El doctor José Miguel Gaona (Bruselas, 1957) tuvo –hasta los 12 años- pasaporte de apátrida, expedido por la ONU. “No valía para nada, nos registraban en todas las aduanas”, me dice. Su familia se vio obligada a emigrar a Chile en un barco que partió de Venecia, el Donatella Parodi, perseguido su abuelo por el franquismo, ayudados por el maquis para salir de España. En Chile vivió la revolución de Allende, que fue amigo de su abuelo, y el acceso al poder de Pinochet, que también fue amigo de su abuelo: “Una adolescencia movida”, me comenta. Su currículo impresiona. Licenciado en Medicina por la Universidad de Córdoba (España), su trabajo de fin de carrera se lo dirigió el famoso psiquiatra español doctor Carlos Castilla del Pino.
Posteriormente se doctoró en Madrid en la rama de Psiquiatría e hizo un master en Psicología Médica y siguió la especialidad de Psiquiatría Forense, disciplina en la que se le considera uno de los científicos más reputados de Europa. En Gotinga, la famosa universidad alemana, practicó la cirugía cardiovascular. Es un enamorado de su profesión, pero cuando la abandone se dedicará a escribir. Es muy cercano en el trato y cuando cuenta su vida lo hace con una sencillez apabullante, sin aludir jamás a su condición de sabio. En la actualidad dirige un programa de difusión científica atrevido, por Internet, llamado La reunión secreta. El día 11 próximo emitirá una edición desde Tenerife. Yo tuve el honor de participar en otro desde La Palma, cuando el volcán. El programa es seguido por una media de 400.000 personas en todo el mundo. En la guerra de Bosnia fue responsable del área de Salud Mental de Médicos del Mundo. En el campo de la neuroteología –se graduó como teólogo en la Universidad de Navarra- trabaja en una ciencia que estudia los fenómenos místicos y espirituales desde una perspectiva neurológica y dirige el Proyecto Túnel, un lugar de encuentro de personas que han sufrido experiencias cercanas a la muerte, abordadas desde un punto de vista terapéutico. Es especialista en técnicas no invasivas de estimulación cerebral por la Universidad de Harvard (USA) y ejerció en el Berenson-Allen Hospital de Boston. También, como profesor visitante, en la Laurentian University de Ontario, uno de los grandes centros de referencia mundial en el estudio de la conciencia. Es miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York y actualmente está adscrito a la Universidad Rey Juan Carlos, en España. Ha sido citado por los tribunales en las vistas de los principales crímenes cometidos en España en los últimos años, como experto. El doctor Gaona fue el primero en realizar los test del sida en nuestro país.
-Vamos, que aburrirte, lo que se dice aburrirte, no te has aburrido.
“No, no he parado”.
-Hablemos de Chile.
“Viví lo de Allende siendo un adolescente, en el 73. Mi abuelo le prestó a su amigo Salvador Allende unos almacenes que tenía para que guardara allí su propaganda. Posteriormente, a la vista de la deriva del régimen y del país, se hizo seguidor de Pinochet, que supongo que también le defraudaría”.
-¿Tu referencia es tu abuelo?
“Bueno, él era un capitán de la República Española, que tuvo que salir huyendo cuando Franco ganó la guerra, porque lo querían fusilar. El maquis lo ayudó a salir de España. Llegaron él y mi madre a Bruselas, donde yo nací en el año 57 y desde allí nos fuimos, como tantos otros, a América, a buscar otros horizontes”.
-Una infancia estresante.
“Yo diría que divertida. Mi padrastro fue amigo y compañero de Neruda. Viví el asedio a la Casa de la Moneda; el general Palacios, oficial encargado del asalto al palacio presidencial, fue quien encontró el cadáver de Salvador Allende, que se suicidó con el fusil que le regaló Fidel Castro. Palacios era pariente mío”.
-Más tarde lograste la nacionalidad española.
“Sí, en el 70, y estoy orgulloso y agradecido de ser español”.
