Encuentro frente a la playa de Ondarreta de dos expolíticos precoces, de dos generaciones contiguas, que destacan actualmente como analistas: Santiago Cervera (1965) y Julen Bollain (1990) vienen de trayectorias ideológicas casi opuestas.
Bollain pasó por Elkarrekin Podemos en el Parlamento Vasco. Santiago Cervera, por UPN y el PP, desarrollando su labor en el Ayuntamiento de Pamplona, Parlamento de Navarra, Congreso y Senado. Desde hace años, encuentra un hueco cada semana en su trabajo empresarial y con sus aceradas columnas enriquece la opinión de este periódico.
Cree que la política actual es más “banal, impulsiva y oportunista”. Que la mentira resulta “mucho más habitual”, y que “el reproche” a la falsedad “ha decaído” en medio de una “saturación” informativa. Si bien matiza que esa constelación de fuentes abre una “oportunidad de entender al diferente”.
Impresión que corrobora en gran medida Julen Bollain, que habla del auge de una “política de golpes de efecto”, que incluso pone en dificultades al Gobierno español a la hora de comunicar “algunos logros” frente a “mentiras que muchas veces dan votos”. Bollain y Cervera también coinciden, aunque por motivos o ángulos contrapuestos, en que el modelo económico español es “insostenible”. Su horizonte prospectivo no invita a la esperanza.
Comparando crisis (2008-2022)
–Julen Bollain: Creo que esta crisis no es comparable a la de 2008. Es mucho más parecida a la del petróleo de 1973. En Europa tenemos una inflación en gran parte por la electricidad, el gas y el petróleo. La subida de los tipos de interés no será una respuesta adecuada, y puede hacer que la recesión y las condiciones de la mayoría de la ciudadanía aún empeoren más. El panorama no es nada halagüeño.
–Santiago Cervera: Yo sí que creo que hay una similitud entre lo que pasó con Zapatero y lo que puede pasar de forma casi inminente con Sánchez. En estos cuatro años ha habido una dinámica enormemente expansiva del gasto público, agudizada con el Gobierno de coalición. Nos encontramos ahora en el preámbulo de la supresión de los programas de compra de deuda por parte del BCE y la subida de los tipos de interés, una decisión perentoria por la inflación. Ya no solo es el shock económico que se va a producir cuando tengamos que empezar a colocar la deuda en los mercados, con un conjunto de países sobrendeudados y con cada vez menos capacidad de financiar esas emisiones. Veremos si está dispuesto o no el Gobierno a hacer algún tipo de ajuste, que sería una enmienda a la totalidad de su política. Además va a tener que decidir si sube las pensiones y los sueldos públicos, a lo que se ha comprometido, con arreglo al IPC. Si eso fuera así, al final de año prácticamente se estará ventilando el 2% del PIB en una sola decisión, y eso en Europa desde luego no lo ven factible para España, porque saben de esta situación de insolvencia crónica que se arrastra desde hace años. Todos los días España gasta 250 millones de euros más de los que ingresa. Esto no es sostenible. Y nos va a llevar en muy pocos meses a una situación política y económica completamente distinta, disruptiva, de lo que han sido estos cuatro años. Cosas van a pasar y creo que bastante relevantes.
Gasto, recaudación y Europa
–J.B: Desde 2019 hasta 2021 se ha dado un incremento del gasto público de alrededor de 10 puntos porcentuales. Más o menos del 42% al 52%. Lo cual para mí no es negativo, porque anteriormente España tenía cuatro puntos menos de gasto público sobre el PIB respecto a la media europea. En 2021 el incremento fue para medidas sanitarias y sociales, como en casi toda Europa. España actualmente está tres o cuatro décimas por debajo de la media europea. Es un país muy endeudado, a lo cual hay que hacer frente, pero uno de los grandes problemas viene por el suelo de ingresos existente. La presión fiscal sigue siendo muy inferior a la media europea. Si tú no recaudas no puedes gastar, a no ser que te endeudes. Lo que tienes que hacer es recaudar bien, y no tener cinco puntos menos de presión, 60.000 millones de euros anuales, que dejas de ingresar. ¿A quién queremos parecernos? ¿A los países del este o tratamos de reorientar la economía y dejamos de ser la barra de bar de Europa ahora que hay la oportunidad con los fondos europeos? Este modelo no es sostenible si quieres un estado del bienestar de calidad comparable a países centroeuropeos.
