Presentar una rutina con música de Juan Gabriel en una competencia internacional de patinaje artístico fue un arma de doble filo para Donovan Carrillo: se hizo famoso, pero también fue agredido. Forjado desde la cultura del esfuerzo, “siempre dispuesto al dolor”, este joven de 18 años es la única oportunidad que tiene México para clasificar en la especialidad a los Juegos Olímpicos de Beijing 2022. Sin embargo, la falta de apoyo pone en riesgo su meta. Mientras las autoridades deportivas mexicanas le dan la espalda –no le hicieron caso ni cuando pidió un uniforme–, una empresa china ya le echó el ojo.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Donovan Carrillo nació con ritmo. De niño bailaba cualquier tipo de música. Juan Gabriel lo inspiraba a moverse tanto como los Backstreet Boys. Imitaba los pasos de cualquier coreografía. El baile le salía tan bien como las piruetas de la gimnasia y los clavados, disciplinas que practicó desde los tres años hasta que el patinaje artístico se le cruzó en el camino.
En la pista de hielo de Guadalajara una niña patinadora lo cautivó. Con tal de conocerla pidió a sus padres que lo inscribieran. Elizabeth lo inspiró. Deslizarse sobre el agua sólida lo enamoró para siempre.
Han pasado 26 años desde la última vez que un patinador mexicano calificó a los Juegos Olímpicos de Invierno. Ricardo Olavarrieta estuvo en Albertville 92 y en Calgary 88. Carrillo es la única oportunidad que tiene México de tener un representante en Beijing 2022. Con 18 años, el patinador jalisciense finalizó en el lugar 22 en su primer Campeonato Mundial Senior que tuvo lugar en Italia en marzo pasado. En 2017 concluyó en la séptima posición en el Grand Prix Junior de Australia.
El proyecto olímpico de Carrillo es familiar. Sus padres, una pareja de profesores de Educación Física que trabaja de sol a sol en escuelas públicas, cargan con deudas que pronto serán impagables. El entrenador Gregorio Núñez, con quien el patinador ha trabajado durante casi 11 años, no le cobra las horas de clase, que pueden costar entre 150 y 450 pesos la media hora. Se aprieta el cinturón. Invierte su tiempo y dinero en el sueño de quien ya mira como a su propio hijo.
“Él es el parteaguas del patinaje artístico mexicano. Es el mejor a nivel nacional. Ha logrado resultados muy importantes, como ser el primer mexicano en calificar a un Mundial a base de puntos, lo cual tiene mucho mérito. Si no tuviera las carencias que hemos vivido, habría logrado más. Los Juegos Olímpicos serán la culminación de todo el esfuerzo que ha hecho”, dice Gregorio Núñez.
En México sólo hay dos pistas de hielo de 30 por 60 metros, que son las medidas oficiales de la Unión Internacional de Patinaje (ISU): en Monterrey y en la Ciudad de México. Donovan Carrillo vive desde los 13 años en León, Guanajuato, a donde Núñez se mudó cuando fue contratado como entrenador en la pista del Ice Sports Center, que mide 23 por 50 metros.
Ahí entrena becado, sin pagar por el uso de las instalaciones, pero cada vez que sale a una competencia internacional debe adaptar sus rutinas a una pista más grande, lo cual complica su ejecución. Ni pensar en que entrene fuera de México y sin Gregorio Núñez. La inversión rondaría los 5 mil dólares mensuales.
Carrillo trabaja ayudando a entrenar al grupo de Núñez. Junta cada peso para costear su preparación. En esta etapa es vital que participe en el mayor número de competencias internacionales.
“Cada vez nos las vemos más negras para que pueda salir a competir. Organizamos rifas, desayunos. Puse a la venta agendas con tips de entrenamiento para llevar una bitácora. De ahí salió para los vuelos de los Mundiales, si no, no hubiera ido. Necesito apoyo de terceros para cumplir mis metas. He subido de nivel, pero puedo dar más. Estoy dispuesto a trabajar muy duro. No contar con el apoyo institucional no significa que voy a rendirme”, explica Carrillo.
Perseverancia
Donovan Carrillo tenía siete años la primera vez que tuvo contacto con el patinaje artístico. Al término de sus entrenamientos de gimnasia y clavados acompañaba a sus padres a recoger a su hermana mayor, quien patinaba con Gregorio Núñez en la pista de Guadalajara.
Descubrió que es un deporte exacto para su personalidad: involucra saltos y giros de alta dificultad, como los que ya hacía. Incluye baile y expresión corporal. Abandonó la gimnasia y durante un año combinó clavados con patinaje. Cursó cuarto de primaria en las instalaciones del Instituto del Deporte de Jalisco.
Cuando se decidió por el patinaje de tiempo completo tuvo que cambiarse a una escuela convencional que no era tan generosa como en la que estudian los atletas. Como a sus padres no les alcanzaba para pagar las clases en el hielo, también entrenó patinaje de velocidad sobre ruedas. De algo le serviría traer los patines puestos todo el día.
