El libro no es una conferencia magistral. Tampoco está escrito en lenguaje de documental. Tiene rigurosidad científica pero también referencias a la cultura popular, a la música metalera y al pop, al mundo del cine y del animé. Una gira por el sistema solar, el primer libro de Patricio Zain, doctor en Astronomía de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), recientemente publicado por el sello editorial Aguilar, propone, de una manera sencilla y práctica, acercar la astronomía al gran público con la información actualizada en base a todo lo que las misiones espaciales permiten hoy conocer. Es una invitación fascinante e inquietante a la vez para comprender cómo se creó la vida y qué le depara el futuro a la Tierra.
“No me gusta el concepto de la divulgación del tipo documental en el que el científico es como una eminencia superior que viene a revelar la verdad de la ciencia”, dice sin vueltas Zain -nació en CABA y tiene 35 años-, durante la entrevista con Infobae Leamos, mientras tranquiliza a sus dos gatos juguetones con los que convive en La Plata. “No me gusta hablar de ciencia en esos términos. Lo que cuento es cómo entendemos el sistema solar hoy y lo hago como si estuviera en una juntada, en una fiesta con amigos”.
Una gira por el sistema solar Planetas, asteroides y exploración espacial: desde Mercurio hasta la nube de Oort, -así su nombre completo- invita a un viaje alucinante de 250 páginas para adentrarse en los mundos de Mercurio, Venus y Marte, los planetas gigantes Júpiter y Saturno, la familia diversa de satélites, los planetas helados Urano y Neptuno, el cinturón de asteroides, el Sol, los meteoritos, los cometas, los agujeros negros y más.
Una gira… también responde a interrogantes sorprendentes y escalofriantes como, por ejemplo, ¿qué pasa si un asteroide impacta en la Tierra? ¿es automáticamente el apocalipsis? ¿todos moriremos? En tono irónico y algo ¿tranquilizador?, Zain plantea diversos escenarios, distancias, tamaños y otras cuestiones. Finalmente, con algo de sarcasmo en el libro concluye: “La probabilidad es un concepto de la estadística, y la estadística es atrevida y traicionera, y no es garantía de nada. Toda probabilidad, por más baja que sea, se convierte en una certeza con el largo paso del tiempo. Seguramente, en algún momento un asteroide va a impactar y provocar una catástrofe. El tema es cuándo. ¿La semana que viene? Puede ser. ¿Dentro de diez años? Vamos viendo. ¿Dentro de quinientos años? Dale, avisame”.
Para hacer más liviano aún el tema, Zain ofrece un extenso glosario sobre los términos cósmicos: explica desde qué es un afelio (el punto más alejado al Sol de la órbita de un cuerpo celeste), una estrella, la gravedad o la radiación cósmica, hasta la Nube de Oort, a la que define como una estructura con forma esférica, formada por cometas que rodea y limita al sistema solar del medio interestelar.
Entre la explicación de ionización y antes de meterse con la línea de hielo, en el catálogo de palabras aparece Lady Gaga -sí, la cantante, compositora, productora musical, bailarina y pianista estadounidense, que en 2013 lanzó su hit Venus– y a continuación: “lo más grande de este mundo”. La música, básicamente el metal y el pop, recorren todo el libro. Así menciona a Taylor Swift, a las Spice Girls, a Rob Halford, el cantante de Judas Priest, entre otros. También hace referencia al cine, entre otras, a las películas Don’t look up y The Martian.
Hasta las notas al pie hacen muy llevadera la lectura y despiertan alguna que otra carcajada. La primera es desopilante: hace referencia a que la Luna tiene la gran particularidad de ser el único planeta que fue visitado por astronautas en seis ocasiones, por medio del programa Apolo de la NASA. Y al pie de la página dice: “1. Si sos un conspiracionista que niega la llegada de la humanidad a la Luna, te detesto”.
En 2008, ingresó a la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas (FCAG) de la UNLP, una de las tres universidades del país, junto con la de San Juan y Córdoba, en las que se dicta la carrera de Astronomía. Se recibió en 2016 y ese año inició su doctorado que terminó en 2021. Es el hijo menor del periodista y escritor Jorge Asís y de la novelista Mirta Hortas, quien falleció en noviembre pasado.