–S.C: Esa comparación no me vale demasiado. A mí Francia no me parece un ejemplo, no me gustaría estar como allí, porque el sector público me parece atosigante, enorme, que interviene incluso en empresas de telefonía, agua, farmacéuticas… Ese no es mi modelo, y creo que la hiperregulación y la intervención del Estado en tantos sectores hace que haya perdido pujanza económica por todos los lados. Vive de la grandeur, y de un modo de estar en el núcleo de Europa, pero no me gusta como modelo al que aspirar. Nosotros tenemos un tejido empresarial que es el que es. Con pymes y micropymes, sin los conglomerados empresariales que hay en otros países europeos. Apenas hay alguno. Así que entiendo muchísimo más favorables unas condiciones fiscales razonables y no tan opresivas. Creo que los fondos europeos van a acabar siendo un deseo incumplido de regeneración económica para nuestro país. Una de sus bases es que no se pueden dedicar por los estados a gasto ordinario. Ahora estamos viendo que hay fondos incluso para comprar impresoras y fotocopiadoras en los ministerios. Eso está reportado oficialmente. Me parece que se está perdiendo absolutamente la oportunidad de algo que permita crecer y aspirar a unos modelos de desarrollo diferentes. El PERTE más dotado económicamente con esos fondos es el de los microchips. En España es materialmente imposible una industria de microchips, porque no tenemos tradición, no podemos competir y no hay mano de obra, inteligencia o talento suficientemente cualificado.
Desigualdad y méritos
–S.C: Yo pongo un ejemplo médico: un paciente con una patología inflamatoria de base al que estás tratando con corticoides, que son estos niveles de gasto público, que parece que hacen que el paciente esté tranquilo. Esos corticoides, esa presión fiscal, hay que ir retirándola lo más posible. Lógicamente no de la noche a la mañana, sino de forma progresiva. ¿Qué hacer ante la desigualdad? Se debe propiciar por mecanismos sociales diversos que cada cual alcance el mejor nivel de competencia, y que el desempeño que uno pueda tener dependa más de su propia responsabilidad que de atribuirla a otras estructuras como el Estado o el soporte social que se le dé. Un modelo de contrato social que visualice que quien hace un esfuerzo recibe una recompensa.
–J.B: Se habla mucho del mito de la meritocracia. La igualdad de oportunidades no es tal en nuestra sociedad. Actualmente, según la OCDE, en España hacen falta de media cuatro generaciones, 120 años, para pasar del 10% de más pobreza a tener ingresos medios. El 80% de los niños que nacen pobres, mueren pobres. Hay una desigualdad de oportunidades de partida, donde por mucho que te esfuerces no podrás tener una vida igual que una persona que haya nacido en otro barrio. Incluso la esperanza de vida es muy distinta. Más del 70% de la desigual distribución de la riqueza en España deriva de las herencias. Tanto la pobreza como la riqueza son hereditarias. Para la educación pública hacen falta recursos, si no va a ser muy difícil que la meritocracia realmente tenga recorrido. Sobre el contrato social, lo decía muy bien Rousseau: que ningún ciudadano sea tan rico como para poder comprar a otro y ninguno sea tan pobre como para tener que venderse. ¿Cómo establecemos un suelo de ingresos mínimo para que cada persona tenga la libertad para poder decidir su camino? Yo apuesto por la renta básica. En el Renacimiento, humanistas como Tomás Moro o Juan Luis Vives ya planteaban esta idea que luego fue tomando forma al calor de la Revolución Francesa. Ahora la plantean economistas como Piketty.
Guerra y consecuencias
–S.C: ¿Nos importan más las cosas del comer, o todavía tenemos algún tipo de valor que defender más allá de eso? ¿El que se denomina el mundo libre está dispuesto a permitir que un país autárquico de herencia soviética, con un personaje que todo el mundo cree que no está en sus cabales, y que además es una potencia nuclear, invada un país soberano inserto en el corazón de Europa? Estamos sufriendo la consecuencia de la maldad de un régimen político que atenta contra un conjunto de libertades de un país soberano como es Ucrania. Eso debería tener una reflexión ante una situación tan flagrantemente injusta, más allá de ver a cuánto está el barril de petróleo o la tonelada de trigo.