Núñez detectó en Donovan el talento para este deporte. Delgado y corto de estatura, liviano pero ágil y muy fuerte, con un carisma natural que le permite desenvolverse con soltura en escenarios abarrotados de público. Tiene oído musical y un ritmo extraordinario para el baile, que con los años pulió con clases de ballet y jazz.
El primer día en la pista de hielo enfrentó el reto de mantener el equilibrio sobre las cuchillas de los patines que miden menos de medio centímetro de ancho. Aprendió la difícil tarea de pararse correctamente con los pies inestables, después a caminar y luego a marchar. Jamás tuvo miedo de caerse. Sin medir el peligro se animaba a hacer saltos y dar vueltas. Las tantas veces que se caía eran las tantas que se levantaba sonriente.
“El día que patiné por primera vez sentí que encontré el lugar al que pertenezco, donde puedo expresarme y sentirme libre”, recuerda.
En cuestión de un mes aprendió todo lo básico: impulsarse, deslizarse hacia adelante y atrás y hacer saltos sencillos. Los molinetes o giros en diferentes posiciones fueron su dolor de cabeza. Al principio se mareaba. Se extraviaba en el espacio y aunque él sentía que daba muchas vueltas si acaso hacía dos. Con horas de entrenamiento y constancia logró dominarlos. Después comenzó a aprender los saltos que maravillan a los espectadores: Salchow, Toe Loop, Loop, Flip, Lutz y Axel, tres de ellos bautizados en honor a los primeros patinadores que los ejecutaron. Cada salto puede ser con dos o tres giros.
Supo caer sobre los picos que tienen las cuchillas en la parte delantera para romper la rotación y después deslizar toda la planta del pie en el momento exacto para evitar las caídas. Un salto en el aire dura menos de medio segundo. No hay tiempo para pensar. Son puras sensaciones.
“Se dice muy fácil. Hay que madurar el salto para poder agregar un giro. Para aprender un salto me puedo caer unas 200 o 300 veces. Pero pensé que así como aprendí a caminar, cayéndome, así aprendería a patinar. Aprendí que está bien caerme para perfeccionar. Me paraba y seguía, siempre dispuesto a atravesar por el dolor.”
Durante casi cuatro años, Donovan Carrillo usó los patines que su hermana Dafne le heredaba. Los primeros cuatro pares que tuvo eran de mujer. Su mamá los llevaba con un zapatero para que al menos los pintara de negro. En casa no había para comprarle su propio par. Le quedaban tan grandes que su pie se desplazaba adentro de la bota, que está echa a base de capas de piel dura que, sobre todo, cuando son nuevos lastiman.
Los pies de los patinadores de por sí no son bonitos. Suelen tener callos y los dedos deformados por lo angosto del patín. Están acostumbrados a entrenar y a competir con dolor. Donovan no oculta un “segundo tobillo” que tiene en el empeine de ambos pies. Es la callosidad que se formó porque sus pies estaban en constante movimiento, pues los patines no eran de su talla. Al principio le dolía muchísimo.
Sus primeros patines se los compraron cuando le robaron los de su hermana. Se preparaba para un campeonato nacional, así que sus padres no tuvieron más remedio que desembolsar los miles de pesos que cuestan. Son de color negro y de la marca canadiense Jackson, y las cuchillas eran unas Paramount con Phantom. Los conserva como el tesoro más preciado que ha tenido.
En abril de 2013 la pista Ice Land cerró. Donovan tenía seis años entrenando con Gregorio Núñez, quien se marchó a León, donde le ofrecieron trabajo como entrenador.
“Con 13 años me fui a vivir con él. Mis papás me apoyaron y me dejaron ir. Mi entrenador me abrió las puertas de su casa y formé un lazo padre-hijo. Jamás me ha cobrado las clases. Lo hace por amor al deporte. Tuve la suerte de conocer a alguien que está dispuesto a sacrificar su vida personal por ayudarme a cumplir un sueño”, cuenta.
El entrenador Núñez no sólo deja de percibir su sueldo cuando acompaña a Carrillo a las competencias, pues tiene que dejar a sus alumnos encargados. En los 14 años que ha impartido clases, los cursos de actualización que cada año toma en Estados Unidos o Canadá corren por su cuenta. Aprende las mejores técnicas y también el sistema de jueceo, debido a que se trata de un deporte de apreciación.
Con nueve años de edad compitió en un Campeonato Nacional que se realizó en Metepec. Ahí se dio a conocer en la comunidad del patinaje artístico mexicano. Los asistentes se acercaron a felicitarlo por la rutina que presentó. En México es muy complicado que los patinadores se mantengan muchos años compitiendo. Así como llegan desaparecen.
Después saltó a la categoría en donde compiten patinadores de todas las edades, desde los 12 años hasta los veteranos. Se enfrentó con su falta de experiencia. El mundo se le desmoronó en su primer certamen internacional, en la pista de Cuautitlán Izcalli que también ya cerró. En el Grand Prix Junior de la ISU por primera vez vio rusos, estadunidenses y canadienses, las potencias mundiales. De entre 18 participantes quedó en el lugar 13.
