Una mujer se arrodilla entre las cruces que tienen los nombres de las víctimas del tiroteo masivo ocurrido en la Escuela Primaria Robb, en Uvalde, Texas.
Foto: TANNEN MAURY
Los primeros testimonios de niños sobrevivientes de la masacre en la escuela de Uvalde, Texas, donde un joven de 18 años mató a 19 alumnos y dos maestras, afloran este sábado, exhibiendo el horror vivido. Entretanto, varias decenas de personas se concentraron en la plaza central de esta localidad del sur de Estados Unidos, convirtiendo el lugar en un homenaje a las víctimas.
“Es importante estar aquí, darle el pésame a la comunidad”, afirmó Rosie Varela, de 53 años, que viajó una hora desde la ciudad texana de Del Río con su marido y su hijo adolescente. “Tenemos que ayudar a estos niños a salir de este trauma, de este dolor”, dijo, por su lado, Humberto Renovato, de 33 años, quien nació y creció en Uvalde.
“Van a morir todos”
La policía admitió el viernes que tomó una “decisión errónea” al demorar su ingreso al centro educativo, luego de ser alertados del tiroteo, ocurrido el martes 24 de mayo. En efecto, tardaron cerca de una hora en poner fin a la masacre, a pesar de varias llamadas de niños que pedían una intervención. Los 19 agentes que se encontraban en el lugar esperaban la llegada de una unidad especializada.
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Mientras tanto, en el interior de la escuela, un grupo de alumnos estaba encerrado en un aula con el tirador, Salvador Ramos, de apenas 18 años y equipado con un rifle semiautomático y chaleco táctico. Tras entrar en el aula, y antes de abrir fuego, el atacante cerró la puerta y se dirigió a los niños: “Van a morir todos”, relató un sobreviviente, Samuel Salinas, de 10 años, al canal ABC. “Creo que me estaba apuntando”, confesó el niño, pero una silla entre él y el tirador bloqueó la bala. Se tiró al piso cubierto de sangre para hacerse el muerto.
“Mantener la calma”
Lo mismo hizo Miah Cerrillo, de 11 años, para escapar de la atención de Ramos. La niña se cubrió con la sangre de un compañero, cuyo cadáver estaba junto a ella, dijo a la cadena CNN en un testimonio fuera de cámaras. Ella acababa de ver al atacante matar a su maestra, después de decirle “buenas noches”.
Otro estudiante, Daniel, contó al periódico The Washington Post que mientras las víctimas esperaban a que la policía viniera a rescatarlos, nadie gritó. “Estaba asustado y estresado porque las balas casi me pegan”, aseguró. Su maestra, que resultó herida, les susurró que “mantuvieran la calma” y “se quedaran quietos”.
Una niña, también herida de bala, había pedido amablemente a su maestra que llamara a la policía, diciendo que “sangraba mucho”, relató Daniel, que ya no puede dormir solo y tiene pesadillas. Los niños sobrevivientes “están traumatizados y tendrán que vivir con eso toda la vida”, subrayó su madre, Briana Ruiz.
Samuel Salinas también dijo tener pesadillas en las que ve al tirador. La idea de volver a la escuela, o incluso volver a ver a los compañeros de clase, sigue siendo aterradora. “No tengo muchas ganas”, confesó. Añadió que quería “quedarse en casa y descansar”.
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Biden el domingo
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y su esposa Jill visitarán Uvalde el domingo para “compartir el luto” de los habitantes de esta pequeña localidad, consternada por una de las peores masacres con arma de fuego de los últimos años en el país. “No se puede hacer que los dramas sean ilegales, lo sé. Pero se puede hacer que Estados Unidos sea más seguro”, expresó Joe Biden en un discurso el sábado, lamentando que “tantas personas inocentes hayan muerto”.
“No permitiremos que aquellos que están motivados por el odio nos separen o nos asusten”, dijo su vicepresidenta, Kamala Harris, quien a mediados de mayo estuvo en el funeral de una de las diez víctimas negras asesinadas en un tiroteo racista en Buffalo, Nueva York.
El tiroteo de Uvalde, descrito en la prensa estadounidense como el “nuevo Sandy Hook”, en alusión a la espantosa masacre en una escuela primaria de Connecticut, ocurrida en 2012, volvió a despertar los traumas de Estados Unidos por incidentes similares con armas de fuego.
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Los rostros de las víctimas muy jóvenes, de entre 9 y 11 años, retransmitidos repetidamente por televisión, y los testimonios de sus seres queridos devastados, han conmovido al país, reviviendo el debate para imponer controles más estrictos para acceder a las armas de fuego, tema que genera fuertes divisiones en el Congreso.
Biden, que ha denunciado regularmente la “epidemia” de violencia armada, no ha logrado que el Congreso apruebe legislación alguna para aumentar los controles a la venta de armas. “El Congreso debe tener el coraje de enfrentarse, de una vez por todas, al lobby de las armas y aprobar leyes razonables de seguridad de armas”, tuiteó la vicepresidenta Harris, aludiendo a la poderosa e influyente Asociación Nacional del Rifle (NRA).
Entretanto, los demócratas del Senado de Texas instaron al gobernador republicano, Greg Abbott, a convocar una sesión de emergencia de la legislatura para aprobar proyectos de ley que, entre otras medidas, aumenten la edad mínima para la compra de armas de fuego. Sin embargo, las posibilidades de que ello ocurra lucen escasas, pues Texas es, desde hace mucho tiempo, uno de los estados más amigables con las armas de todo el país.
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