Tuvo propuestas millonarias del Milan y del Olympique de Marsella. El propio presidente Ferlaino ya lo había acordado pues al club le ingresarían 25 millones de dólares. Pero “alguien” dijo no, Diego Maradona amenazó con irse y le cayeron demandas por impuestos impagos y el primer doping positivo
A veces, cuando repaso charlas de cualquier tiempo con Diego, creo que me quedaron preguntas pendientes. Son dudas sobre unas pocas cuestiones pues su relato siempre fue sincero, minucioso, sostenido. Pero debí repreguntarle, sobre todo en el último tiempo, si había algún trasfondo inconfesable como única y verdadera causa de sus frustrados pases a otros clubes que hubiesen triplicado sus ganancias.
Diego ganaba en el Napoli 5 millones de dólares anuales. Además, otros 2 millones de dólares de promedio por prestar su imagen. Por ejemplo, eso percibió cuando se lanzó Hitoshi –marca de ropa deportiva japonesa–; y por conducir un programa para la RAI otros 250.000 dólares.
Sin embargo, Diego siempre encontró la excusa para decir que no a ofrecimientos que aún hoy serían récord en los términos relativos del dólar. ¿Cuánto significarían hoy 5 millones de dólares de hace 37 años? Bueno, Silvio Berlusconi estaba dispuesto a firmarle un cheque en blanco para que fuera a jugar al Milan en 1987 y Maurice Tapie, un magnate francés, le propuso duplicar su contrato de 1989 en el Napoli para llevarlo a jugar al Olympique de Marsella.
Lo de Berlusconi fue contado muchas veces y hoy rememoro lo que me dijo el propio Diego:
– Berlusconi, si se da –dejar Nápoles para ir a jugar al Milan- nos tenemos que ir los dos de Italia; usted va a perder los negocios porque los napolitanos le van a romper las pelotas todos los días y yo no voy a poder vivir….
Luego Diego continuó su relato textualmente transcripto: “A principios de noviembre del ‘87, nosotros estábamos concentrados en el Hotel Brun, de Milán, para jugar contra el Como, y apareció un Mercedes Benz impresionante a buscar a Coppola. Se lo llevaron a Via Milano 5, donde tenía su ranchito el propio Berlusconi. Una mansión como ésas de las películas. El le dijo a Guillermo que me quería a mí, a toda costa cuando terminara mi contrato, que había gastado casi cincuenta millones de dólares y todavía no había podido conseguir un puto título. Ni le preguntó cuánto ganaba en el Napoli: ¡él ofrecía el doble para mí!, un departamento en Piazza San Babila, la zona más cara en las afueras de Milán, el auto que quisiera —no un Fiat 600, ¿eh?: Lamborghini, Ferrari, Rolls Royce—, cinco años de contrato dentro de la organización de ellos y un lazo con la Fininvest, su empresa de comunicación”.-
Fue así que Diego y Guillermo Coppola –que lo anecdotiza como nadie cada vez que lo cuenta– regresaron guardando esta propuesta en secreto a Nápoles. Sin embargo la revista Special con la firma del prestigioso periodista y escritor Gianni Miná –un entrañable amigo- publicó una primicia exclusiva: ” Maradona al Milan, todos los detalles del acuerdo con Berlusconi”.
“¡Para qué!”, diría Maradona al tiempo que dictaba lo siguiente para su libro: “El martes a la mañana, todos sabían que el Milan me quería y ofrecía lo que a mí se me ocurriera; y el mismo martes a la noche, Ferlaino aceptó todas las condiciones que le pusimos nosotros y firmamos un nuevo contrato, con el triple de beneficios de lo que pretendíamos al principio: eran 5.000.000 de dólares por año, hasta el ‘93… Además: el presidente, Ferlaino, se me apareció en casa con una Ferrari F40 negra, ¡era la única que había en el mundo en ese momento!”.
“Por aquellos tiempos, justamente, la International Management Group había hecho una encuesta sobre quién era la persona más conocida del mundo. Y salió mi nombre… Entonces, el grupo quiso comprar los derechos de mi imagen: ofrecieron 100.000.000 de dólares, ¡cien palos verdes! Pero… pero había un detalle: me exigían la doble nacionalidad: argentino y… ¡estadounidense! . Y eso, la nacionalidad, el ser argentino, como los sentimientos, no tiene precio. Nada puede pagar que yo deje de ser argentino, nada. Así que rechacé la oferta. Fue una decisión mía, como todas en mi vida. Guillermo podía orientarme, pero yo decidía, y así era en todo. En este tema de la oferta de los 100.000.000 de dólares no era sólo eso: también teníamos participaciones que elevaban esa cifra y hasta Henry Kissinger – ex secretario de Estado de los Estados Unidos– se había metido en el tema. Pero no, no, ser argentino no tenía precio”.-
“Pedía autos que no existían y al tiempo me los traían. Me pasó con una Mercedes Benz Cabriolet, que no llegaba nunca a Italia. Yo le tiré la cosa a Guillermo y él llamó a Mercedes, picaba siempre. La cosa es que pasó el tiempo y un día Guillermo me llamó para que me asomara al balcón… Miré para abajo y ahí estaba: la Mercedes, con todos los tipos que la habían traído alrededor, todos capos, era la primera que entraba en Italia. Bueno, bajé, todo muy lindo, abrazos por acá, abrazos por allá, pedí la llave y me subí. Toqué todo, el volante, los controles, una maravilla… Por ahí, miré para abajo y vi la palanca: «Es automática», les dije. A Guillermo se le transformó la cara: Sí, Die, sí, es automática, último modelo. Me bajé, les di la llave a los tipos, les dije muchas gracias y subí a mi casa: a mí no me gustaban los autos con caja automática. Ahora que lo cuento, ¡qué locura!”.
