El rostro más feroz de la vida durante el poschavismo
María Elena Morán publica una novela de enorme envergadura literaria sobre la inmigración venezolana
“Volver a cuando” – María Elena Morán
★★★★★
Por Diego Gándara
Los verdaderos viajes, suele decirse, solo comienzan cuando se acaban los caminos. Mucho más cuando los caminos tienen que ver con los sueños, las esperanzas y las utopías, personales o colectivas. En ese sentido, el viaje de Nina, la protagonista de «Volver a cuándo», de la escritora venezolana María Elena Morán y recién galardonada con el Premio de Novela Café Gijón, comienza cuando los caminos de la revolución bolivariana en la que creyó parecen haberse terminado. Entonces, Nina, como muchos compatriotas, se marcha de Venezuela y empieza su verdadero viaje. Dividida en cuatro partes, escritas con una riqueza verbal que combina una prosa oral con un léxico variado y colorido, «Volver a cuándo» es una novela tenaz, de ritmo persistente, que hunde sus manos en la emigración de miles de venezolanos que se van de su país, atraviesan fronteras a pie y terminan en cualquier punto de América Latina. En este caso es Brasil, adonde Nina llega después de haber dejado en Venezuela a su única hija, Elisa, bajo el cuidado de su madre, Graciela. Pero la historia que cuenta María Elena Morán no se ciñe solo a los vaivenes de la inmigración y a la dureza de la travesía, sino que expresa una cara feroz: la vida durante el poschavismo y los sueños y las esperanzas que no prosperaron, así como también los fracasos de algo que, con los años, acabó convirtiéndose en una pesadilla.
Víctimas de la revolución
No es extraño, en ese sentido, que la obra presente a un personaje como Camilo, ex marido de Nina y padre de Elisa, un hombre que también creyó en la revolución bolivariana y que acaba siendo una víctima más de aquello en lo que creyó con los ojos cerrados. «Volver a cuándo» es un libro de primer nivel que, más allá del tema que trata, y de lo bien que lo trata, con una mirada crítica pero no condenatoria, respira todo el tiempo literatura. Porque la historia que cuenta, al fin y al cabo, no es más que la historia de los otros, la historia de muchos que, en esta novela viva y vivaz, se vuelve una historia unánime.
Lo mejor: el dominio que tiene la autora de los tiempos narrativos y las voces múltiples
Lo peor: la verdad es que la novela no tiene ni un solo fallo ni en su estructura ni en su trama
Un refugio en Jerusalén para los judíos huidos de Berlín
Durante un tiempo, Jerusalén fue el lugar de encuentro de quienes escaparon del nazismo, lo que nos recuerda Thomas Sparr en este libro
“Grunewald en Oriente. La Jerusalén germanojudía” – Thomas Sparr
★★★★
Por Toni Montesinos
Un barrio de Jerusalén, Rehavia (la Llanura de Dios), desde 1933 hasta la posguerra, es el centro de este libro del editor Thomas Sparr (Hamburgo, 1956); la ciudad la conoce bien, pues a finales de los 80 trabajó en la Universidad Hebrea. Pero, por decirlo así, lo que vio en ese territorio fue su pasado, al fijarse en detalles que le hacían recordar lo que había aprendido del lugar desde el punto de vista de sus costumbres y acontecimientos históricos. De tal modo que «Grunewald en Oriente. La Jerusalén germanojudía» (traducción de Carlos Fortea) es el estudio de este barrio de Rehavia que hacia 1920 devino un lugar de refugio, por ejemplo, de intelectuales que escapaban de la intimidación nazi.
Sparr habla en especial de los yekkes, esto es, los judíos de origen germanoparlante, en su mayoría procedentes de Berlín. Todo el mundo allí se referiría a Rehavia como el Grunewald de Oriente «por el distinguido barrio de la zona oeste de Berlín que revivía a su manera al oeste de Jerusalén». Se trataría de unos kilómetros cuadrados cuyo testimonio tenemos mediante libros, cartas o cuadros de diferentes artistas que el autor ha examinado. Esto le lleva a urdir una serie de «caminos y encrucijadas» que vivieron personajes como la poetisa alemana Else Lasker-Schüler, el filólogo e historiador israelí Gershom Scholem, el erudito y bibliotecario germano-israelí Werner Kraft o la poetisa judía de origen polaco Mascha Kaléko.
