Cada vez queda menos gente que viviera la Guerra Civil, por eso es fundamental recopilar todos los testimonios que se pueda, para preservarlos para el futuro. Eso es lo que ha hecho el dibujante Jordi Peidro (Alcoi, 1965) en su nueva obra, Aquella guerra que sufrimos (Desfiladero ediciones), en la que narra cómo fue la guerra en la retaguardia, concretamente en Alcoi, de donde es originaria su familia. Una guerra que atrapó a la gente no por su ideologia, sino por el lugar en el que vivían.
La idea para el cómic nació de una forma muy personal, como nos cuenta Jordi: “La historia surge de las anécdotas de la guerra de España que mi padre recuerda entre las vividas en primera línea de combate por su tío. Pero pronto la visión se convierte en plural porque, en la búsqueda de información para contrastar esos recuerdos o hallar nuevas anécdotas, surgen otras historias que me interesan y que aportan múltiples visiones. Y es que, aunque la historia en el libro la cuenta mi tío abuelo, hay distintos puntos de vista que aparecen reflejados“.
Habiendo tantos cómics sobre la Guerra Civil, preguntamos a Jordi qué cree que aporta Aquella guerra que sufrimos: “Es complicado ser original en un tema que se ha tocado tanto, pero creo que mostrar a todos los personajes como víctimas de la guerra es algo no demasiado habitual”.
Los protagonistas son su abuelo y su tío-abuelo
Jordi Peidro (Esperaré siempre tu regreso) reconstruye la Guerra Civil en Alcoi a partir de testimonios reales. Conocemos así desde el frente hasta la retaguardia: se describe el proceso de socialización de las industrias, los bombardeos, los alistamientos, la llegada de ayuda internacional, las purgas y asesinatos, la hambruna, los hospitales…
Le preguntamos hasta qué punto se basa en la historia de su familia: “Todo lo que se narra es cierto, todas las anécdotas parten de la narración oral de los protagonistas o de sus familiares directos. Me he tomado licencias en las relaciones entre algunos personajes pues, sin tener la seguridad de que estas existieran o no, sirven para que el hilo conductor de la narración no se pierda”.
En cuanto a los dos principales protagonistas, Jordi confiesa que: “Miguel era mi tío abuelo, estuvo en el frente dos años y medio sin pisar su casa en ese tiempo, Rafael es mi abuelo, fue padre al inicio de la contienda, lo que le evitó ir al frente, y formó parte de un taller metalúrgico socializado”.
El dibujante nos explica cómo ha reconstruido las historias de sus abuelos: “A partir de múltiples anécdotas he ido componiendo un puzzle donde se narran las distintas historias de forma lineal. Es decir, salvo un prólogo y un epílogo, el resto de la obra se divide en capítulos de 1936 a 1939. Ha sido caótico más que complicado. El guión de la historia no cesaba de crecer, incluso cuando estaba en la fase de color, ayudado por mi hijo Alejandro, aparecían momentos o cuestiones que sentía la necesidad de incluir. A mi pesar, no he trabajado de manera demasiado ortodoxa”.
Le preguntamos hasta qué punto es necesario preservar estas historias personales: “Creo que es necesario. Son las pequeñas historias que componen la gran historia. No deben olvidarse y, sobre todo, deben servir para evitar que nosotros, la gente como decía John Ford, suframos por idénticos motivos”.
“La guerra también fue terribe en la retaguardia”
Estamos acostumbrados a mostrar la vida en el frente y a veces olvidamos lo dura que puede ser en la retaguardia, sobre todo para las mujeres y los niños. Por eso es tan importante este cómic: “La guerra fue terrible también en la retaguardia -asegura Jordi-. El miedo y el hambre estaban muy presentes en el día a día. La angustia por no saber cómo estaban los hijos y maridos en el frente… No solo en Alcoi, en todas las ciudades se vivía lo mismo. La historia que yo cuento pretende ir de lo particular a lo general. Todo el mundo puede entender lo que sucede en una guerra, en cualquier guerra contemporánea, a partir de lo que se narra en el libro”.