“La vida en Nápoles, mientras tanto, era increíble. No podía salir ni a la esquina, porque… me querían demasiado. Y cuando los napolitanos te quieren, ¡te quieren! ¡Ti amo piú che ai miei figli!, me decían. ¡Te amo más que a mis hijos! No podía ir a comprarme un par de zapatos, porque a los cinco minutos estaba la vidriera rota y mil personas adentro de la zapatería. Entonces iba la Claudia, ella me compraba la ropa, todo; a ella la respetaban…”.
Resulta comprensible que Ferlaino extremara los esfuerzos económicos del Napoli para que Diego no se fuera. Mucho menos a Milán, la ciudad opulenta de una región culta y distinguida. Diego era mucho más que el mejor jugador de fútbol del Mundo; para Nápoles era un símbolo de todas las luchas sociales Sur-Norte. Y es por ello que en la respuesta de Ferlaino hay aliados ocultos que seguramente colaboraron para que Diego no se mueva de Nápoles. El no solo era una atracción para el turismo, el comercio, la comunidad y la región; se había transformado en su más célebre paradigma. La presencia de Maradona transformó a Nápoles en una ciudad universal y a los napolitanos en ciudadanos visibles.
Pero, obviamente, una joya de tal magnitud la querría todo aquel equipo a posicionarse. Y tras cada temporada Diego le pedía a Guillermo que procurase ofertas reales, fehacientes pues tenía el deseo de cambiar. Y de hecho, Coppola siempre tenía un par de ellas. Algunas exóticas provenientes de países árabes o asiáticos con mucho dinero y nada de fútbol; otras de países con mucho fútbol pero con un dinero normal y en 1989 apareció una institución a proyectar con mucho dinero y desde un país con mucha historia futbolística. Qué mejor que el relato del propio Diego:
“Empezamos nuestra carrera en la Copa de la UEFA: ¡Yo me moría por conseguir un título internacional, carajo, eso me faltaba!. Y fue entonces que vino la idea del cambio, la idea de irme. Apareció ese Bernard Tapie, el presidente del Olympique de Marsella, y me ofreció todo lo que yo quisiera y mucho más. Otra vez en el hotel Brun de Milán, donde estaba para filmar algo de publicidad, me senté con él… Con él, que había llegado en su avión privado, con Guillermo y con un empresario, Santos. El tipo me dijo: No hablemos de cifras, yo pongo el doble de lo que le paga el Napoli… Lo quiero a usted, ¡sí o sí! ¡Ojo, no era sólo el tema de la plata! O, por lo menos, no era sólo el tema de la plata para mí, porque el Napoli se llevaba… ¡25.000.000 de dólares! Pero había otros temitas que me interesaban más: una villa -y no precisamente Fiorito- una casa en serio, con un parque de 6.000 metros para que corran mis hijas, para que disfrute mi familia, con pileta; lo que siempre me habían prometido en Nápoles y nunca me daban, simplemente porque no había: ya estaba cansado de escuchar a mi hija Dalma decirme: Papi, ¿vamos a jugar al balcón? Y también, lo dije aquella vez y lo reconozco ahora, la tranquilidad de un campeonato como el francés, más… apacible, con un mes de paro en enero, como para volver a la Argentina. Era volver a empezar, era otra cosa, la verdad, era ideal. El tema es quién se hacía cargo de dejarme ir, y yo creo que ése era el terror de Ferlaino… Claro, porque el napolitano que firmara mi libertad, estaba condenado para siempre, todos iban a decir: ese hijo de puta es el que dejó ir a Maradona”.-
” La cosa es que, mientras tanto, seguíamos avanzando en el campeonato, seguíamos avanzando en la UEFA… En eso estábamos, en Munich, para jugar el partido de vuelta por la semifinal contra el Bayern, el 19 de abril del ‘89, y el presidente se me acercó. Charlamos un rato y me lo largó: Si ganamos la Copa UEFA, te prometo que te dejo ir a Marsella. ¡Para qué! Yo bailaba en una pata… No quería herir a los napolitanos, que me amaban, pero creo que irme a un club que no fuera italiano no los lastimaba tanto. La cosa es que empatamos y nos clasificamos para la final, porque en el partido de ida, en Nápoles, habíamos ganado 2 a 0. Ahora teníamos que jugar contra el Stuttgart de Jurgen Klinsmann y yo estaba que me salía de la vaina… Teníamos un nivel de la puta madre y estábamos convencidos de poder ganar la Copa. El 3 de mayo les ganamos 2 a 1, en Nápoles. Y el 17, empatamos 3 a 3, en Alemania… El último partido, el decisivo, fue aquel en que yo le meto la pelota de cabeza a Ferrara, para que defina, una jugada muy rara porque le di así, de cabeza, desde afuera del área y después de un rebote… Para mí, era todo junto: el primer título internacional con un club, el nombre del Napoli en Europa y… ¡el pase!”.-
“Pero Ferlaino no me quiso largar. Ahí mismo, en la cancha, se me acercó cuando yo todavía tenía la copa en las manos… Me habló al oído, agarrándome de los hombros, y me dijo: ¿Vamos a cumplir el contrato, verdad Diego? Hay mucho por hacer todavía. Yo le quería partir la copa en la cabeza, pero sólo me salió decirle: ‘No es momento, presidente, no es momento… Pero yo cumplí con mi promesa, ahora tiene que cumplir usted’. Y me contestó, ahí mismo, en la cancha: No, no, no… Yo no te vendo, sólo te lo dije para motivarte Ahí, ahí mismo, empezó otra guerra. En realidad, estallaron bombas de batallas anteriores, que por esas cosas no habían explotado antes, y lo que quedó de ahí para adelante fue un campo minado….”.
