En 1959 publicaba Norman Mailer Advertisement for Myself (Publicidad para mí mismo), una recopilación de escritos previos en el que intentaba, según confesó años más tarde, “separar mi bilis espiritual de mi autocompasión y tal vez fuera aquella la tarea continua más difícil que me he propuesto hasta ahora”.
Manifestaba en una de las piezas de ese mismo volumen que “el fin último del arte es intensificar, incluso, si es necesario, exacerbar la conciencia moral de las personas” llegando a calificar al género novelístico como el “más moral de las formas de arte porque es el más inmediato, el más autoritario, por así decirlo.”
Al revisitar ahora el impresionante corpus literario de Mailer —trece novelas, dos obras teatrales y otros tantos poemarios, más de una decena de biografías, centenares de artículos y ensayos, y unas cuarenta mil cartas— en el centenario de su nacimiento, me planteo si las dos aseveraciones recuperadas sintetizan no solo su obra, sino también su vida. Siendo la nómina de autores norteamericanos que vivieron vidas tan turbulentas como novelescas —nunca mejor dicho— impresionante, la de Norman Mailer ocupará un lugar distinguido en el pelotón de cabeza.
Parte de guerra
Para empezar, el escritor no solo apuñaló a su segunda esposa, sino que se presentó a la alcaldía de Nueva York —también se planteó presentarse a la presidencia de la nación—; le puso un ojo morado a Gore Vidal; fue arrestado por conducta indecente y por manifestarse contra la guerra de Vietnam; se casó en seis ocasiones —tuvo nueve hijos—, aunque en algún caso su matrimonio apenas si duró unos días y boxeó con John Updike en plena calle.
Sí, Norman Mailer fue, sin duda, el indiscutible verso libre de la contracultura norteamericana tanto por el ácido contenido de sus ensayos como por la extravagancia de sus manifestaciones, como cuando confesó a Robert Lowell que “algunos días se consideraba el mejor escritor norteamericano” avivando su imagen de ególatra —lo cierto es que se trataba de una ironía más, en respuesta a la apreciación de Lowell con motivo de la presentación de Los ejércitos de la noche, en la que calificó a Mailer como “el más aventajado periodista norteamericano”.
En cualquier caso, se trató de un autor siempre listo para llevar a cabo actuaciones próximas al esperpento. Justificó su decisión de presentarse a las primarias demócratas para la alcaldía de Nueva York —quedó el cuarto de cinco aspirantes— porque Gore Vidal se había presentado al Congreso de los Estados Unidos.
El provocador
Reputado polemista, no perdía ocasión de enfrentarse al feminismo de la denominada “segunda ola” en la década de los 60, publicando obras como Prisionero del sexo (1971) en respuesta a Sexual Politics (1970), de Kate Millett. En este ámbito, su más controvertida frase la pronunció en una televisiva conversación con Orson Welles al afirmar, no sin cierta ironía, que “todas las mujeres deberían estar enjauladas”, dilatando su establecida reputación de escritor misógino y machista.
Su familia materna, judía de origen lituano, llegó a Estados Unidos a finales del siglo XIX y se asentó en Nueva York. Las mafias irlandesas hostigaron el negocio de prensa que adquirió y se mudaron a New Jersey para regentar un pequeño hotel, en el que Fanny, la madre, se enamoró del joven contable, también judío y de origen sudafricano, Barney Mailer.
El futuro doble ganador del Pulitzer nació el 31 de enero de 1923 en Long Branch, Nueva Jersey, pero, como el padre no había solicitado la ciudadanía norteamericana al casarse —la obtuvo en 1926—, el recién nacido era legalmente ciudadano británico y no estadounidense. Escogieron el nombre de Nachem Malech en recuerdo de un hermano de la abuela.
La inteligencia del muchacho era tal que con tan solo dieciséis años ingresó en la Universidad de Harvard, donde obtendría el título de ingeniero aeronáutico, aunque su interés por la literatura ya resultaba patente en aquella época, al escoger un curso de “literatura creativa” como asignatura opcional. Siendo estudiante universitario participó y ganó el concurso literario auspiciado por una incipiente y reconocida publicación de relatos, Story, donde también publicarían sus primeros cuentos autores como J. D. Salinger, Carson McCullers o Charles Bukowski.
[Norman Mailer y el misterio de la escritura]
Su precocidad traspasó el terreno intelectual y también afectó al ámbito amoroso. Ante la negativa de su familia y de la de su amor juvenil, Bea, la joven pareja decidió fugarse y casarse cuando Mailer ni siquiera había cumplido veinte años, pero sus continuas infidelidades, recurrentes en su vida, desembocaron en el divorcio y posterior matrimonio con su amante, Adele Morales. Fue precisamente Adele la protagonista del episodio más escabroso de la vida de Mailer.
En la fiesta donde comunicó su intención de presentarse a la alcaldía de Nueva York, el aspirante reunió a un nutrido y variopinto grupo de invitados, desde Allen Ginsberg hasta vagabundos “sin techo” que recogió de la calle (el Aga Khan declinó la invitación). La fiesta derivó en peleas y altercados de todo tipo y Mailer, con bastante más alcohol del recomendable, apuñaló a su esposa con un abrecartas.