-La psiquiatría forense debe ser apasionante.
“Lo es, pero yo deseo también seguir escribiendo. Acabo de terminar una novela (Furor Domini, Amazon), en la que la OMS es una marca y en la que los protagonistas son tres personas. Europa –menos Francia y Alemania— ha sido destruida y en Cataluña, que sigue existiendo, se ha instalado el Estado Islámico”.
-Joder, José Miguel, bonito tema. Y qué imaginación.
“Espero que interese. Es mi primera novela, los otros libros publicados han sido muy técnicos y referidos a mi especialidad médica”.
-Tu familia también se las trae.
“Sí, es cierto; hasta tuve un tío alcalde de Belén, en Palestina. No me puedo quejar de lo variopinto”.
-¿Cómo viviste lo de Chile?
“Como un adolescente comprometido con el país. Yo conocí al Perro Olivares, el gran amigo de Allende. Cuando Allende vio muerto al Perro Olivares, que era periodista, que se dio un tiro durante la defensa de la Moneda, decidió darse otro él. Aquello fue una locura. Con ellos murieron los guardaespaldas cubanos de Allende. El último discurso de Allende lo escuché a través de Radio Minería, desde mi casa. Había una huelga, no teníamos colegio ese día”.
-Vamos ahora a La Palma. Tú evaluaste a los sicólogos y técnicos que atendieron a los afectados por el volcán. Fue una escena terrible verlos llorar.
“Lo fue y tú estabas allí para comprobarlo. La carga emocional resultó terrible. Ahora participo en el proyecto Samepa sobre salud mental de los habitantes de El Paso (La Palma). Se trata de evaluar la salud mental de las personas, identificar a quienes corren más riesgos inmediatos y encuestar personalmente a miles de habitantes del pueblo, estudiar la depresión, la ansiedad y los efectos postraumáticos que ha dejado el volcán, incluso en los niños. Este estudio se enmarca dentro de las actividades de la Universidad Rey Juan Carlos, con la colaboración de la catedrática Cecilia Peñacoba, de Manuel Martín Moreno, de la Universidad de Valencia y miembro de la OMS y de Jesús Herranz, profesor de la Universidad de Alicante, especialista en desastres. También colabora el Departamento de Salud Mental de Hawaii, ya que se trata de personas afectadas por volcanes”.
-Una vez, José Miguel, un juez se dirigió a mí para rogarme que no publicara noticias de suicidios por el mimetismo que puede causar en otros posibles suicidas.
“Dar la noticia en sí no creo que provoque ese mimetismo. Lo peor es ofrecer detalles de cómo lo hizo el suicida, de sus circunstancias, porque entonces el futuro suicida empieza a preguntarse cómo lo haría él y lo puede intentar”.
-¿Hubo fallos de salud en lo de La Palma?
“Sí, en todas las catástrofes ocurren. Por ejemplo, las partículas que emite el volcán provocan fibrosis pulmonar. Y yo vi a hombres y mujeres barriendo cenizas, protegidos con una mascarilla quirúrgica. Me llevaba las manos a la cabeza, porque esas partículas provocan silicosis, la enfermedad de los mineros y por supuesto que era peligroso”.
-Sé que no te gusta contar nada de eso. Pero me gustaría hablar de tus estancias en África.
“Yo tengo cierto espíritu aventurero, pero hay cosas que por secreto profesional y por otras circunstancias no puedo contar. Sí, he estado varias veces en África en diversas misiones y me he visto metido en algunos líos importantes, en Mali sobre todo. También me he divertido mucho e incluso he viajado allí con mi mujer”.
(Me enseña varias fotos, incluso la del barco que los trasladó a Valparaíso desde Venecia, el ya citado Donatella Parodi. También otra en África, camuflado como un tuareg, con su atuendo azul. Y entonces empezamos a hablar de si el mundo se ha vuelto loco, que yo creo que sí. El profesor Gaona tiene las ideas muy claras al respecto).
