Pamplona y Donostia han acogido el primer Congreso Estatal de Mentora Social, una cita que pretende convertirse en referencia y que ha reunido a ms de 200 personas para impulsar esta metodologa
Cuando Nastya llegó a Euskal Herria desde Ucrania, en 2014, solo tenía 13 años. Fue acogida y escolarizada de inmediato, aunque para ella no fue un momento fácil: no sabía el idioma y no conocía a nadie. “La experiencia fue abrumadora, no entendía nada, estaba perdida”. Meses después la directora del centro le propuso participar en el proyecto Urretxindorra, a través del cual una estudiante de la universidad, voluntariamente, quedaría con ella cada semana para ayudarle y acompañarle en su proceso de socialización. “No sabía lo que era, pero dije que sí”, recuerda. “Fue una experiencia muy agradable, un impulso para iniciar relaciones sociales reales que, de otra forma, hubiera sido muy complicado conseguir. Fue un apoyo social y psicológico increíble”. Hoy en día, Nastya sigue siendo parte de Urretxindorra, ahora como mentora. “Acompaño a una niña colombiana. Aunque al principio ha costado un poco, porque es muy tímida, poco a poco hemos ido construyendo una relación más cercana”.
Medoune también llegó a Oñati siendo menor de edad, desde Senegal. Estuvo en un centro de menores tutelado y allí es donde conoció el proyecto Izeba (tía, en euskera), donde conoció a Miren. La primera vez que se encontraron no sabían muy bien qué hacer. “Le propuse ir a una feria que había ese día en Bergara, y él me preguntó ‘¿Hay vacas?’. Le dije que sí, y allí nos fuimos”. Ahora, 11 años después de ese primer encuentro, ya son familia. “Suelo presentar a Miren como mi tía, aunque la gente se sorprende porque claro, soy negro”, comenta Medune, entre risas. Ismail, joven marroquí de 22 años, lleva mucho menos tiempo en nuestra tierra, solo tres años, y conoció a Javi, su mentor, en septiembre del año pasado. Todavía le cuesta expresar sus emociones, aunque tiene claro que el programa de mentorización en el que participa, el proyecto Pertsonalde de Getxo, le ha aportado muchas cosas: “Antes vivía en la calle, algunas veces en un albergue… A través de Pertsonalde me han dado una vivienda y ahora conozco a Javi. Quedamos todos los martes por la tarde”.
Iñaki y su familia vivieron la experiencia de mentorización desde el otro lado. Un día recibieron un mail de la asociación SOS Racismo de Gipuzkoa, en la que, entre otras cosas, preguntaban por personas voluntarias a acompañar a familias adas. Iñaki y su pareja, que ya tenían experiencia en proyectos solidarios, no lo dudaron: “Al día siguiente nos llamó Karlos (Ordoñez, miembro de SOS Arrazakeria). En principio la idea era la de acompañar a una familia recién llegada a Euskal Herria durante seis meses”. Poco después conocieron a Alí, Laila y sus cuatro hijos, una familia kurda que huía del horror de Siria. “Venían de pasar tres años en Líbano, entre tanto falleció uno de sus hijos, y de un día para otro se encontraban en Villabona”. Cuatro años después de su primer encuentro siguen manteniendo una estrecha relación. “Es una experiencia de vida muy cañera, en la que nuestros hijos también han tenido la oportunidad de aprender”.
Karim entiende perfectamente la experiencia que supone la mentoría social. Residente de Banyoles (Girona) y nacido en Tetuán (Marruecos), lleva más de 20 años en Cataluña. “Fui mentorado cuando la mentoría no tenía ni nombre y, ahora, aunque de alguna forma también ejerzo la mentoría, me dedico más a pensar en qué tiene que consistir”. Karim lleva años dedicándose profesionalmente al sector de la mentoría y ve de cerca las funciones que cumple y las necesidades que conlleva esta metodología.