“Fue impactante. No estaba acostumbrado ni preparado mentalmente a ver saltos cuádruples o triples. Apenas trabajaba los dobles e intentaba algunos triples. Quedé en shock. Mi entrenador me ayudó a salir del bloqueo. Descubrí que mi camino aún era muy largo. Yo ya era importante en México, pero estaba muy lejos del nivel mundial. Empecé a viajar al extranjero a competir para foguearme y he ido alcanzando las metas asequibles que me tracé.”
Acoso
La falta de dinero palidece como problema frente al bullying que Donovan Carrillo ha enfrentado. Está seguro de que el acoso lo han vivido todos los niños que se atrevieron a practicar un deporte considerado exclusivo para mujeres. Decenas de ellos entrenaron, compitieron en los nacionales y desaparecieron.
“En la escuela, los conocidos, los vecinos preguntan ‘por qué patinas, si eso es para niñas’. A mi mamá le preguntaban si no tenía miedo de que me convirtiera en gay por patinar. Son los prejuicios que tiene la gente hacia los hombres que practicamos una disciplina artística, como ballet o gimnasia. La sociedad nos impide crecer y desarrollarnos en los ambientes donde nos gusta estar. Por el qué dirán nos detenemos. Hay muchos que se fueron porque no aguantaron. A veces los propios papás dicen: ‘No, mi hijo se va a hacer gay’, y entonces los llevan al futbol.”
–¿Le afectó mucho, al grado de querer dejar el patinaje?
–Mis papás me ayudaron a superarlo. Sí me llegó a afectar. Ellos me dijeron: ‘Mientras te guste y tengas claro quién eres, no debe afectarte. Si eres gay, te apoyamos. No tienes que sentirte menos o diferente’. Y yo les decía: ‘De verdad, yo no soy gay. Me gusta patinar y me gustan las niñas’. En Europa los patinadores no sufren esto, la gente asume que es un deporte que no tiene que ver con las preferencias sexuales. Es muy de Latinoamérica, en general, asociarlo con ser gay.
“En la escuela sufrí mucho. Me decían: ‘Ahí viene la patinadora’. Nadie puede modificar eso, está en la educación y en la formación de los valores de la casa, en el respeto hacia los demás. Al principio les trataba de explicar y hacerlos reflexionar, pero la gente es tan cerrada y cruel. Lo dicen para lastimar. Es inútil. No te salvas de los comentarios ni de las dudas. Hay mucho talento y podríamos ser más patinadores representando a México.”
En 2016, cuando Donovan Carrillo saltó a la fama porque presentó una rutina con música de Juan Gabriel, el acoso escaló a las redes sociales. “Se ve que es gay”, “Lo van a hacer gay”, les escribían. Al atleta le indignó que usaran la palabra homosexual para insultarlo y ofender su trabajo. Se dio el tiempo de defenderse, pero las descalificaciones continúan.
Lentejuela y canutillo
El vestuario que utiliza mueve a quienes ofenden. Aunque se trata de un pantalón y una camisa, llevan decoraciones con cristales Swarovski o lentejuela y canutillo bordado. Son trajes muy costosos, de entre 10 mil y 15 mil pesos. Tiene que elegir los mejores, los que pesen menos para que se sienta ligero cuando ejecuta los saltos y molinetes.
La marca queretana llamada Artistic lo ha patrocinado. Su mamá pasó horas bordando y pegando cristales para abaratar el costo cuando se los diseñaban en Guadalajara. El nuevo traje de color negro con rosa que usará en sus próximas competencias deberá pagarlo su familia, toda vez que su patrocinador no está en condiciones de dárselo.
La firma de ropa deportiva Li-Ning le obsequió recientemente 15 prendas para que entrene. En breve firmará un contrato para que esta marca china lo dote de lo que necesita. Cuando pidió un uniforme de México para salir a una competencia, jamás recibió respuesta de las autoridades deportivas de nuestro país.
Con quien le hace sus trajes mandó a diseñar unas chamarras con los colores de México, para él y su entrenador.
Entre el 22 y el 25 de agosto, Carrillo participará en el ISU Junior Grand Prix que tendrá lugar en Bratislava, Eslovaquia. Hay otra fecha de este mismo certamen a finales del mes en Linz, Austria, pero no asistirá por falta de dinero. Las competencias más importantes para 2019 son el Campeonato de los Cuatro Continentes y dos fechas del Campeonato Mundial Junior. No está seguro de en cuántos podrá participar, por la escasez de recursos.
“Mi meta más importantes es clasificar a Juegos Olímpicos y ocupar un buen lugar, no sólo asistir, para que valga la pena la inversión. Estoy en un punto en el que es importante que asista a muchas competencias internacionales para ir generando ranking y que la clasificación sea más fácil y yo mejore mi nivel. Estoy muy orgulloso porque mi entrenador y yo hemos cumplido todas las metas que nos hemos propuesto gracias al esfuerzo, trabajo y sacrificio de los dos. Necesito dejar de preocuparme por los gastos de mi carrera y sólo enfocarme en patinar.”