Mientras transcurre este recuerdo, miro hacia atrás y repaso situaciones y hechos compartidos con Diego. Y veo la imagen de Jorge Cyterszpiler, el fiel e inseparable amigo de la infancia que un dia debió dejar bruscamente Nápoles luego de denunciar ante la Justicia el indebido uso de la imagen de Maradona en muchos productos que se vendían por doquier; hasta en los semáforos: camisetas, llaveros, pulseritas, gorritas, buzos, encendedores, fotos, etc, etc. Claramente se trataba del único poder, invisible, de quien Diego recibía órdenes. Hay otros elementos para sumar: la respuesta de Ferlaino a Berlusconi y a Tapie renunciando a que le ingresen al Napoli cerca de 30 millones de dólares. Ferlaino reconoció, años después, que debió faltar a su palabra. Y una vez rota esa relación entre Ferlaino y Diego más las lesiones reiteradas –verdaderas- en la zona lumbar y algunas declaraciones respecto de cierto hastío, la vida de Diego en Nápoles se volvió un martirio. Tanto que como por arte de magia fueron apareciendo al mismo tiempo demandas de Hacienda por Impuestos adeudados y controles antidopaje que nunca le habían tocado en los sorteos anteriores a 1991, año de su primer “doping positivo” tras un encuentro con el Bari. Fueron 15 meses de suspensión que Diego vivió sintiendo vergüenza y humillación. Era su primer vuelco de vida…
Recordé muchas veces aquella celebración del 87′, la del primer scudetto. Un millón de napolitanos en sus pletóricas calles, los jugadores y los directivos con sus familias en una celebración inolvidable; iglesias, hospitales, cárceles, plazas y monumentos con todas sus luces encendidas; bocinas, cornetas y cantos le daban sonido de felicidad a la ciudad y a su gente. Un día glorioso para los napolitanos.
¿Y Maradona, dónde estaba, donde lo celebraba? Estaba con Guillermo Coppola y toda su familia –padres, suegros, hermanas y cuñados– en el palacio de Don Beppo ubicado en un pueblito llamado Nola del municipio de Nápoles, muy cerca de la ciudad. Como olvidarlo si éramos solo tres periodistas los que fuimos invitados: Bruno Passarelli –enorme escritor, corresponsal de El Gráfico- , Ricardo Alfieri –un maestro de la fotografía– con su inseparable máquina y el autor de esta nota.
Al llegar varias horas después de la consagración, advertimos que en lo alto de los muros de aquel palacio había francotiradores atentos a cada auto que se detuviese frente al inmenso portón de entrada. Todo era oscuro y silencioso. Pero una vez dentro había música, bailes, niños corriendo, desconocidos amigos brindando a cada instante con el Taglianico del Taburno –el mejor vino de la región-, un inolvidable asado hecho por Don Diego y Coco Villafañe, el papá de Claudia. Además una torta de un metro de alto con la figura de Maradona y en un “moisés”, alejado de tanto ruido, dormía Dalma quien recién había cumplido dos meses y por cuya foto la revista Oggi pagaría 200.000 dólares. Estaba dormidita ahí, sola al alcance de nuestra vista y de la cámara de Alfieri. Éramos amigos de Diego, ni pensarlo…
El dueño de todo, a quien todos consultaban y con quien querían hablar era Don Beppo, un “capo Camorra” que tenía como invitados especiales a otros jefes de familias mafiosas de Sicilia y de Calabria. Diego celebraba allí porque Don Beppo, hincha del Napoli, “lo quería y lo protegía como a un hijo…”. Hoy, 36 años después, asocio que después que Diego dijera que se quería ir de Nápoles y que nadie pudo convencerlo de lo contrario –ni siquiera el poderoso Don Beppo en persona–, vino una demanda por impuestos y un doping positivo.
¿Todo fue casual…?
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