Lo mejor: la forma en la que la historia de un barrio se muestra a través de las biografías de sus habitantes
Lo peor: el libro requiere un lector muy específico interesado en el sionismo y la vida israelí
El día que descubrí que mi abuelo fue un escolta de Stalin
Más recuerdos sobre el terrible pasado soviético, en este caso, escritas por un periodista residente en Nueva York de padres rusos
“Jóvenes héroes de la Unión Soviética” – Alex Halberstadt
★★★★
Por Toni Montesinos
Se suceden de continuo los libros que buscan bucear en el pasado propio o familiar concerniente al martirio que significó habitar la Unión Soviética durante décadas. Poco tiempo atrás nos llegó «Un montón de migajas», en el que Elena Gorokhova desarrollaba una suerte de autobiografía marcada por el deseo de alcanzar otros desafíos lejos del territorio ruso y por la figura de su madre, una «superviviente de la hambruna, del terror de Stalin y de la Gran Guerra Patriótica». Por otro lado, es también muy reciente «En memoria de la memoria», de Maria Stepanova, quien escribía sobre sí misma y examinaba el pasado ruso en torno a su familia judía, igualmente, bajo la presión estalinista; lo hacía sin sentimentalismo, más bien eso la llevaba a pensar en cómo otros literatos pudieron sobrevivir a diferentes horrores. En dicha línea podemos colocar «Jóvenes héroes de la Unión Soviética» (traducción de Jon Bilbao), del periodista Alex Halberstadt. Cuenta el nacimiento y desapego de alguien cuya vida, también, está influida hasta el extremo por sus progenitores. En su caso, por la ausencia de un padre que se quedó en la URSS mientras él, a los 9 años, marcha con su madre y abuelos a Nueva York. Más adelante volvería a su país para explicarse «ciertas experiencias desconcertantes compartidas por las tres últimas generaciones de mi familia», todas proclives «a una sensación de peligro».
Dolor tragicómico
Es como abrir la caja de Pandora. Indagar en todo ello le hará descubrir cosas tan asombrosas como que su abuelo fue oficial del KGB y guardaespaldas personal de Stalin. Pero sobre todo es la crónica de sentir dos culturas, una agradable y otra que quiere mirarse con desdén. Un libro que busca, con dolor tragicómico, entender la renuncia a la paternidad de su progenitor, las propias pesadillas o el miedo heredado.
Lo mejor: la forma tan conmovedora en la que el autor quiere recuperar la relación rota con su padre
Lo peor: quizá se demora en detalles personales del protagonista sin demasiada trascendencia
Una imagen (post mortem) vale más que mil palabras
Miguel Ángel Hernández reflexiona en esta obra sobre la memoria, su permanencia y la presencia de la muerte en la vida cotidiana
“Anoxia” – Miguel Ángel Hernández
★★★★
Por Jesús Ferrer
En algunas culturas ancestrales se tiene la creencia de que al fotografiar a una persona se le roba el alma; interpretan así que el poder de la imagen absorbe las vivencias del individuo, penetrando en sus secretos y revelando su acaso escondida identidad. Y, por otro lado, existe en ciertas sociedades la tradición de fotografiar a los muertos en el velatorio como último recuerdo de su paso por este mundo. Con dichos referentes Miguel Ángel Hernández –quien nos deslumbrara con su excelente novela «El dolor de los demás» (2018)– publica «Anoxia», donde encontramos a la propietaria de un estudio fotográfico que, de la mano de un extravagante anciano, se irá adentrando en el morboso mundo de la fotografía post mortem.
Instalados estos personajes en un amenazante entorno de corte apocalíptico, se obsesionarán por captar el preciso momento de la muerte; textualmente: «La expiración, el propio morir condensado en una imagen». Piensan que así detienen el tiempo, fijan la realidad en una decisiva instantánea con pretensiones de eternidad. La trama es aquí un pretexto para reflexionar sobre la importancia de la imagen en la permanencia de la memoria, la presencia de los muertos en la cotidianidad de los vivos, la fugacidad de la existencia y los misterios que anidan en familiares historias del pasado.
Destaca en esta novela la calidad de su cuidada prosa, la ejemplar simbiosis entre narración y ensayo, el enigmático tono del relato y la bien conformada psicología de los protagonistas. Una obra del máximo interés.
Lo mejor: la eficaz reflexión existencial que realiza el autor sobre el momento de la muerte
Lo peor: nada reseñable al respecto, es una novela de conseguida pretensión intelectual