Antes de iniciar el recorrido cósmico, Zain despliega cualidades standaperas y escribe un gracioso prólogo que arranca diciendo que la gente reacciona de las maneras más diversas cuando dice que es astrónomo.
-¿Qué te dicen?, ¿qué te preguntan?
-Me confunden con la gastronomía, la astrología, me preguntan por su horóscopo y también qué sé de los extraterrestres. Algunas veces incluso tuve que aclarar que no soy astronauta, así que no voy a ir a la Luna en el próximo viaje.
-Es que sabemos poco del sistema solar…
-La verdad es que, en general, el conocimiento que la gente tiene del sistema solar es bastante antiguo: hay planetas que tienen satélites, cada tanto pasa un cometa y está Plutón que en un momento era un planeta, pero después dejó de serlo. Por eso, el libro propone salir del terreno conocido y ofrecer un pantallazo de todo lo que hay en cada uno de estos mundos. Hoy tenemos una cierta noción, ideas en base a las misiones espaciales, pero hay otros estudios que contradicen todo. Están en constante cambio y en constante discusión. Hay un montón de lagunas en el conocimiento. Yo con el libro no estoy contando ninguna verdad revelada.
– ¿Cómo surgió la idea del libro?
-Básicamente de lo que fue toda mi actividad de divulgación de la astronomía y de la ciencia en redes sociales. Me formé en la Universidad de La Plata, esa fue mi fábrica, pero la verdad es que como personaje, por decirlo de una manera, salí de las redes, principalmente de Twitter donde tengo cerca de 19.000 seguidores. Mi cuenta de Twitter es un quilombo: capaz que hago un hilo de algo astronomía, después algo sobre Lady Gaga, después algo sobre cultura gay, después algo de política, o sea, como el libro, que es un poco una mezcla de todas esas cosas.
-En los últimos años te empezaron a llamar de distintas radios y canales de televisión del país para hablar del descubrimiento de asteroides y esas cuestiones. ¿Cómo te sentís hablándoles a las audiencias?
-Lo más relevante me pasó en la pandemia, en 2020 estábamos todos encerrados viendo qué hacer de nuestras vidas para mantener la salud mental y me pintó hacer videos; en principio para Twitter y después para mi canal de Youtube. Y en esos videos, el tono y el formato es muy similar al que utilizo en la presentación de los temas en mi libro.
Zain explica en el libro que la astronomía es la ciencia que estudia los astros que componen el universo, que no es solo una descripción, sino que además es un estudio exhaustivo de los fenómenos que ocurren, así como la formación, evolución e interacciones entre los distintos astros que lo componen. Escribe: “La idea popular que la gente puede tener de un astrónomo es la de un señor con guardapolvo colgado del ocular del telescopio. Eso es una fuente de grandes decepciones: hay astrónomos que no utilizan telescopios. Y yo soy uno de ellos”. Y se define como un “bicho computacional”.
-En tu libro comparás el trabajo de la astronomía con el trabajo de un detective que estudia la escena del crimen ¿cómo es eso?
-En la astronomía vemos el sistema solar tal cual está hoy: tenemos los planetas, cuerpos menores, que son los asteroides y los cometas desparramados por ahí. Entonces, la idea es mirar bien de cerca todo lo que hay, intentar formular qué es lo que pasó. A diferencia de otras ramas de la ciencia, en la astronomía no se puede hacer un experimento en el laboratorio, no se puede formar un planeta en un laboratorio, entonces se hacen experimentos numéricos con computadoras. En mi caso particular, mi doctorado consistió en hacer chocar asteroides, yo lo defino así: trabajé en un programa al cual le metí ciertas leyes físicas, estadísticas, probabilidades de colisión, velocidades, etc. Hoy en día, la computación es una gran aliada de la astronomía.
-Renegás bastante en el libro por el tratamiento de las noticias sobre astronomía que hacen los medios ¿qué errores encontrás?
