“Idiot”. Lo dice Tom Hanks (Concord, California, 66 años) más de una decena de veces en ‘El peor vecino del mundo’, la película que el actor estuvo presentando hace un par de semanas en Madrid. Y debe tener la agenda apretada porque la cinta no llegará a la cartelera española hasta el 28 de diciembre. Afortunadamente, Hanks no tiene nada de idiota. Es más, como dice Marc Forster (Illertissen, Alemania, 53 años), director del largometraje, hace honor a esa etiqueta con la que siempre se le ha definido: el tipo más amable de Hollywood. Entra sonriente en la habitación del hotel Mandarín Oriental Ritz, como un vendaval, con un “¡Hola a todos! Qué bien veros. Bienvenidos a Madrid, donde llueve, llueve y llueve. ¿Conocéis a mi intérprete?”.
Así que uno de los seis periodistas allí congregados no puede evitar preguntarle si el se ve así, como el tipo más amable de Hollywood, y si le gusta esa etiqueta. “Bueno, no soy un imbécil y me levanto feliz por las mañanas. Vale, lo compro”, afirma divertido el californiano. Explica Hanks que cuando comenzó a ganarse la vida como actor profesional tuvo mucha suerte con la persona que le contrató para un festival de Shakespeare, en Cleaveland, Ohio. “Me dijo que no me podía pagar mucho, lo que era cierto, pero que sí me podía dar algo que no tenía precio: la experiencia de trabajar en teatro profesional. Fue increíble y aprendí muchísimo. Allí me inculcaron el respeto por el trabajo en equipo”, dice. A juicio de Hanks un actor no tiene por qué caer bien a todo el mundo, pero sí tiene que respetar la ética de trabajo de todos. “El deber de un actor es ser puntual, respetar los procesos de trabajo de todo el mundo, conocer el guion y estar un poco a lo que te dan el resto de actores. Eso es lo que aprendí. Si a eso se le considera ser amable, pues vale, lo compro”, resume.
En ‘El peor vecino del mundo’ da vida a Otto, un tipo huraño y tozudo que vive en una pequeña urbanización donde todos se conocen, aunque él evita relacionarse con los demás. Al inicio de la cinta, ambientada en Pittsburgh, acaba de jubilarse y este gruñón y cascarrabias no ve razones para seguir viviendo. Justo enfrente de su casa, acaban de mudarse Marisol y Tommy, un matrimonio de mexicanos, con sus dos hijas pequeñas. Al conocerlos, Otto acabará abriendo su corazón.
La historia no es el colmo de la originalidad. No en vano está basada en la novela sueca ‘Un hombre llamado Ove’ (Debolsillo, 2012), de Fredrik Backman, que ya tuvo su adaptación a cine en 2015, con un largometraje homónimo que llegó incluso a estar nominado al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Es más, la entrañable ‘Gran Torino’, que Clint Eastwood dirigió en 2008, ya recoge muchos de los temas que se tratan aquí. “Tiene gracia porque ya he oído esa comparación -dice Hanks-. Un gruñón, al que no le gustan los inmigrantes ni los vecinos… Pero lo que yo vi en el personaje de Otto es una persona que tiene una crisis profunda de fe en el futuro porque ha sufrido muchas pérdidas: no tiene carrera profesional, no tiene mujer, no tiene familia propia… Y no está enfadado necesariamente por el presente que le toca vivir sino por el futuro que le espera”. El renacimiento de este personaje, al que el espectador conoce en su punto más bajo, es, según Hanks, “la parte más bonita” de una película que toca temas como, la depresión, el suicidio o la soledad. “Es una persona a la que no le apetece levantarse por la mañana y solamente piensa en protestar, lo cual resulta una verdadera tragedia”, comenta. Una adaptación algo más edulcorada y menos cínica que la versión de 2015. ¿Fue para que cayera mejor entre el público americano? “No, en absoluto -responde tajante Forster-. Creo que estamos muy cerca del libro, casi más cerca que la película original. El personaje es un personaje universal y en todas las culturas puede haber un Otto. Es además un poco shakespeareano, se puede hacer un Otto coreano, español. Estoy seguro de que va a haber más versiones de este libro en el futuro. Nosotros lo hemos adaptado, pero no para aligerarlo, sino para que fuera más realista con la cultura y el público americano”.
Y sí, el asunto de la inmigración, se deja ver buena parte del relato. ¿Están mandando un mensaje político? “Sí, claro. América es una tierra de inmigrantes. El 98% de los americanos tiene sangre de otros países y eso es ciencia y es incontestable y me parece que eso es algo que dice mucho de nuestro país, nuestra fuerza reside en la diversidad”, afirma convencido el ganador del Oscar por ‘Forrest Gump’. En este sentido, Hanks defiende que “hay algo muy poderoso en el hecho de que una persona tenga que huir por un determinado peligro o por la falta de oportunidades y llegue a un país donde todo está basado en la meritocracia, donde si trabajas, si educas a tus hijos, si pagas tus impuestos y eres buen ciudadano puedes ser estadounidense, independientemente de que hayas nacido allí o no”. Por eso se posiciona frontalmente en contra de quienes, en un momento dado, “han vendido que esta inmigración y esta diversidad eran malas”, cuando “son, precisamente, la máxima fuerza de nuestro país”.
Está claro que la industria está haciendo lo posible por incluir a todos los colectivos en sus historias.Lo está intentando, sí (risas).
Alguien diría que la presencia del chico trans al que Otto echa una mano es inclusión forzada. ¿Qué diría al respecto?Lo han intentado. Creo que todo el mundo lo reconoce, no hay duda, no se finge nada. Dicho eso, en la novela original él era gay. Ya sabes, hace 10 años, ser gay habría sido un tema por el que un padre se puede enfadar, eso no era difícil de creer. Ahora, un padre que se enfada porque su hijo es trans también es creíble. Por un lado, ¿se pueden decir ese tipo de gilipolleces sobre que todos seamos inclusivos? Sí, se podría decir, no sería incorrecto (lo dice con ironía). Pero también puedes preguntarte: ¿Hay gente trans en el vecindario que podría estar pasando por lo mismo? Sí. Nos estamos volviendo conscientes de ello. Pienso que lo más complicado es cómo se trabaja esa inclusividad. Yo trabajo desde este enfoque. Ya no importa que el chico sea gay, eso ya no significa tanto, pero ser trans. Esa es una razón por la que te podrían echar de casa, lo entiendo. Entonces, ¿cuál es la reacción de los demás ante eso? La mujer de Otto conocía a ese chico y lo quería, así que no tengo nada en tu contra.
A lo largo de la película, numerosos flashbacks van desvelando quién fue en realidad el Otto que parece haber ido desapareciendo con el tiempo y los golpes de la vida. Para encarnar a esta joven versión del personaje, Forster eligió a Truman Hanks, hijo del protagonista, que hace sus primeros pinitos como actor. “Si ves dos fotos de nosotros cuando teníamos 26 años somos exactamente iguales. Yo creo que lo que estaba buscando Marc es el máximo parecido físico posible. No creo que buscara ver una versión mía de joven como actor, porque yo entonces era superruidoso, me encantaba captar la atención de todo el mundo, ser el tipo más gracioso de la habitación y el joven Otto de la película no tiene nada que ver con esto que no es nada gracioso”, sostiene Hanks que se muestra orgulloso del trabajo de su hijo: “Creo que ha sido muy valiente en este sentido porque es muy difícil interpretar esta versión joven de mí, te apellides como te apellides”, concluye entre risas.