Como contexto. AMLO llegó a la Casa Blanca tras haber desairado la Cumbre de las Américas organizada por Biden, un encuentro que tenía como objetivo diferenciar su gobierno del de Donald Trump ante los países del continente. AMLO lideró la petición regional de que no se excluyera a Venezuela, Nicaragua y Cuba de la cumbre en Los Ángeles y envió al canciller Marcelo Ebrard en su representación. La oposición utilizó la inasistencia de AMLO para avivar la polarización en México y vaticinó represalias por parte de Estados Unidos, vaticinio que realmente no se cumplió. Por el contrario, Biden invitó a López Obrador a la Casa Blanca, mientras que este invitó al primero a una reunión otoñal de los tres líderes de Norteamérica, ahora en México.
AMLO llegó al encuentro del 12 de julio con una popularidad sostenida a lo largo de tres años y medio, basándose mucho más en el carisma personal y en la comunicación diaria que en los resultados. La pobreza no ha disminuido, la violencia no ha cedido, el sistema de salud no ha mejorado y la economía no ha crecido a 4%, como prometió en campaña.
Por su lado, Biden enfrentó un contexto más adverso en esta reunión bilateral. En noviembre hay elecciones intermedias en Estados Unidos y todo apunta a un avance de los republicanos en el Congreso que buscan convertirlo en un pato cojo y quitarle a los demócratas la Casa Blanca en el 2024. En los próximos meses, la relación de Biden con el Congreso solo se hará más complicada, ya que difícilmente los congresistas aprobarán la agenda legislativa del presidente antes de ir a las urnas. El momento preelectoral ya se siente entre la Casa Blanca y el Capitolio y tal vez por ello 10 senadores demócratas enviaron una carta de bienvenida a AMLO en la que condenan la violencia contra periodistas en México y defienden la libertad de expresión.
Aunado a lo anterior, la popularidad del actual mandatario está por debajo de 40% y las encuestas apuntan a que no todos los demócratas lo ven como el mejor candidato para retener la Casa Blanca. Biden podría enfrentar el peor escenario en la búsqueda de su reelección: un largo y desgastante proceso en el que primero enfrentaría a sus colegas demócratas para asegurar la candidatura del partido y luego una elección general en la que se enfrentaría a su rival republicano, todo antes de cumplir 80 años en noviembre próximo. No es un momento ideal para el Partido Demócrata.
Lejos del evidente tema de la popularidad o impopularidad, así como de si llevan o no una buena relación, los presidentes enfrentan el contexto más adverso respecto al tema migratorio, mismo que fue el más importante de esta reunión. El reciente hallazgo de 53 cuerpos de migrantes en un tráiler en Texas, así como el aumento de las detenciones de migrantes mexicanos y centroamericanos en la frontera ha vuelto a ejercer presión a ambos gobiernos para poner a la migración en el centro de sus prioridades. Fue por ello que AMLO llegó a D.C. con cinco propuestas entre las que incluyó ordenar el flujo migratorio.
Ese contexto es el necesario para pensar en lo que ambos mandatarios necesitan obtener de la reunión bilateral y, a pesar de que lo migratorio quizás sea el punto con más coincidencias narrativas entre ambos presidentes, es también el de más difícil solución. Los republicanos están polarizando y exacerbando el sentimiento antiinmigrante en estados como Texas y Florida. Los gobernadores de ambas entidades ya están en la pelea por la candidatura presidencial republicana y usan a México y la seguridad fronteriza como balas contra los demócratas. Biden difícilmente podrá cumplir con la debida reforma migratoria que ni George W. Bush ni Barack Obama entregaron. Y aunque grupos hispanos en Estados Unidos demanden una reforma migratoria y AMLO los apoye, esto difícilmente pasará.
Antes de ir a Washington, AMLO lanzó una lista de deseos entre los que estaban aumentar las visas de trabajadores agrícolas (H2A) y no agrícolas (H2B) para mexicanos y centroamericanos, pero esto tampoco está en la agenda de Biden, ya que no tiene los apoyos legislativos necesarios para el segundo tipo de visados y tampoco mucha necesidad del primero que ya ha modificado en varias ocasiones. Sin embargo, para los observadores centroamericanos esta quizás sea la primera vez que un presidente mexicano da tanta prioridad a los inmigrantes del Triángulo Norte de América Central y a las inversiones en la región. AMLO y Ebrard necesitan sacar de esta reunión más compromisos de la vicepresidenta Kamala Harris para el desarrollo regional y mejorar el trato a inmigrantes centroamericanos que pasan por México.
AMLO llegó una vez más a D.C. con una posición de poder regional y con el péndulo latinoamericano consolidándose a la izquierda frente a la debilidad interna de Biden. Sin embargo, esta visita sí evidencia la necesidad de trabajar mucho más la relación con el Legislativo estadounidense, especialmente para evitar los comunicados de senadores y representantes que realmente no cambian la ecuación de la relación bilateral, pero sí meten mucho ruido del lado mexicano y poco del lado estadounidense.
Al final, ambos presidentes necesitan hacer esfuerzos mucho más extraordinarios en el tema migratorio. El anuncio de más inversiones en tecnología para hacer la frontera más eficiente solo suena a que habrá más detenciones. Biden y AMLO se quedaron tristemente cortos en el tema, sin anuncios de inyectar más recursos para Centroamérica y sin más visas laborales o regulación de personas migrantes sin documentos en Estados Unidos. Los dos presidentes de izquierda tristemente no dejaron en claro que no pueden permitirse más tragedias como la del tráiler en San Antonio y que las vidas de las personas importan.