Una nueva matanza en una escuela de Estados Unidos vuelve a poner encima de la mesa el debate sobre la limitación y el control de armas en América. El problema no es nuevo, ciertamente, pero los datos muestran un empeoramiento de la situación en este país de Norteamérica. En una sociedad tensionada y con un acceso fácil a armas – en estos momentos hay más armas que personas – no es de extrañar que se produzca un aumento de homicidios, asesinatos y suicidios. Periódicamente además se suceden matanzas masivas que impactan dramáticamente en el imaginario público.
Frente a esta realidad, parece incomprensible que no se tomen medidas que caminen hacia un desarme social. O, como mínimo, a introducir ciertas limitaciones y condicionantes para la poder disponer de armas. Se habla de que en América es imposible avanzar en este campo. Que la segunda enmienda constituye la tenencia de armas como un derecho fundamental. Que se trata de un tema cultural profundamente enraizado en la sociedad.
Noticias relacionadas
Sin desdeñar estos análisis, y sin quitar complejidad al asunto, las reificaciones inmovilistas nunca me han convencido. Desde 1791 mucho ha llovido. La segunda enmienda puede tener varias interpretaciones. Sin ir más lejos, en el otro episodio iniciador de la época contemporánea – la Revolución Francesa – se normalizó el corte de cabezas a reyes y nobles. Además, según arrojan algunas encuestas, una mayoría social estaría de acuerdo en avanzar en esta cuestión, incluidos un porcentaje importante de republicanos.
Joe Biden la misma jornada de la tragedia apelaba a la necesidad de hacer frente al ‘lobby’ armamentístico del país. Y estoy de acuerdo, este es el gran problema del país. Parte de los dirigentes republicanos están vinculados a los intereses del negocio de las armas y se dedican a echar más leña al fuego. Ahora bien, desde mi punto de vista, la construcción de sentido comÚn militarista no se reduce a la Asociación del Rifle. Y en este sentido quizá los demócratas, o una parte, también son responsables. Llegará un día en que la sociedad civil diga basta, como pasó con Vietnam.