Clasificaciones mundiales sobre cualquier tema pueden padecer de deficiencias metodológicas por lo que hay que considerarlas con cautela y escepticismo. Por ello, para que tengan credibilidad, hay que revisar su construcción con detenimiento y, sobre todo, que la institución que las produce sea confiable y de reputación.
El Economist Group del Reino Unido, que publica la afamada revista, tiene una división de investigación, la Economist Intelligence Unit (EIU) que publica, entre otros, el “Índice de Democracia Mundial”. Lo construye desde 2006. La finalidad es medir el estado de la democracia centrado en las instituciones políticas y las libertades usando una muestra amplia de países del mundo. Es un promedio ponderado basado en 60 preguntas que se hacen a expertos y utiliza también encuestas de opinión pública. Se evalúan cinco categorías con un sistema de puntaje: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación política y cultura política. Se promedian, y al final se obtiene un score total de 0 a 10 para cada país. Asimismo, ese score permite clasificar a los países en cuatro tipos de regímenes: democracias plenas, democracias defectuosas, regímenes híbridos y los autoritarios.
Dentro de unas cuantas semanas la EUI publicará su Índice de 2022. Por ello, es conveniente recordar algunos datos de la última clasificación de 2021. El índice tiene 167 países. Del total, sólo el 12.6% son democracias plenas y 35.3% son regímenes autoritarios. El restante 52.1% se reparte entre democracias defectuosas y regímenes híbridos. En el total, mostrando el score en paréntesis, los cinco primeros lugares corresponden a Noruega (9.75), Nueva Zelanda (9.37), Finlandia (9.27), Suecia (9.26) e Islandia (9.18). México clasificó en el sitio 86 con una calificación de 5.57. Entre los 24 latinoamericanos, hay 16 con un score por arriba del de nuestro país.
En 2010 México alcanzó su puntuación máxima de 6.93 y desde entonces ha venido descendiendo año con año. Pero el peor resultado es que por primera vez la clasificación por régimen cambió, pues pasó de una democracia defectuosa a un régimen híbrido. La metodología define a estos últimos sistemas como aquéllos con fraudes electorales regulares, gobiernos que ejercen presiones sobre la oposición política, corrupción extendida, presiones y acoso a los medios, y un anémico estado de derecho como los principales rasgos.
Los cinco componentes del Índice para México muestran este puntaje (en paréntesis): proceso electoral y pluralismo (6.92), libertades civiles (5.59), funcionamiento del gobierno (5.00), participación política (7.22) y cultura política (3.13).
No son buenas noticias para el desarrollo de la democracia mexicana y mucho menos para las elecciones de 2024. El Índice de la EIU refleja lo que México ha padecido en forma acentuada en los últimos años: un creciente autoritarismo, amplia destrucción institucional, mayor debilitamiento del estado de derecho y fracaso para erradicar la corrupción. Puede preverse que el puntaje correspondiente a 2022 seguirá en declive. No hay ningún indicio para que sea diferente, sobre todo con el Plan B.
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