardíos tampoco responden a una lógica electoral sino que están asociados en primera instancia a razones de seguridad nacional a partir del incremento significativo y sin precedentes del flujo de emigrantes cubanos hacia Estados Unidos en un período de seis meses.
Por otro lado, existe un “mito” y una narrativa que trata de establecer como un hecho indiscutible que el voto de los cubanoamericanos está condicionado y vinculado directamente con la posición que exhiban los diferentes candidatos sobre la política hacia Cuba. Esta afirmación está muy lejos de ser cierta y no está sustentada en ninguna evidencia más allá de la reproducción de una creencia promovida por los sectores más extremistas que han logrado confundir y crear esta percepción en los políticos que requieren someterse al escrutinio de los votantes del Sur de la Florida. Esto se reduce a que la única forma de ganar ese segmento del electorado es “promover la línea dura” y pactar con los sectores extremistas.
El Partido Demócrata ha sido víctima de esta especie de “síndrome” durante largo tiempo. Las investigaciones y los resultados de encuestas realizadas por el profesor de la FIU, Guillermo J. Grenier, han demostrado que las motivaciones de los cubanoamericanos cuando ejercen su voto no contemplan la política hacia Cuba dentro de los temas más importantes. Estos electores se enfocan principalmente en temas de política interna que es la tendencia que prevalece en los votantes a nivel nacional. En el sondeo realizado en el 2018 cuando se le preguntó a los encuestados que identificaran sus temas por orden de prioridad, la respuesta fue la siguiente: la economía y el empleo, la atención médica, el control de armas, los impuestos y el gasto, la inmigración, la política exterior y la política hacia Cuba.
En la encuesta realizada a finales del 2020, el orden fue el siguiente: la economía, atención médica, relaciones raciales, inmigración, política hacia China y política hacia Cuba. Teniendo en cuenta estos resultados, el profesor Grenier ha afirmado: “parece poco probable que un cubanoamericano individual vote por un candidato, o siga a un partido, simplemente porque coinciden con las políticas de Estados Unidos hacia Cuba. Otras preocupaciones políticas parecen ser motivadores más importantes”.
En los estudios realizados por este profesor se ha demostrado que en los últimos 15 años existe una relación directa entre la política que promueve la Casa Blanca hacia Cuba y la posición de los cubanoamericanos sobre las relaciones entre Washington y La Habana. El ejemplo más ilustrativo fue durante la presidencia de Barack Obama, lo que se evidencia con el siguiente dato: en el 2007 el 64% de los cubanoamericanos apoyaban el bloqueo y en el 2016 solo un 39% mantenía esa posición. La lección es que el liderazgo presidencial tiene la capacidad de incidir en el comportamiento político de esa comunidad al Sur de la Florida en lo que se refiere a las relaciones con Cuba.
En la actualidad, las tendencias políticas que prevalecen en los votantes cubanoamericanos evidencian respaldo mayoritario a la política de máxima presión de Trump. En la última encuesta realizada a ese segmento electoral en marzo del 2021 por Bendixen & Amandi International, los datos reflejaron que un 66% apoyaba el bloqueo lo que significa un retroceso significativo de las posiciones similar a la etapa de la presidencia de George W Bush. También un 65% apoyaron más medidas unilaterales para “forzar un cambio de régimen en Cuba”.
El ambiente político que se está viviendo en el Sur de la Florida y, en especial, dentro de ese micromundo complejo de los votantes cubanoamericanos como resultado del factor Trump y de la incapacidad del Partido Demócrata para encontrar una estrategia que le permita revertir las tendencias que prevalecen en este tipo de electores, no le da prácticamente opciones a Biden de incidir en el voto cubanoamericano.
En términos prácticos es un electorado que lo tienen perdido y ninguna medida que adopte la Casa Blanca tendrá la capacidad de modificar su comportamiento electoral, al menos, hasta las próximas elecciones de noviembre.
Si Biden y su equipo, aspiran a modificar esta situación no depende solamente del tema Cuba sino que tendrán que remover los cimientos de un Partido Republicano que cada día echa más raíces en la Florida. Existe un debate bien argumentado que este estado tradicionalmente pendular, podría convertirse a partir de los resultados de las elecciones de noviembre en un territorio republicano.
En cualquier aritmética electoral vinculada al Sur de la Florida, el tema Cuba estará presente necesariamente. Por esa razón, resulta significativo tener en cuenta estas palabras que ha escrito el profesor Grenier con toda razón y agudeza: “Es extremadamente improbable que gran parte del electorado cubanoamericano gravite hacia el Partido Demócrata simplemente porque mantiene una actitud beligerante hacia Cuba. Hasta que Biden no establezca e implemente su propia visión, continuará promoviendo un orden de cosas definido por Trump”.
(Tomado de Contexto Latinoamericano)
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