El cómic también muestra cosas que no se suelen contar en las películas e incluso en los libros de historia, como el proceso de socialización de las industrias. “En una ciudad industrial como Alcoi -nos explica Jordi-, que quedó en la franja fiel a la República, los obreros iniciaron un proceso de socialización de las industrias, talleres y comercios. Se les expropiaban a sus dueños originales y se convertían en cooperativas donde todos eran propietarios. Se ofrecía incluso participar de ellas a los patrones, unos aceptaron incorporarse y otros no”.
“La idea es romántica y muy apegada a premisas de la izquierda, e incluso funcionó económicamente -añade Jordi-. Es cierto que en tiempos de guerra hay cierto despegue financiero, pero no lo es menos que cuando se devolvieron a los empresarios, los números eran mejores que al socializarse”.
Los bombardeos a poblaciones
El cómic también muestra cómo la Guerra Civil fue pionera en el bombardeo de ciudades. “Los generales golpistas, con Franco a la cabeza, tenían muy claro que bombardear a la población civil era (y es) un arma estratégica -nos comenta Jordi-. Por una parte, instala el terror en la retaguardia, por otra mina la moral de los soldados del frente que creen proteger a los suyos luchando y se dan cuenta de que no es así”.
“La Guerra Civil -añade- fue un campo de pruebas para lo que vendría después (la II Guerra Mundial). No sé si intencionado, quizás no, pero permitió probar armas, estrategias, y enfrentar ideologías, apenas meses antes de que Alemania invadiese Polonia y se iniciase la conflagración mundial”.
Preguntamos a Jordi qué opina sobre esa visión romántica de la Guerra Civil que siguen teniendo en algunos países extranjeros: “Hay elementos románticos en ella, es cierto. La defensa de unos ideales, la participación de brigadas provenientes del extranjero, atraídos por esa idea. Los mismos hospitales de sangre gestionados por equipos médicos extranjeros… pero obviamente nada tiene una guerra de romántica. Se asesina gente, se destruyen pueblos, se violan los derechos básicos…”.
“Es triste ver cómo el cómic ha cobrado actualidad con la guerra en Ucrania”
La actual Guerra de Ucrania hace aún más relevante que no olvidemos los horrores de las guerras, sobre todo de las guerras civiles, como señala Jordi: “Lamentablemente, sí. La guerra se inició cuando el libro estaba en revisión para ir a imprenta y es muy triste ver lo actual que es. No hemos avanzado nada en estos más de ochenta años transcurridos. Pero es que yo creo que, en general, como especie, avanzamos bien poco. La guerra, cualquier guerra, es el fracaso de la política“.
“Cuando el diálogo no funciona volvemos a agarrar el hueso de mamut para abrirle la cabeza al prójimo -añade Jordi-.
El cómic tiene más de 200 páginas. Una enorme labor que Jordi califica de: “Agotadora. Sobre todo porque esta solo es una faceta de mi trabajo y lo combino con otros mil proyectos. Así que lo que tal vez, en ocho o diez meses de dedicación exclusiva, hubiese podido tener acabado se ha prolongado hasta más de tres. No es complicado, no más que otras disciplinas artísticas, pero sí es muy laborioso. De todos los proyectos que realizo, novela, teatro, dirección artística, ilustración… el tebeo es el que más tiempo demanda”.
En cuanto a sus proyectos en las viñetas, Jordi nos confiesa que: “Estoy ya enfrascado en el siguiente. Una historia sobre una revuelta obrera que tuvo lugar en 1873 con consecuencias, tanto para patrones como obreros, que se prolongaron décadas y tuvieron reflejo en la propia ciudad. Eso sí, he limitado el número de páginas pues mi idea es que no me ocupe más de un año narrarla. A ver si lo consigo”.