Adele salvó milagrosamente la vida y no cursó denuncia alguna, pensando en los dos hijos del matrimonio. Diagnosticado con tendencias suicidas y homicidas, el escritor estuvo a punto de ser internado en un centro psiquiátrico, lo que para él hubiese supuesto la condena más inmisericorde, pues si así sucedía, su producción artística sería considerada como la de un trastornado. Finalmente la sentencia fue de tres años en libertad condicional.
Objetor fracasado y escritor
Tras divorciarse de Adele, llegarían a su vida Jeanne, Beverly, y Carol, con quienes contrajo matrimonios de efímera duración, como ya se ha comentado, hasta que en una firma de libros conoció a la también novelista Barbara Davis, con quien contrajo su sexto matrimonio y con quien compartió el resto de vida hasta la muerte.
Regresemos a su primera esposa, Bea. Estar casado no fue motivo suficiente para librarse del enrolamiento bélico para la II Guerra Mundial, como tampoco lo fue “estar escribiendo la gran novela americana”, como argumentó en su solicitud de objeción de conciencia. Fue destinado al Pacífico y participó en misiones de fuego real. Finalizada la guerra, formó parte de las tropas acantonadas en Japón.
Tras licenciarse, regresó a Estados Unidos para escribir una novela narrando sus experiencias bélicas, obligándose a escribir veinticinco páginas semanales. Para un joven de veinticinco años como él, el París de posguerra era el lugar donde se habían refugiado, huyendo de todo tipo de convencionalismos, quienes eran sus referentes literarios: Ernest Hemingway, John Dos Passos, Francis Scott Fitzgerald, Stephen Crane… todos ellos autores a los que admiraba, como James Joyce, a quien había leído y estudiado en Harvard, así que se mudó a París tras terminar y entregar al editor su novela.
Heredero de Tolstói
The Naked and the Dead, Los desnudos y los muertos, en referencia a que los soldados se enfrentan desnudos a la muerte, fue un inmediato éxito editorial, llegando a permanecer durante sesenta y dos semanas en la lista de The New York Times de novelas más vendidas. La crítica ha considerado de forma unánime esta obra como la más lograda en toda su creación artística.
En ella se narra la historia de un pelotón de soldados americanos que deben expulsar a los japoneses de Anopopei, ficticia isla del Pacífico. Mailer, según confesó, se inspiró en Ana Karenina, de Tolstói (“Un Tolstói vale más que 10.000 buenos autores”, afirmó); la trama surgía de forma tan natural y fluida que al concluir estaba convencido de haber escrito la mejor novela de contenido bélico desde Guerra y Paz.
Más allá de tratar temas variopintos, desde la deshumanización de la guerra hasta los significados del poder pasando por la solidaridad o la homosexualidad, en Mailer es especialmente interesante la creación de tipos singulares como el despiadado Sam Croft, personaje literario a la altura de Yossarian en Trampa 22, de Joseph Heller; Zizendorf en El caníbal, de John Hawkes, o Billy en Matadero Cinco de Vonnegut.
Cuando, poco después de publicar la novela, Mailer regresó a los Estados Unidos era uno de los escritores más populares y conocidos pese a ser autor de una única novela. En ocasiones, y esta fue una de ellas, los jóvenes encajan el éxito con no pocas dificultades. Los Mailer se asentaron en Hollywood y las drogas y el alcohol comenzaron a formar parte de su rutina diaria. Será tras la publicación de su polémico The White Negro (1957), cuestionando el liberalismo de Eisenhower y respondido tanto por Allen Ginsberg como por James Baldwin, cuando se establece definitivamente su reputación de enfant terrible en la intelectualidad norteamericana.
Su corpus literario nos ha legado mucho más que las ya mencionadas Los desnudos y los muertos o Los ejércitos de la noche, esta última merecedora del Pulitzer en 1968 en la categoría de No Ficción. Títulos como Un sueño americano (1965); ¿Por qué fuimos a Vietnam? (1967); o La canción del verdugo (1980), que le supuso su segundo Pulitzer, ahora en la categoría de ficción –se impuso a Philip Roth con La visita al maestro–.
Son auténticas delicias literarias en las que el compromiso social de su autor se expone con la crueldad propia de los temas tratados: en la primera, el protagonista Stephen Rojack, epítome del sueño americano, sufre una profunda crisis existencial; la segunda narra las peripecias de un padre y su joven hijo tratando de cazar un oso en Alaska como metáfora de las acciones americanas en Vietnam; en la última se plantea la (in)moralidad de la pena de muerte. También fue autor de numerosas biografías entre las que destacan las de Marilyn Monroe, Mohamed Alí, Lee Harvey Oswald, y Pablo Picasso.
Murió el 10 de noviembre de 2007, a los ochenta y cuatro años, a causa de un fallo renal, y fue enterrado en el cementerio de Provincetown, Massachusetts. The New York Times destacó en su necrológica que “pertenecía a la vieja escuela literaria para quienes escribir novelas era una tarea heroica realizada por personajes heroicos con egos al mismo nivel”.
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