-Siempre aparecen títulos de noticias, no me estoy refiriendo a cosas sensacionalistas ni apocalípticas, pero sí por ejemplo que se encontró tal cosa en Marte o un cometa enorme o el descubrimiento en altas cantidades de una sustancia llamada “fosfina” en la atmósfera de Venus, que es un gas que está presente en bajas cantidades en la atmósfera de la Tierra. Muchas de las entrevistas que me hacen en radios y demás es justamente para comentar estas noticias. El tema es que muchas veces la información se entiende mal o tiene errores y se copia y pega tal cual, y se desparrama así, contaminada, absolutamente en todo el planeta.
-Remarcás en el libro que conocer más sobre el origen de Marte o Venus nos posibilita conocer cómo surgió y qué le depara el futuro a nuestro planeta.
-Sí, ése es uno de los puntos fundamentales de mi libro. Durante casi toda la historia de la humanidad el planeta Tierra era el único mundo que se conocía. Y eso empezó a cambiar en las últimas décadas, cuando se empezaron a mandar misiones espaciales hacia los distintos rincones del sistema solar, hasta Plutón y más allá todavía. Entonces, si solamente conocemos la Tierra, no entendemos realmente por qué tenemos un montón de cuestiones de la atmósfera, de la vida, del origen del agua. Hay muchísima agua en el sistema solar y la ventaja es que en la Tierra la tenemos en estado líquido y sobre la superficie. Eso también hay que entender: qué es lo que nos hace especial. Cuando vemos que en algún momento de su historia Marte tuvo un montón de agua en estado líquido bajo la superficie y sobre la superficie y de alguna manera la perdió; que Venus también podría haber sido un planeta parecido a la Tierra y se convirtió en un infierno. Hay otros mundos, como por ejemplo satélites de Saturno como Titán, que encontramos muy parecidos a cómo era la Tierra.
-¿Cómo repercute todo ese conocimiento obtenido?
-Repercute directamente en cómo entendemos nuestro propio planeta. Y esto es un mensaje también para los que son los detractores de la exploración espacial. Siempre hay un denso, sobre todo en Twitter, que dice que con los millones que sale una misión se podría terminar con el hambre en África y eso es una falacia tremenda. Ese conocimiento directa e indirectamente sirve para comprender y contextualizar mejor a nuestro planeta y ni hablar de todo el desarrollo tecnológico que implica una misión espacial.
-¿Cómo ves la inversión en investigación astronómica en la Argentina?
-En Argentina la astronomía es prácticamente conicetera y, obviamente, por ahora estamos muy lejos de mandar una misión a Marte o algún otro planeta; mandar cohetes sí. De hecho, Argentina tuvo un astronauta, hace más de 50 años, un ratoncito llamado Belisario. Ahí hay una historia muy linda para contar.
-¿Podría ser material para tu segundo libro?
-A ver…como lo definió Carl Sagan, el sistema solar es una porción muy chiquita del cosmos y obviamente el universo va mucho más allá del sistema solar. Hay mucho para contar todavía.
-Para ir cerrando ¿qué sabés sobre la venta de terrenos en Marte?
-(Risas) Mirá, Elon Musk es un empresario que tiene muchísima plata y lo que es inevitable es que, en algún momento, se va a mandar gente a Marte. En principio, lo que se está haciendo ahora con las misiones, Artemis, de la NASA, es tener una presencia permanente en la Luna. Eventualmente se va a llegar a Marte, sucede que mandar robots ya es algo más o menos aceitado, pero mandar personas es una gran complicación.
-¿Cuándo podría pasar eso?
-Siempre dicen que será la próxima década. El tema es que justamente es muchísimo más complicado mandar personas a Marte, fundamentalmente por la distancia: a la Luna en un par de días se llega, pero a Marte se necesitan varios meses, hay que estar como un año ahí para después poder volver más tarde. Ya el tiempo de viaje es una complicación y además hay que mandar una nave con recursos, agua, oxígeno, alimentos, música de Lady Gaga, etcétera.