Nastya, Medoune, Miren, Ismail, Iñaki y Karim han sido las voces de la experiencia, las verdaderas protagonistas del primer Congreso Estatal de Mentoría Social que durante estos días se ha celebrado en Pamplona y Donostia. Un evento sin precedentes organizado por las Coordinadora de Mentoría Social (CMS) que aúna a más de 19 entidades y proyectos de todo el estado y que tienen como base esta metodología de intervención social consistente en personas que se prestan a crear un vínculo con otras personas en situación de vulnerabilidad: desde jóvenes y adolescentes, mujeres que han sufrido violencia machista, población refugiada, personas internas en prisiones, infancia en situación de vulnerabilidad o personas con discapacidades.
El congreso, que ha acogido a más de 200 personas de diferentes ámbitos de las administraciones públicas y universidades, responsables de programas de entidades sociales, asociaciones feministas, antirracistas y profesionales de la judicatura, se ha celebrado durante tres días en el palacio Baluarte de Pamplona, con una jornada en la sala de actos del Centro Ignacio Mª Barriola de la Universidad del País Vasco (EHU), en el que quedó patente “la visión de la mentoría como una herramienta valiosa de inclusión social, en la medida en que implica a la sociedad”, como destacó Isaac Palencia, director de Juventud de la Diputación Foral de Gipuzkoa. “Se trata de una metodología de la que oiremos hablar cada vez más, y que tiene que tener cada vez más sitio en nuestras politicas, para poder construír una sociedad más justa”, añadió Eneko Goia, alcalde de la capital gipuzkoana, que participó en la apertura de la segunda jornada del congreso.
INICIATIVAS QUE NECESITAN EL APOYO DE LAS ENTIDADES PÚBLICAS
La soledad y la falta de red son las mayores dificultades con las que tienen que hacer frente muchas de las personas que se encuentran en diversas situaciones de vulnerabilidad. Medoune define el momento en el que llegó a Euskal Herria como “difícil”. Y es precisamente en ese momento en el que la mentoría se convierte en un instrumento útil, de inclusión: “Cuando tienes a una persona de aquí que te apoya y está contigo es más fácil conocer a gente, puedes quedar para tomar algo o hacer actividades. Gracias a Miren, a día de hoy me conoce mogollón de gente, hasta los niños del pueblo”. “Esto, de verdad, no tiene precio”, comenta emocionado. Una emoción compartida con su mentora, quien recuerda que desde el primer momento tuvieron “una conexión muy especial”. Hoy en día Medoune es uno más de la gran familia de Miren. “Aunque yo no esté él no está nunca solo, en Oñati y en Arrasate tiene un grupo de amigos muy grande. Y es que se deja querer, es un moñoño, le quiere todo el mundo”.
Programas como Izeba, Pertsonalde o Urretxindorra son algunos de los proyectos de mentoría que existen en País Vasco y Navarra que, como todo proyecto de mentoría, nacen con el objetivo de cubrir una parte muy específica, afectiva y vital de la vida de personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad, y que reivindican la necesidad de todo un conjunto de medidas y políticas que sirvan de red y apoyo a la mentoría: políticas de acceso a la vivienda o al trabajo, por ejemplo, dirigidas a esas personas con mayores dificultades.
Un tema sobre el que se debatió el jueves en la mesa de administraciones celebrada durante el congreso, en la que Patricia Ruiz, Xabier Legarreta y Eunice Romero, responsables de políticas públicas de las comunidades autónomas de la CAV, Navarra y Catalunya respectivamente, hablaron sobre la necesidad y las formas en las que las instituciones públicas pueden promover y apoyar la mentoría social.
“La política y la acción pública se puede hacer de una manera más colectiva”, subrayó Romero, recordando la experiencia de la mentoría en Catalunya, con el programa Català de Refugi, donde la metodología tiene un recorrido más amplio. “La mentoría nos devuelve esa humildad de trabajar en paralelo y en corresponsabilidad con la sociedad. Es un reto para todas y sabernos acompañadas por la Coordinadora de Mentoría Social es muy valioso. Nuestro rol, como entidades públicas, es dar impulso a esas políticas que luchan contra las desigualdades”.