–J.B: Tenemos que preguntarnos con el nivel y duración de las sanciones cuánto estamos dispuestos a empobrecernos.
La derivada política
–S.C: ¿El votante te quiere moderado, con capacidad de entendimiento y diálogo, o radical, en un momento con problemas acuciantes y mucho desconcierto, porque los modelos políticos se han ido diluyendo? Esa desviación actitudinal es la que creo está dando lugar, fundamentalmente, a los llamados populismos, que buscan soluciones muy sencillas a problemas muy complicados. Ahora, tal vez el perfil líquido de más moderación, es preterido en relación con unos mucho más contundentes.
–J.B: Creo que la gente aplaude y busca acuerdos. En las sociedades más prósperas la clase política llega a entendimientos, y dialoga. Hace días en Alemania se aprobó un salario mínimo de 25.000 euros anuales. El Partido Popular alemán no votó en contra, sino que se abstuvo. En el Congreso no hay un Gobierno con mayoría absoluta y tiene que llegar a acuerdos. A eso no le veo problema. Lo que pasa es que en España se ha legitimado a la ultraderecha a la hora de pactar. En Alemania o Francia se le ha puesto un cordón sanitario. Entiendo que hay populismos de derechas e izquierdas, no que Podemos sea izquierda radical, pero sí que al principio sobre todo fue muy populista.
–S.C: El rasgo de Vox que más me llama la atención es que es enormemente transgresor. Decir que hay que elegir entre pensiones o comunidades autónomas, o enfrentarse a una especie de consenso social en relación a temas como violencia de género.
–J.B: Para mí el problema no es la ultraderecha como tal, sino que mueve hacia la derecha a gran parte del tablero, y logra polarizarlo aún más.
Pensiones
–J.B: En los últimos veinte años el crecimiento de la productividad debido a las mejoras tecnológicas no se ha trasladado nada a los sueldos de los trabajadores. No dudo de la sostenibilidad de las pensiones, siempre y cuando se transfiera el incremento de productividad. Creo que deben subir al menos igual que el IPC las pensiones más bajas, las no contributivas, y que cabe avanzar en un pacto de rentas.
–S.C: Pienso que el sistema de pensiones es insolvente, no solo genera un déficit todos los años, sino que el Estado tiene que ir parcheando ese déficit. Yo preferiría que hubiese una definición clara para sufragar este nivel de déficit con un impuesto a la gasolina a los robots, o un impuesto adicional. Cuando el déficit se va sufragando por parcheo, como ahora, estamos ante la insolvencia. Para poder arreglar este tema lo primero es reconocerlo. Y no lo ha querido reconocer ningún Gobierno. Esto hay que decirlo a la gente. Ahí sí que cabría un bonito pacto de los que hablábamos antes.
Sobre Pedro Sánchez
–S.C: Se le nota muy cómodo en el entorno internacional, me da igual la OTAN, Davos, que la Comisión Europea. Tiene la enorme virtud de que sabe hablar inglés con fluidez y se puede entender directamente, y le gusta ese entorno. Lo que no tengo tan claro es que su imagen, para estos líderes internacionales, realmente sea la que él cree que es. Es verdad que hay cierta química con Von der Leyen.
–J.B: Así como Sánchez no logra vender bien los logros políticos que hace a nivel nacional, tiene un gran escaparate y logra vender muy bien todo lo que hace a nivel internacional.
Sobre Yolanda Díaz
–S.C: Yo creo que el futuro que tiene es asociarse al Partido Socialista y a Sánchez. Ha habido operaciones en la izquierda de asimilación de entornos aledaños, y veo que ella, sinceramente, no tiene ese espacio. Aparte de Comisiones Obreras, no veo que haya mucho más. Podemos sí tiene un suelo considerable, que resistiría en un horizonte económico muy complicado.
–J.B: Yolanda Díaz está siendo una gran ministra de Trabajo, ha sabido llegar a acuerdos con patronal y con sindicatos en reiteradas ocasiones. Tras la reforma laboral, por primera vez desde 2008 hay menos de tres millones de parados. Después de las andaluzas empezará su proceso de escucha, y pienso que tiene mucho que ofrecer. Tratará de crear un espacio lo más amplio posible. Tendrá un capital político muy interesante en las próximas Generales.