Está claro que es muy probable que en Marte haya existido vida en el pasado, y que es muy poco factible que exista vida hoy. No obstante, es casi una certeza que en el futuro habrá vida en Marte: la vida humana. Es inminente, sea en una o en varias décadas, si no nos limpia un apocalipsis antes. En cierto sentido, las decenas de sondas que se enviaron a Marte en los últimos años fueron una construcción progresiva que en algún momento culminará con astronautas caminando por su superficie. La idea de una misión tripulada a Marte está latente hace décadas, más aún desde el éxito de las misiones Apolo de la NASA que llevaron astronautas a caminar sobre la superficie lunar. Es el siguiente paso esperable que hasta ahora nadie dio. Ese evento parece no llegar nunca y hay varios motivos.
La finalización de la carrera espacial y la caída de la Unión Soviética hicieron que se pierda el interés. En 1961, John F. Kennedy no dijo en su discurso presidencial ante el congreso de los Estados Unidos que los estadounidenses iban a pisar la Luna en menos de una década porque les fascinaba el sistema solar. Fue todo geopolítica, un símbolo de la lucha entre capitalismo y comunismo que le llevó a inyectar todo el dinero de los impuestos a la exploración espacial. Básicamente usaron a la Luna para medírsela. Sin un adversario comunista para competir, ya no había incentivo alguno para ir corriendo con astronautas a otro planeta.
En cambio, durante las siguientes décadas la NASA y las demás agencias espaciales priorizaron el envío de sondas para explorar los distintos rincones del sistema solar, que por supuesto es justamente lo que celebramos en este libro.
Hoy en día podemos decir que estamos en una nueva carrera espacial, en la que los distintos competidores ya no son solo naciones ni ideologías políticas, sino que se suman como nuevos actores los empresarios multimillonarios y excéntricos como Elon Musk y Jeff Bezos. Es más, Elon Musk asegura hace años tener un plan para llevar humanos a Marte a fines de esta década.
Como es de esperar, la complejidad de mandar personas a la Luna no es nada en comparación con lo que es enviarlas a Marte. Ya no es dar un pequeño paso, es dar un salto gigantesco. Hay una gran distinción para tener en cuenta: hoy en día hacer llegar robots a Marte es algo relativamente simple. Hay que lanzar la nave en una posición orbital adecuada, y en pocos meses ya tenemos un instrumento circulando por la superficie marciana. En cambio, transportar personas trae consigo un sinfín de complicaciones y riesgos. La primera es la masa, lo que incrementa enormemente los costos de cualquier misión espacial. Todo lo que se pretende enviar a Marte requiere indefectiblemente salir de nuestro planeta, y cuanto más masivo es el paquete, más grandes tienen que ser el cohete y la cantidad de combustible que necesitan para ello. En el caso de una sonda robot es relativamente sencillo, uno manda la nave con todos sus instrumentos y ya. Pero si uno pretende enviar humanos, el paquete además incluye comida, agua y oxígeno para varios meses, sumado al mobiliario, elementos de uso cotidiano, espacio personal, discos de Lady Gaga y demás. Esta dificultad podría sortearse haciendo una construcción del estilo de la Estación Espacial Internacional, a la que se la ensamblaría de a poco en órbita terrestre por medio de la unión de distintos módulos. Por otro lado, toda la infraestructura necesaria para la vida en Marte no se enviaría junto con los astronautas, sino que se montaría previamente por medio de una serie de misiones no tripuladas. En este sentido, habrá avances significativos en los próximos años ante la inminencia del programa Artemis liderado por la NASA, que volverá a mandar astronautas a la Luna con el objetivo de establecer una base humana permanente en nuestro satélite. Este será el primer paso obvio para luego enviar astronautas a Marte.