“Las redes son bastante responsables de lo que está ocurriendo. Es que un caníbal de América encuentra una víctima en Luxemburgo y va y se la come allí. Las redes lo facilitan todo”.
-Y contribuyen al estrés que estamos viviendo.
“Pero el estrés no necesariamente destruye a las personas. Hay gente que sale reforzada con el estrés. La victimización en grupo no es buena idea, pero sí que es necesario curar a los más vulnerables”.
-¿Y qué es realmente la locura?
“Buena pregunta. Los locos de verdad no van al psiquiatra. Al psiquiatra van las personas cuyos problemas las han desbordado. Los momentos duros también nos llenan de experiencias y nos ayudan a mejorar. En Europa hay adolescentes que tienen cuarenta años y en África me he encontrado con niños muy maduros. No es bueno tratar a los niños como si fueran figuritas de cristal de Bohemia y la tendencia es a minimizar sus cualidades”.
-O sea que los momentos malos no lo son tanto, creo entender.
“Los momentos malos, si los administramos bien, nos van forjando y nos ayudan a sacar adelante nuestro proyecto vital”.
-Tu programa ‘La Reunión secreta’ ha sido un bombazo.
“Se ve y se escucha en los cinco continentes, seguramente porque vamos más allá de lo habitual en el tratamiento de los temas. Actualmente lo sigue una media de 400.000 personas. Empezamos en marzo de 2020, con la pandemia, y no ha dejado de crecer”.
-Tú fuiste el primero que realizó un test de sida en España.
“Me enteré de la aparición de la enfermedad leyendo un periódico en Estados Unidos, una noticia pequeñita. Y me preocupó. Me puse en contacto con el médico que realizó las investigaciones iniciales, que más tarde sería premio Nobel, el francés Luc Montagnier. El profesor Montagnier me envió los test de su laboratorio, que fueron los primeros que se utilizaron en España”
-Creo que tuviste problemas.
“Yo, con otro compañero, monté el primer centro de detección del virus en nuestro país, en la calle Hermosilla de Madrid. Nos lo clausuró la policía, todavía no sé bien por qué. Era curioso: de cada cuatro yonquis que acudían al centro, tres nos daban positivos en VIH. Fue un momento muy duro, había miles y miles de casos en España. Incluso se inventó un fármaco para detener el virus, un fármaco de guerra química. Luego llegó el cóctel de los antivirales”.
(Es curioso, y se lo digo a José Miguel Gaona. Yo leí la misma noticia en El País, incluso antes de la muerte por sida del actor Rock Hudson, sobre la preocupación de la población homosexual de California. Y dije, en aquel tiempo, en los ochenta: “Esto va a ser un problema”. Y lo fue. Tuve la misma sensación que el profesor. Fueron años terribles, en los que todo el mundo pasó un miedo atroz).
-Si cuentas tu vida acaso sería tu mejor novela.
“No lo sé, es cierto que he vivido mucho. Tengo 65 años y me gusta mucho escribir. Por ejemplo, me gustaría contar que mi abuelo vendió pelotas de goma por la calle para ganarse la vida. Bueno, la verdad es que no vendió ni una sola, pero mi madre estuvo jugando con ellas toda su infancia. Ya te conté que fue un allendista convencido y que luego se hizo pinochetista al ver el fracaso del régimen. Supongo que después despotricaría de Pinochet”.
-Y siempre te atrajo el estudio.
“Sí, de verdad que fui un buen estudiante. En Chile obtuve una beca porque me gradué en el bachillerato con un 6,3 sobre 7. Casi nadie conseguía esa puntuación. El estudio y la investigación me atraen, pero ahora me atraen mucho más la literatura y la divulgación”.
(Ha estado en Tenerife con motivo de un caso judicial en el que ha participado como experto de parte. Un caso de asesinato. Adora Canarias y ahora tiene en La Palma la posibilidad de volver a mostrar su cariño por una gente que ha sufrido. Y mucho. Seguiremos hablando con José Miguel Gaona. Vale la pena).