La directora general de Políticas Migratorias del Gobierno de Navarra hizo referencia al año 2018, cuando “empezó un fenómeno de llegada de menores migrantes sin apoyo familiar a Navarra. Aunque lógicamente fueron acogidos, quedó patente que no teníamos preparado un sistema de acogida. En el caso de los menores, además, no teníamos nada contemplado para cuando cumplían los 18 años”. De esa necesidad surgió el proyeco Kideak, un servicio público para jóvenes migrantes sin referencia adulta entre los 18 y los 23 años. “Se trata de un servicio integral”, subrayó Ruiz, “que incluye vivienda, educación, acompañamiento y mentoría social”. Kideak se puso en marcha hace un año, y hoy cuenta con 30 mentorías activas y decenas de talleres de sensibilización. “Como administración tenemos la obligación de poner en marcha políticas que den respuesta a realidades”.
“El acompañamiento de la sociedad civil es fundamental”, añadió Legarreta por su parte, y destacó que el Gobierno Vasco tiene cada vez más programas sociales de integración que buscan esa implicación, como el patrocinio comunitario, “un programa innovador en el que damos la oportunidad a la ciudadanía de participar en el acompañamiento de personas migrantes y en situación de vulnerabilidad”, así como la colaboración con el programa Urretxindorra, programa de mentoría entre niños y niñas de 10 a 14 años de origen inmigrante y en riesgo de exclusión, y estudiantes de universidad o de ciclo formativo superior, organizado por SOS Racismo Gipuzkoa.
SALUD MENTAL Y ACCESO AL TRABAJO, ELEMENTOS CLAVE
Karim lleva muchos años trabajando en proyectos de mentoría social dirigidos principalmente a personas migrantes a través de Social Proyect 4.0, y tiene claro que cuando se establece el contacto “la primera interacción es muy importante”. “Hay que ser conscientes de todo lo que comporta el proceso por el que está pasando esa persona, acompañarla en ese proceso migratorio, en su duelo”. Por eso, dice, la formación de las personas mentoras es primordial. “Mi experiencia con la mentoría es que se puede ver como un instrumento para la prevención en salud mental. Hay un gran número de jóvenes que están sufriento a nivel mental, hay que estar preparados para ayudarles y también para prevenirlo. Y para eso es necesario el acceso a la psiquiatría transcultural, tener psiquiatras preparados”.
Otra de las grandes dificultades que acarrean consecuencias no solo a nivel económico sino también a nivel mental, como afirma Iñaki, es el acceso al mundo laboral. Desde que la familia kurda a la que mentorizan llegó a Villabona, recuerda, han pasado cuatro años, y es ahora cuando el padre de familia ha podido conseguir trabajo. “Te das cuenta de lo difícil que lo tienen, empezando por la vivienda y siguiendo por el tema del papeleo, que es una locura, surrealista e infumable. También el tema de la socialización. Para entrar al mercado laboral hemos tenido que tirar de contactos y tocar muchas puertas”.
Como subrayó Karlos Ordoñez, vicepresidente de la CMS y miembro de SOS Racismo Gipuzkoa en el discurso de clausura del congreso celebrada el viernes en Pamplona, “sola, sin el resto de complementos, la mentoría social es una quimera”. “Pero insisto, aquí estamos y esto somos” añadió. “Y es que la mentoría social, entre otras cosas es eso, un dique frente a la exclusión, un valor que compromete a cada vez más sectores de la sociedad contra la mentira, la xenofobia, el individualismo. La mentoría social es lo contrario a perseguir a personas por su identidad sexual, es escuchar con sinceridad a la juventud desorientada ante tanto becerro de oro y tanta soledad digital, es la mano que junto a otras manos amigas hace un espacio al conocimiento, al valor de cuidar y cuidarnos”. “La mentoría social”, concluyó, “nos hace mejores personas, nos aleja del sectarismo y de la violencia”. l
“Gracias a la mentoría hice relaciones sociales reales, de otro modo hubiera sido muy difícil”
nastya
Mentora social
“Es importante tener en cuenta la salud mental en procesos de mentoría, se necesitan más recursos”
karim sabni
Profesional de la mentoría
“De vivir en la calle
he pasado a tener
una vivienda y a conocer
a Javi, mi mentor”
ismail
Joven mentorado
“Las administraciones tenemos la obligación de hacer políticas que den respuesta a realidades”
patricia ruiz de irizar
Gobierno de Navarra