Dan Mahowny es un personaje de ficción cinematográfica hollywoodense, un jugador compulsivo que apuesta lo que no tiene con la esperanza de ganar más de lo que pierde para tapar un hoyo financiero personal que no para de crecer. Nayib Bukele es un personaje real: es el presidente de El Salvador y una especie de criptoapóstol que, desde el 6 de septiembre de 2021, ha invertido unos USD 100 millones de fondos públicos salvadoreños en comprar Bitcoin a pesar de que el precio de la criptomoneda viene cayendo desde hace 7 meses.
Como Dan Mahowny, Bukele tiene frente a sí un escenario financiero que, fuera del casino virtual, no pinta muy bien. Pero, a diferencia del apostador ficticio, Bukele no juega con su dinero, sino con el del país del que es presidente desde junio de 2019. En enero de 2023, El Salvador tiene que pagar USD 800 millones de su deuda. Y, por ahora, con las fuentes tradicionales de crédito cerradas tras una fallida negociación con el Fondo Monetario Internacional, ni Bukele ni El Salvador tienen dinero para afrontar ese pago.
Bloomberg, publicación financiera especializada, fija en USD 40 millones las pérdidas salvadoreñas debido a la caída del precio del Bitcoin.
Solo el lunes 9 de mayo, Bukele anunció que el país había comprado 500 monedas a un precio promedio de USD 30,744 por moneda, el valor más bajo desde que El Salvador adoptó el Bitcoin como moneda de curso legal en septiembre de 2021. Dos días después, el 11 de mayo, el precio fluctúo entre los USD 29,248.20 y los USD 30,837.00, para un promedio de 30,042.50. Es decir, en esas 48 horas, Bukele volvió a perder dinero, no el suyo, el del país.
Al cierre de esta nota, el 13 de mayo, el precio del Bitcoin había subido algunos centavos para llegar a los USD 30,442 por moneda antes del mediodía. Nada que cambie la tendencia de pérdidas de la criptomoneda.
Bukele hizo la primera compra de Bitcoin el 6 de septiembre de 2021, poco después de que una ley exprés aprobada por el Congreso de El Salvador, donde los diputados del presidente tienen supermayoría, dio vida legal a la circulación de la criptomoneda. Aquel día, el gobierno compró 400 monedas a un precio promedio de USD 47,500 por moneda para un total de USD 18,700,000. Para el 9 de mayo de 2022 el valor real de esas monedas en el mercado era de USD 14,220,400, lo cual implica una pérdida del 24% del valor inicial según el seguimiento que firmas especializadas en Wall Street han hecho del caso salvadoreño.
Desde que empezó a comprar, Bukele no ha parado de perder el dinero salvadoreño. “En cada una de las compras que ha hecho de Bitcoin, ha perdido”, escribió en un tuit la publicación especializada WallStreetPro, que se alimenta de cifras oficiales de los países que evalúa y de las cifras emanadas a diario del mercado neoyorquino.
De septiembre de 2021 al 9 de mayo pasado, Bukele ha hecho 10 compras de Bitcoin: 2,301 monedas por USD 100,933,798. En total, el presidente de El Salvador ha perdido al menos USD 40 millones por la baja de precios. Aun así, como el Dan Mahowmy de la película, Bukele sigue apostando.
El precio del Bitcoin es sumamente volátil, advierten expertos consultados por Infobae, pero la baja constante desde hace unos meses sí marca una tendencia que, desde principios de este mayo, se ha visto reforzada por la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de aumentar los tipos de interés, por la crisis en los precios del petróleo provocada por la invasión rusa a Ucrania y por los crecientes índices de inflación en el mundo.
A las pérdidas salvadoreñas hay que sumar el gasto de USD 48 millones que hizo el gobierno de El Salvador para lanzar la Chivo Wallet, una billetera virtual para tranzar con Bitcoin, y subsidiarla con USD 30 por aplicación para incentivar su uso.
Todo llegó acompañado, como suele ocurrir en el gobierno Bukele, de una importante fanfarria propagandística que vendía, entre otras cosas, que la Chivo Wallet serviría para ahorrar unos USD 400 millones en comisiones por las remesas que envían los salvadoreños residentes en el extranjero, sobre todo en los Estados Unidos. Eso no ocurrió y, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Chicago publicado en abril pasado, la aplicación electrónica de Bukele ha sido otro fracaso: 60% de quienes la bajaron, motivados por los USD 30, ya dejaron de usarla.
No es solo que Bukele haya perdido varios millones, es que su gran apuesta para financiar las deudas del país con Bitcoin, en especial la perentoria de USD 800 millones, le ha fallado.
Ya las casas analistas de riesgo más reputadas del planeta han advertido de las grandes posibilidades de que El Salvador, con su apuesta por el Bitcoin, se encamine hacia el default. Infobae lo advirtió en los últimos días de enero, luego de que Moody’s bajara la calificación crediticia de El Salvador al advertir que el país se enfrentaba a un escenario de pago “en un contexto de continuas tensiones de financiación y necesidades de financiación persistentemente elevadas”.
