Me pregunto qué significa estar Al día (al día) con el arte, cuando ya está decretado que vivimos en la poshistoria y que el presente es ahora pospresente .
La pregunta que planteo no es teórica, sino de carácter práctico, ya que de su respuesta dependen muchas decisiones: ¿qué exposiciones visitar? ¿Qué funciona para ver? ¿Qué artistas recomendar?
Con estas preguntas iniciales vienen otras, también importantes, aunque no fáciles de responder: ¿Cuánta información se necesita para estar al día? ¿Dónde puede obtener información actualizada? ¿Quién tiene la noticia del día?
A veces, estar al día significa conocer las aproximaciones más actualizadas a autores, obras y tendencias del pasado.
Otras veces, titulares del mundo del arte ensalzan procesos de innovación que aún no han cristalizado pero que muestran un perfil prometedor.
Hay tanto que ver en todos lados y al mismo tiempo que es necesario priorizar y discriminar las opciones más relevantes.
Sin embargo, la atomización de las actuales plataformas de difusión genera momentáneas burbujas de atención sin que ninguna de ellas prevalezca sobre las demás.
Dicho coloquialmente, estar al día con el arte significa estar “informado”, “conectado” o “actualizado”.
Pero también puede significar que el arte puede informarnos, conectarnos o actualizarnos en el día a día.
Prefiero esta segunda acepción porque nos mantiene a salvo de la vana presunción de que todo lo que ocurre en materia artística puede ser conocido.
Por otro lado, la posibilidad de que el arte ayude a entender la vida cotidiana es más atractiva y medible. El arte como noticia del día, nos permite discernir lo que está pasando desde la sensibilidad, sin miedo a las fake news y la censura.
No es que las obras de arte “ilustren” la realidad, sino que condensan los hechos más significativos, aun cuando sólo muestren superficies homogéneas, objetos recuperados, espacios vacíos o situaciones inquietantes.
En cualquiera de sus posibles manifestaciones —figurativa, abstracta, instalativa o performativa— el arte es una especie de hipervínculo simbólico, conectado con el vasto hipertexto de la realidad.
Solo hay que “leer entre líneas” lo que muestran las obras.
Aun sin ser realista ni representativo, el arte puede registrar, recrear o evocar aspectos sensibles de la actualidad, sea personal o colectiva. Esta es una poderosa cualidad que el pensamiento exegético maneja a su arbitrio en un intento de preservar la controvertida “autonomía” del arte, según convenga al propósito de una u otra interpretación.
En el texto El arte se repliega en sí mismo (2007), el filósofo alemán Peter Sloterdijk sostiene que la obra de arte actual “tiene más de lo que se puede mostrar” a pesar de su creciente visibilidad expositiva, que “equivale a un repliegue hacia la propia dominios, al refugio fuera del mundo”.
Con cierta ironía, Sloterdijk sugiere que ante la imposibilidad de mostrarse en su dimensión epifánica, el arte debe dejarse de lado, reducir su contacto con el mundo y disfrutar de un momento de “desatención atenta”.
El artista alemán Gerhard Richter parece confirmar este retiro deliberado de la vista pública cuando dice:
“La pintura es un asunto muy privado. Es para los que se sienten incómodos en público, que son más bien callados, un poco cobardes por ahí. Alguien que no hablaría en público, pero luego jugaría en secreto”.
Otra cosa distinta es la que proponen aquellos artistas que declaran su abierta sintonía con los temas más controvertidos de su tiempo e incorporan en sus obras los “puntos ciegos” o no visibles de la realidad.
Señalo aquí cuatro ejemplos que enfatizan la relación entre el arte y la actualidad, sin menoscabar la condición artística.
Los artistas británicos Gilbert & George , refiriéndose a su serie London Pictures (2012) afirman que sus temas son los mismos que los de los periódicos: “muerte, esperanza, miedo, sexo, dinero, racismo, religión”.
La artista norteamericana Barbara Kruger , conocida por sus icónicas intervenciones textuales en la esfera pública, se declara “adicta a las noticias”.
Ella se refiere a sí misma: “Leo en línea, voy a sitios web, veo televisión y no solo miro MSNBC, sino Fox News. Nadie debería sorprenderse de que el mundo esté en el estado en que está”.
Antoni Muntadas , artista multimedia centrado en temas sociales, políticos y de comunicación, destaca “… prefiero que hablen mis obras. Cuando tengo algo que decir, acudo a ellas”. Sin embargo, respecto a la obra Sobre la traducción (1995) afirma que “el público necesita involucrarse y, como el artista y el autor, tiene responsabilidades y debe dedicar tiempo a las obras…”.
Una premisa similar impulsa la obra del argentino Juan Carlos Romero , autor de obras con un fuerte sentido crítico a partir de palabras, imágenes y titulares de prensa, quien subrayó su posición en una declaración de 1972: “Mis propuestas conceptuales están dirigidas a la participación de los espectador-actor en temas relacionados con la realidad nacional”.
En definitiva, la vieja cuestión de la relación entre el arte y la realidad nunca ha sido resuelta.
Los argumentos son disímiles, pero prevalecen dos posiciones antagónicas.
Por un lado quienes sostienen la idea del arte como una realidad autónoma, por otro quienes argumentan su vinculación con situaciones ajenas a su naturaleza.
Tanto si el arte se retira a su “propio dominio” como si se sumerge en las noticias diarias, ambos son síntomas que deben abordarse.
Es decir, en un caso u otro, el arte está involucrado en los acontecimientos, por lo que sus desplazamientos, ocultamientos y compromisos nos dicen algo sobre el mundo en que vivimos.
No importa si el arte es una “ventana” o un “espejo”, lo importante es el vínculo con lo que está delante, detrás o “alrededor”.
En cuanto al impacto de la pandemia, los NFT, el cambio climático, la migración, el autoritarismo, la intolerancia, el sexismo, la identidad y otros temas, el arte puede contarnos, o mostrarnos, algunos de los perfiles más dramáticos de la jornada.
Por supuesto, también nos pone al día con aspectos menos tangibles pero muy relevantes como la belleza, el horror, la vulnerabilidad, el deseo, la pérdida y la verdad.
En cierto modo, la obra de arte es una bitácora sensible de acontecimientos que no solo toca todo lo que nos concierne como humanos, sino que también puede cambiar nuestra percepción de lo que sucede. Por eso estar al día con el arte no es una cuestión teórica sino práctica.
Por FÉLIX SUAZO para Arte al Día.