Esto da lugar a la segunda complicación: el tiempo de viaje y el aislamiento. Los astronautas estarán en principio meses encerrados en una nave, que seguramente no vaya a tener las comodidades del Halcón Milenario de Han Solo, o el Rocinante de James Holden. Al contrario, posiblemente se encuentren en un estado de hacinamiento. O peor aún: en caso de que la misión deba ser abortada debido a cualquier eventualidad y la nave deba regresar a la Tierra, pueden pasar años hasta que los astronautas lleguen a nuestro planeta. Es decir que la gente que se envíe debe estar mentalmente preparada para sobrevivir al aislamiento en el espacio y con las mismas personas durante mucho tiempo. Luego, una vez que los astronautas aterricen en Marte, van a tener que quedarse allí por lo menos un año, que es el tiempo que tardan las órbitas de Marte y la Tierra en volver a acercarse.
Eso sería un problema para un Jack Torrance en versión astronauta, ya que no pudo pasar ni un invierno aislado en el Hotel Overlook que intentó asesinar a su familia a hachazos. Por eso, el proceso de selección de astronautas debería ser lo suficientemente cuidadoso para incluir toda una serie de pericias psicológicas y psiquiátricas para asegurarse de no mandar un Jack Torrance al espacio. El aislamiento también se manifiesta en lo lentas que pueden volverse las comunicaciones con la Tierra, debido a que la velocidad de la luz es finita. Un intercambio tan simple como un “hola, ¿qué tal?”, “todo bien, ¿y vos?” puede llegar a tardar hasta 40 minutos. Esto en sí no sería muy diferente al chongo que te enloquece, pero no te da bola y te contesta los mensajes dos días después. El asunto es cuando el intercambio en cuestión trata sobre una emergencia o un asunto de vida o muerte, por lo que la tripulación estaría realmente en la suya.
Ahora vamos al punto fundamental: vivir en Marte. Para esto no hay mucho para decir que no haya sido retratado en la película The Martian. Por si alguien no la vio, es esa en la que se olvidan a Matt Damon en Marte y tiene que arreglárselas para sobrevivir durante algunos años. Las condiciones de vida en el peor lugar de la Tierra van a ser infinitamente mejores que lo que van a vivir los primeros astronautas en Marte, aunque eso es parte del encanto de la aventura que emprenderán. Allí la vida cotidiana transcurriría en domos cerrados, al resguardo de la radiación solar y cósmica asesina. Los astronautas no podrán salir a pasear por Marte a su antojo, lo que sería una lástima. Las salidas al exterior deberían realizarse con trajes protectores especiales, y en intervalos reducidos de tiempo para no morir de cáncer. En principio, los astronautas subsistirían por medio de suministros enviados desde la Tierra: agua, comida, oxígeno y el nuevo disco de Taylor Swift. Luego, con el correr del tiempo y las misiones, eventualmente la vida en Marte podría ser más sostenible. El agua podría obtenerse del hielo marciano bajo la superficie, la comida podría cultivarse en invernaderos al igual que hace Matt Damon con las papas, el oxígeno podría sintetizarse del dióxido de carbono en la atmósfera. Hay incluso quienes dicen que Marte podría “terraformarse” si se vaporizan los casquetes polares, ya que de esta manera se regeneraría parte de la atmósfera, pero eso por el momento dejémoslo dentro del terreno de la ciencia ficción extrema. Si toda esta movida funciona, en algún momento se podría formar una colonia permanente en Marte, y quizás con el tiempo esta se independice de la Tierra, formando así la República Marciana de The Expanse.
Se dice que con la tecnología actual están dadas las condiciones para mandar personas a Marte, el asunto es finalmente tomar la decisión, poner la plata y hacerlo. Hasta entonces, la vida en la Tierra sigue.
♦ Nació en la Ciudad de Buenos Aires en 1987.
♦ Estudio en la Facultad de Ciencias Astronómicas (FCAG) y Geofísicas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
♦ Es Doctor en Astronomía, docente de la FCAG, músico y twittero (@patriciozain).
♦ Es becario posdoctoral del Conicet e integra el Grupo Origen-Ciencias Planetarias, del Instituto Astrofísico de La Plata, donde investiga la evolución colisional y dinámica de los asteroides y los cuerpos menores del sistema solar.
♦ Es un divulgador de la astronomía por redes sociales, medios y en conferencias públicas en instituciones y organismos.
♦ Una gira por el sistema solar es su primer libro.
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