Para mediados de febrero Fitch también redujo la calificación de riesgo y alertó “de una mayor dependencia de la deuda a corto plazo, fuentes de financiación limitadas y una deuda pública en aumento que se espera alcance el 87% del PIB”. En mayo, Moody’s, volvió a depreciar a El Salvador y, con todas las letras, advirtió de la posibilidad del impago.
El Bitcoin, en realidad, solo le ha servido a Bukele para especular en un mercado a la baja. A finales de febrero, en otro golpe de propaganda, el gobierno inauguró Chivo Pets, un hospital veterinario supuestamente financiado con ganancias de la inversión en Bitcoin. Es imposible saber cuánto costó en realidad el hospital y sí se financió con la criptomoneda: Bukele y sus diputados han cerrado, a través de reformas legales y administrativas, todas las vías de acceso a la información de gastos del gobierno.
En tuits que sus acólitos repetían hasta el cansancio, el presidente vendía que las citas en Chivo Pets solo costarían USD 0.25. Luego, tras varias denuncias de usuarios y entre murmullos, el gobierno aceptó que el precio solo aplicaba para quienes usarán la Chivo Wallet, el resto pagaría lo mismo que en cualquier veterinaria privada.
Mientras las redes sociales salvadoreñas se saturaban con el asunto del Chivo Pets, Alejandro Zelaya, el ministro de Hacienda de Bukele, emprendía una gira por Europa para mercadear el Bono Volcán, un mecanismo financiero basado en la inversión en Bitcoin que El Salvador pretendía colocar en los mercados internacionales como alternativa tras el fracaso de las negociaciones con el FMI por un crédito de USD 1.4 mil millones. También hubo, según un analista de Wall Street consultado por Infobae, intentos por colocar el Bono Volcán entre inversionistas estadounidenses. La venta fracasó.
Ya en febrero, al menos tres analistas de riesgo que consultó Infobae advertían de que los mercados no mostrarían apetito por la propuesta salvadoreña, lo cual dejaría a Bukele con dos alternativas: regresar a la mesa con el FMI, que ya había hecho pública su desconfianza en el Bitcoin, o buscar otras fuentes internas de financiamiento para saldar la deuda inmediata, incluido el pago de enero de 2023.
Lo primero, renegociar con el FMI, no ha ocurrido y no parece que ese sea el camino. El 2 de mayo, una semana antes del desplome del Bitcoin y de la última compra de criptomoneda hecha por su jefe, el ministro Zelaya dijo que El Salvador no había buscado al FMI por “un tema de dinero”, sino para mantener una “relación cordial”. En enero, Zelaya había dicho otra cosa: que El Salvador sí estaba en negociaciones con el Fondo por el préstamo de USD 1.4 mil millones.
Con esa avenida cerrada por ahora, el escenario más plausible parece ser una reforma de pensiones que el mismo Zelaya y diputados oficialistas ya han adelantado.
Después del fracaso del Bono Volcán y del Chivo Pets, Nayib Bukele logró cambiar la conversación luego de una matanza provocada por las pandillas MS13 y Barrios 18, que en un fin de semana de marzo dejó 87 muertos. El aumento en la violencia sirvió al presidente para decretar un estado de excepción que aún no termina y que ha restringido varias libertades civiles a los salvadoreños, como los derechos de asociación, al debido proceso o de expresión. En las últimas semanas, la policía de Bukele y su fiscal general han metido a unas 30,000 personas a la cárcel. La violencia disminuyó, pero aun así el presidente no ha podido evitar otra conversación molesta para él: su pacto con las pandillas.
A pesar de todos los presos, Bukele sigue negándose a tocar al liderazgo de la MS13, 14 de cuyos líderes han sido pedidos en extradición por Estados Unidos para que respondan por delitos de terrorismo y homicidio. El 4 de abril, un fiscal estadounidense informó al juez de Nueva York que reclama a los pandilleros que el gobierno de El Salvador había liberado a los cuatro líderes, según un reporte de La Prensa Gráfica.
Con la conversación sobre las pandillas de regreso en un tema que incomoda a Bukele y el ruido por el estado de excepción y los desmanes de la fuerza pública salvadoreña más apagados, el presidente no ha podido evitar enfrentar el asunto de la baja en el precio del Bitcoin y reportes de publicaciones especializadas que han vuelto sobre el tema del default.
Por ahora, en su cuenta de Twitter, Bukele ha respondido como suele ante los temas incómodos. Ha evitado referirse al asunto de fondo y ha vuelto a hacer propaganda con una maqueta dorada de Bitcoin City, una ciudad de ensueño en el suroriente salvadoreño que se construirá, como se supone ocurrió con Chivo Pets, con las ganancias que dejen las criptomonedas. Por ahora, esa ciudad solo existe en esa maqueta y en la cabeza del presidente.
Lo que no es un cuento es la deuda de los USD 800 millones que Nayib Bukele debe de pagar en enero próximo. Eso y la posibilidad del default suenan más reales que la maqueta dorada de Bitcoin City.
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