Hace apenas un año los gurús afirmaban con entusiasmo que cualquier contenido digital podía ser convertido en NFT. Pudimos ver cómo la primera publicación de Twitter fue comprada como activo digital por casi 3 millones de dólares. Lo mismo ocurría con el gran collage del artista Beeple, subastado por casi 70 millones de dólares.
Todo ha pasado muy rápido. Si en 2020 las transacciones mundiales en torno a los NFT llegaron a casi 100 millones de dólares, en 2021 alcanzaron más de 40 mil millones de dólares.
Entonces ¿qué ha ocurrido para que ya no sea rentable acudir a estos activos?
Intentando comprender el contexto
Una investigación de la consultora Chainalysis ya avisó de la gran contracción de este mercado durante el primer cuatrimestre de 2022. Esta empresa de análisis blockchain señalaba que, con respecto a 2021, se había reducido en 49,1 % el número de usuarios implicados en operaciones con NFT.
A esto se suma una investigación de The Wall Street Journal en la que quedó en evidencia una alteración desproporcionada de los precios de estos activos. Las consecuencias han sido una burbuja en este mercado.
Un ejemplo claro es el precio de ese primer tuit antes aludido. A pesar de la astronómica cifra de compra de 2021, cuando a principios de 2022 fue puesto de nuevo a la venta solo recibió un puñado de ofertas. Al momento de escribir estas líneas la puja en OpenSea está en casi 800 dólares, una cifra que no llega al 0,03 % del monto inicial.
Sin embargo, otro factor que impacta en la reciente desconfianza por los NFT tiene que ver con estafas y hackeos. De hecho, varios artistas han visto cómo sus obras han sido digitalizadas y convertidas en NFT sin su consentimiento. Por ello se ha creado una guía para activar y hacer valer los derechos de autor en los mercados de NFT. Algo contradictorio, pues se suponía que ello estaba preservado en el contrato inteligente contenido en el blockchain.
Y claro que lo está, siempre y cuando el autor original esté implicado en la transacción digital. Pero lo cierto es que cualquiera puede transformar cualquier objeto físico en un archivo de imagen y luego proceder a su venta en el mercado virtual, y esto no parece tener, de momento, mayor resolución legal.
OpenSea advirtió a principios de 2022 (vía tuit) que la mayoría de los NFT de su web eran estafas y spam.
Otra cuestión que cabe advertir es que, al ser un escenario incipiente, muchos actores aún son desconocidos y no hay referentes. Algunos se han aprovechado de esta situación y, una vez obtenidos los datos del comprador, no responden por la operación y desaparecen sin dejar rastro. Especialmente aquellos datos que les permiten conectar con sus billeteras virtuales y sus criptomonedas.
Esta quizás sea una de las modalidades de estafa más comunes, sumado al ya casi tradicional –y muy lamentable– phishing. Los NFT suelen estar asociados a beneficios en la vida real, como el acceso a eventos exclusivos. Esto representa un gancho apetecible para este tipo de delitos.
Por tanto, la recomendación es dirigirse siempre a los lugares más reconocidos para desarrollar este tipo de operaciones.
Como resumen, podemos indicar que la actual fluctuación a la baja en el mercado de los NFT corresponde a tres factores:
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Una sobreoferta importante de estos activos.
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La existencia de lugares fraudulentos que roban datos de usuarios o directamente criptomonedas.
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La especulación.
Un escenario adverso que alberga dos paradojas
El primer referente que viene a la mente en el mundo de los NFT es OpenSea, conocido como el Amazon de los activos digitales.
Esto no tendría nada de sorprendente si hubiese otros actores que compitieran en igualdad de condiciones. Pero, como ya se advirtió, se trata de un escenario nuevo, con pocos referentes. Esto ha provocado una importante centralización de las operaciones (90 %) en un número reducido de actores (10 %). Mayor confianza con pocos actores o competidores puede también ser paradójico.
La otra gran paradoja es que, ante el creciente clima de desconfianza, son muchas las voces que reclaman a través de redes sociales y medios una mayor vigilancia y control sobre un escenario que hacía alarde de su carácter descentralizado.
Sobre este aspecto se contraponen dos situaciones. Mientras la Casa Blanca adelanta acciones para promover una legislación especifica, China impone cada vez más controles en el ámbito de la economía virtual.
Retos futuros, algunas incógnitas y el metaverso en el horizonte
Quizás el mayor reto que se presenta actualmente, no solo con los NFT sino también con los diferentes metaversos, es la interoperabilidad. Es decir, que la compra, venta, traslado y uso de los activos digitales sea flexible entre las diversas plataformas.
Cuando OpenSea declaró a través de las redes sociales que había detectado un número mayoritario de contenidos falsos en su web, procedió a limitar temporalmente el número de NFT que los usuarios podían publicar. Sin embargo, esta medida duró muy poco tiempo ante las reclamaciones inmediatas e insistentes de creadores y comerciantes. Con esto se comprende que la imposición de un código normativo resulta de gran complejidad y quizás por ello se ha avanzado poco en el mundo virtual.
Es cada vez más habitual que haya señalamientos y acusaciones hacia los promotores de los NFT. Se les acusa, principalmente, de manejar información privilegiada para llevar a cabo transacciones con mayores beneficios. Y, como en otros ámbitos de inversión, habrá quienes ofrezcan suculentas ganancias a los compradores y luego desaparezcan con su dinero. Es decir, estafadores.
Sin duda, los NFT tendrán un papel importante no solo en el ámbito virtual del metaverso, sino en otros escenarios como, por supuesto, el arte digital y los deportes. Como ejemplo, la novel liga de fútbol americano operada por aficionados (FCF).
Indudablemente las leyes y la alfabetización digital deben acompañar este proceso desde todas las instancias, públicas y privadas.
Pavel Sidorenko Bautista, Profesor e investigador de la Facultad de Empresa y Comunicación, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja y José María Herranz de la Casa, Profesor titular de Periodismo, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.