La rapidez de la vida actual no nos permite detenernos a respirar, a apreciar, a escuchar una buena canción. Parecemos un vagón de tren en hora pico, con miles de pies a nuestro alrededor buscando salidas o entradas, apretujados por la presión del reloj y del dinero que se escapa de los bolsillos.
Los atardeceres, el sonido de la lluvia, el café en la mañana, los buenos días, la meditación, el sol en las palmas de las manos e incluso, el acto de detenernos a escuchar una canción que nos cambie el día. Pero la música líquida, la que llega por el chismorreo, los grupos de whatsapp, las noticias, las redes sociales y los escándalos mundiales nos roban toda la atención. Sí, entre líneas me estoy refiriendo a Shakira y su reciente batalla campal en compañía de Bizarrap.
Pero de ellos ya han hablado mucho, todos, siempre, y lo seguirán haciendo y seguirán jugando con nuestro tiempo, nuestras conversaciones con amigos y con nuestros clics que se traducen en más dinero, en poca elegancia, en irrespeto y poca calidad. Para concluir este tema, solo citaré unas líneas de una hermosa canción de Shakira en compañía de Gustavo Cerati, publicada en el disco Fijación oral vol. 1 del año 2005, una canción llamada: No.
No se puede vivir con tanto veneno
No se puede dedicar al alma
A acumular intentos
Pesa más la rabia que el cemento…
Y justamente ese tema de la viralidad instantánea de música que no perdurará en el tiempo, se presta para conversaciones entre amigos, conversaciones de bares o restaurantes que buscan respuestas a preguntas imposibles de responder.
¿Cuál es la canción más hermosa del mundo?
¿Qué ingredientes debe poseer una composición que pueda representar a tantas naciones, con particularidades culturales tan disímiles? ¿Qué historia debe contar?¿Debe cantarla un hombre o una mujer?¿Debe estar en tonalidad mayor o menor? ¿Amor o desamor? ¿Debe ser salsa, jazz, rock, blues, reggaetón, rap o qué género existente o por crearse?
Son tantas las variables para una pregunta sencilla de imposible respuesta. El Flaco de Úbeda, Joaquín Sabina, quiso escribir la canción más hermosa del mundo, y lo logró, la publicó en el disco Dímelo en la calle del año 2002. Pero para muchos, Joaquín es solo una esquina del mar de cancionistas y cantautores que han retado al azar por hacer la mejor canción existente.
Si hoy a mi me preguntan por esa canción, puedo responder sin dudar que sería Blackbird de The Beatles, por su simpleza, por su sentimiento acústico y por la historia detrás, pues nació cuando McCartney se unió a la lucha por los derechos civiles. El bajista de The Beatles estaba en las lejanas tierras escocesas cuando leyó noticias desalentadoras desde el otro lado del Atlántico: la corte federal estadounidense obligó a la segregación racial en las secundarias de Arkansas y ese hecho lo motivó a agarrar la guitarra y escribir una hermosa metáfora que engloba las necesidades del mundo y la libertad de vivir.
Es necesario cambiar de nuestra agenda de intereses canciones que simplemente no llegan a estar dentro de los atributos de belleza. Así que, amigos y amigas, ¿Para ustedes cuál es la canción más hermosa del mundo?